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BLANCO Y NEGRO MADRID 05-11-1960 página 58
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BLANCO Y NEGRO MADRID 05-11-1960 página 58

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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UN, CASO CUENTO, por Lucía GASAS jíJON E L rodillo hecho de trapos sotre la cabeza. Y sobre el mismo, la carga de leña que le hacía cimbrearse por el peso, precipitándose a grandes zancadas en los guijarros del camino, con sus pies desnudos, de plantas encallecidas como las de una loba. Se acercaba la hora del atardecer y tenía prisa. El paisaje despedía al astro sol con todos los honores: Emanaciones de la fronda, cantos de pájaro en una profusión maravillosa, la brisa más acariciadora. En el firmamento, Venus, con su corte de estrellas un poco difusas. Marga, toda sofocada por la violencia arrolladura con que se precipitaba cuesta abajo para llegar más pronto con su carga, tenía el rostro congestionado, cubierto de sudor. Envolvía sa cuerpo en una pobre bata de percal, que señalaba sa bien modelada figura, de apretadas carnes y senos firmes y perfectos. Con el cabello castaño, fino y sedoso, descansando en uno de sus hombros, parecía la reencarnación de una sirena en leñadora. Vivía donde empezaba a insinuarse la pendiente del monte. Allí, entre otras, sentaba sus reales la cabana: Su cabana, construida de piedra plomiza e invulnerable. Para cualquier persona aquel cobijo era un pedazo de infierno, donde se moriría cadíl día un poco. Para Marga aquello era su nido de amor. Y ¿jen el mismo, salvajemente hermosa, d e s c o n o c i d a casi, languidecía sin apenas saberlo. En un recodo del camino, Marga aminoró su marcha y se le adelantaron unos leñadores. La miraron entre compasivos y burlones. La conocían desde hacia tiempo y no desmenuzaban el porqué de las cosas. Hombres nada maleados sabían respetar a cuantas mujeres hallaran a su paso. Marga también los niiró un instante con e! rabillo del ojo. Los miró como si buscase en ellos una palabra cariñosa o un r e quiebro... Avergonzada por éste pensamiento, eiíbozó una sonrisa de su boca sensual, con labios rojos como cerezas. Pese a iu miserable apariencia, Marga tenía una moral: la suya. i Por ninguno de aquéllos cambiaría a Cholo! Cholo era albañll, y el más guapo y que mejor vestía de por aquellos alrededores. ¡Había que verlo con su traje nuevo cuando iba a misa ios domingos! ¡Pobre Cholo, cuánto trabajaba en la ciudad, y todo por llevarles a ellos de comer! Por eso era justo que ella se sacrificase también un poco. Se sintió muy fatigada por la carrera y pensó detenerse a descansar donde siempre. Allí donde pudiera ver bien su cabana, con un radío de acción para la vista. Al intentar poner en práctica este deseo vaciló sobre sus piernas por el peso tan enorme de la leña y poco le faltó para que cayera por tierra. Se detuvo con valentía hasta que adquirió el equilibrio necesario. Después, con DE T BO OO R O íaciiidad pasmosa y con la ayud su rodilla donde apoyarse, bajó la ga de leña de su cabeza y la dejó I al muro de piedra que había a l l í lado del camino. -Ya no p o d í a más- -murmuró, limpiándose el sudor con el dorso de su mano. Luego miró hacia adelante, como si tratara de hacer algún descubrimiento. Así permaneció unos minutos. Vista Marga de perfil era el suyo clásicamente griego. Las aletas de su nariz le imprimían personalidad. Eran unas aletas bien dibujadas y nerviosas. En este momento estaba en todo lo suyo: Pensaba en Cholo. Recordando su estatura se sintió más pequeña y volvió a sonreír, dejando al descubierto unos dientes amarillos y grandes, si bien bellos e iguales. Había terminado de oscurecer. Cabalgando en el espacio estaba la Osa Mayor y Marga detuvo la mirada para admirarla: ¡Parecía mentira! ¡Qué cosas: un carro con mulillas! ¡También en el cielo había vida como en la t i e rra! Solamente que no se podía ver así... como así... Un fuerte silbido la sacó de sus m e ditaciones. Era el de una culebra, qua pasó arrastrándose muy cérea de ella. Ni se inmutó. Ya estaba acostumbrada a esa clase de ruidos. Inquieta, pensó que ya estaría Cholo a punto de llegar; entre lo cansada que estaba y unas cosas y otras, hoy se había detenido más que de costumbre en aquel sitio. ¡Pero ILUSTRACIÓN D E C 4. B O

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