BLANCO Y NEGRO MADRID 17-09-1960 página 53
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página53
- Fecha de publicación17/09/1960
- ID0005257743
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LOS CHARROS, CABALLEROS DE MÉJICO A figura del dharro está enlrañablemente uniáa a la liistoria y al paisaje de Méjico desde hace dos siglos. No es posible expresar en su integridad el pintoresquismo mejicano sin recurrir, como indispeusaHe ingrediente, a la figura varonil y arrogante del charro de brillante atuendo, descomunal sombrero y s o noras espuelas. Pero el charro es algo más que una nota pintoresca y folklórica. É l charro es, a través de la historia mejicana, u n fundamental elemento en la constitución económica y política de la nacionalidad. El charro es el hacendado, el pastor, el guerriüeTO. Como el gaucho en, la Argentina, el charro de la antigua Nueva Espaíía llena todo un período histórico que va de mediados del siglo XVIII a fines del XIX. El charro es u n jinete- caballero que hereda viejas y ancestrales virtuffes y arrogancias hispánicas, modificadas, en lo externo, por el ambiente del Nuevo Mundo. Posee virtudes y defectos consustanciales con la raza. Es arrogante, valiente, generoso, protector de los débiles, aficionado a la guitarra, él canto, las mujeres y los arriesgados ejercicios de la equitación, e! manejo del lazo, la lucha con las bestias y la naturaleza. E l charro no está enmarcado en una clase social determinada. Puede ser pobre o rico, modesto peón de u n rancho o gran señor de una hacienda. El charro también es un caballero cristiano que practica con devoción externa bien precisa el culto mariano a la Santísima Virgen de Guadalupe. El charro puede ser de pura sangre hispánica o indio o mestizo El charro es una pervivencia del espíritu caballeresco, y su pintoresquismo es conocido y admirado en todo el mundo. JL J Los charros se agrupan actualmente en Federaciones r e gionales que rinden culto a sus tradiciones y son, en cierto modo, los tradicionalistas del más puro mejicanismo. Recientemente, una nutrida representación de charros mejicanos visitaron España, recorrieron sus provincias y trajeron una ofrenda de flores mejicanas a la Virgen de Guadahipe de Extremadura. En todas partes fueron obsequiados, desde el Jefe del Estado, que los recibió en especial audiencia en 6i Palacio del Pardo, hasta los círculos popularea, que en calles, establecimientos y plazas de toros les dio inequívocas pruebas de lo mucho que en España se quiere y ve distingue al noble pueblo hermano de Méjico;