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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-10-1960 página 70
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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-10-1960 página 70

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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JERUSALEN tío del Pretorio, o Casa de Pílatos, siguiendo paso a paso cada u n a de ai catorce estaciones, que term i n a n en la misma Cripta del Santo Sepulcro. N o es posible hacer aquí u n comentario apropiado de este piadoso recorrido, que p a r a ser descrito convenientemente nos llevaría un b u e n n ú m e r o de páginas. Forzosamente h e de ir resumiendo ciertos detalles y tocarlos sólo con ligera pincelada, al modo de una breve secuencia cinematográfica. se yergue m e n u d a en su construcción rectangular una pequeña iglesia que guarda en su sencillo interior la T u m b a de la Virgen. De regreso, fuimos subiendo la e m p i n a d a cuesta del camino hasta desembocar en la P u e r t a de Miriam, y de allí pasamos a la Mezquita de Ornar, lugar de peregrinación del m u n d o árabe, cuya redonda cúpula se halla actualmente en restauración. Nos detuvimos de paso en unas excavaciones cercanas. Sus ruinas procedían al paDescendimos luego desandando recer de unos baños del tiempo de nuestro anterior camino, hasta sa- lá dominación romana. Sorteando una serie de minúsculir al otro lado de las murallas en las callejas pobladas de una chidirección al Valle del Cedrón. Tomamos entonces la carretera quillería sucia y desgreñada q u e que bordea el Valle de Josafat, en no h u b o manera de quitárnosla de cuyo fondo se elevan varias tum- encima, llegamos por fin al Muro bas milenarias, entre ellas la de de las Lamentaciones. A n t e los Absalón, el sedicioso hijo del rey enormej bloques de piedra que toDavid. En una de sus laderas apa- davía se yerguen impávidos de las rece escalonado el bíblico Caserío ruinas del fabuloso T e m p l o de de Siloé, con el famoso manantial Salomón, mi ánimo q u e d ó fuerteque surtía de agua en aquellos mente impresionado. El sol pa tiempos a toda la población de J e- recia poner reflejos de oro sobre rusalén- Absorto en las explicacio- la gastada superficie de las viejas nes piadosas del P a d r e Franciscano piedras, a cuyo pie se han postray en el sereno paisaje que se ofre- do innumerables generaciones en. cía ante nuestra vista, continuamos el curso de los siglos, elevando su avanzando hasta llegar frente al constante y doliente súplica a l Monte de los Olivos. A m u y po- Dios de A b r a h a m que p o r fin ha cos metros de la P u e r t a Dorada, sido escuchada. contemplamos detenidamente la La tarde comenzaba a vestirse hermosa perspectiva antes de cru- con el severo manto del crepúscuzar el puente. E n la suave falda lo. Poco a poco, a medida q u e íbadel Monte, se levantan rodeadas mos subiendo por las íntimas cade olivos y cipreses algunas igle- lles, la algarabía de las gentes se sias cristianas de diferente rito, y apagaba b l a n d a m e n t e en el fondo en su base, ocupando el p r i m e r de las viviendas, atentas al cuidatérmino, el H u e r t o de Getsemaní do de la cena. En el comedor de con su iglesia de tres arcos for- Casa N u o v a éramos una veinmando soporta y dentro d e ella, tena de peregrinos de diversas nala Gran Losa en la que oró Jesu- cionalidades, sentados ante una cristo poco antes del Prendimien- larga mesa de refectorio, sin más to. Dan guardia secular a todo este coneitión directa que el sentitranquilo paisaje de Getsemaní, miento de u n a misma religión. como viejos patriarcas en centineEn este sector de J o r d a n i a las la permanente, varios olivos de noches de Jenisalén no tienen xma troncos jnilenarios, retorcidos de manera extraña p o r efecto de los larga velada. Es sabido que el siglos. Sus fuertes raíces se aferran pueblo árabe madruga antes de a la t i e r r a como poderosos ten- que las primeras luces del día táculos de t r a z o violento y con- alumbren la antigua ciudad de la vulsivo. No m u c h o más lejos, en Crucifixión. Las tres noches pasatm m a r c a d o desnivel del terreno, das al abrigo de sus murallas, fueron casi de completo insomnio En esta, foto aparecen las antiguas murallas de Jerusalén, con la llamada Puerta Dorada en primer término, el valle del Cedr n, poblado de olivos que suben hasta el monte del mismo nombre, desde donde ha sido tomada e s t a perspectiva. p a r a mí. El canto del m u e z i n desde lo alto de u n m i n a r e t e próximo, llamando a lo fieles a la plegaria a las cuatro de la m a d r u gada, m e hacía el efecto de una- inhabitual diana militar q u e ahuyentaba por completo mi ligero sueño. Dos excursiones a Belén y a Jericó consumieron un par de jornadas más del tiempo previsto para mi estancia en el país jordano. Como b r o c h e final, la misma m a ñ a n a de mi partida m e dirigí a oír misa en el Santo Sepulcro, de paso que un sacerdote español bendecía una cruz d e oro que había reposado unos minutos sobre la Sagrada Piedra, y luego me la colocaba al cuello en un sencillo ceremonial a la manera de los antiguos cruzados. Mi visita a la Ciudad Santa obtuvo para mi devoción cristiana este inolvidable momento de fervor y de privilegio. E n el aeropuerto de Jerusalén, u n avión de la Air- Liban h a b r í a de conducirme a través de Siria y volando sobre Damasco, hasta Beyrut, capital del Líbano. 411 í haría u n día completo de escala visitando la ciudad libanesa hasta enlazar con la Caravela AirFrance. Tres nuevas escalas: Chipre, Atenas y Roma, para quedar de nuevo reintegrado a Parí. -í. Pero de Israel y de algunos interesantes lugares de Tierra Santa, seguiremos h a b l a n d o otro día... F G. -R. Como en los tiempos bíblicos, los vendedores se instalan sobre las viejas piedras del pavimento en una céntrica calle que lleva directamente hacia la misma entrada del Santo Sepulcro (a la izquierda) y conduce del otro lado al gran mercado, que t- iene la misma estampa y sabor que hace mil años.

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