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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-09-1960 página 56
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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-09-1960 página 56

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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a las oue se educa y que comen aquí al mediodía, todas de procedencia liumildísJma... En régimen de interimdo, por ser huérfanas, tenemos cincuenta... ü h simple cálculo me aterra y no puedo impedir la pregunta: Madre, ¿y cómo pueden ustedes? lia Madre General casi se echa a reír. Pues on el auxilio de Dios. Limosnas, limosnas y caridad, ¿hace falta más? Una pregunta arrastra a la otra. r- ¿Muchas novicias y muchas profesas? Novicias ¡unas sesenta y tantas. Profesas, setenta, No cabe duda de que Sor Angela vela desde él cielo por su Obra. ¿y las novicias están- vacilo- vamos, coiiteütas? Sor María del Salvador, la secretaria gpeneral, no puede contenerse, ¡Bendito sea Dios! Quisiera que pudiera usted verlas... Paretoe esta casa una canariera, no p a r a n de cantar, están contentísimas... QUINIENTAS SESENTA SOURMA, ÑAS DE LA CRUZ- -Y ¿poseen ustedes muchas Casas, Madre? -BSa la actusUldad tenmios cuarenta y ocsho entre Andalucía, Badajoz, Ciudad Real y Valencia. La última sé ha abierto en Almarga (Málaga) y, como ya usted sabrá, tenemos tma en Madrid desde 1929... ¿Muchas Hermanas en total? -sPues... unas quinientas sesenta, aproximadamente... Recuerdo la cercana fiesta de San José y se me ocurre decir: ¿Hacen muchos repartos de comidas o ropas eh las íiestsis de la institución? Las dos religiosas sonríen. La Madre General me mira: Esas entregas que usted dice las hacemos unas ocho o diez veces al año... No es preciso que sean fiestas propiamente nuestras. La última ha sido la dé San José... -se dirige a Sor María del Salvador- ¿Cuántas se dieron? La Secretaria G e n é r a 1 contesta con prontitud: (Cuatrocientas... Eran unos paquetes que tenían... verá usted- -medita un instante y recuerda- Un kilo de arroz, un kilo de garbanzos, una, tableta de chocolate, uh feilo dé pan, medio kilo de azúcar, dos huevos y dos naranjas... y en seguida, sonriente, añade- En cuanto nos hacen una buena limosna, ya se sabe: al día guíente o comida afeirnáante o ax pa para nuestros pebres... Aquí el dinero no tiene asiento; sale de estampía, a donde hace falta. Río de buena gana. Y, además, no oculto que me invade una inmensa ternura. ¿Y pueden atender ustedes a tod los enfermos que las llaman? Las dos religiosas me miran con tristeza! r entina. -No podemos- -silabea la Madre General- Somos demasiado pocas para tantos, asmo necesitan nuestro cuidado. Ya sabe usted que las Hermanas salen en parejas, reste usted además las anciaims o Impedidas y consprenderá que no nos bastamos... Me asombra, que con la d! ureza de la Regla, hablen de Hermanas ancianas. Madre, ¿son muchas las esícianas? Ya lo creo, pues lo menos ocho o diez, que pasan de l os setenta... M sol comienza a huir. Me invade el temor de llevar demasiado tiempo jimto a las Hermanas, y se lo digo. No se preocupe. Aguí estamos para senlrle... ¿Visitó ya la tinnba de Madre? Niego. Y la Secretarla General me acompaña irnos instantes a la cripta, en uno de los laterales del patio. Oro con Intensa dévoislón y suJw de nuevo. -i ¿D 6 nde van a Instalar la iglesia nueva? Retrocedemos haoia la salida. En un solar, parec año coa el convento, se piensa edificar el templo. Pregunto las dimensioiites. La Madre General me informa. -Tendrá, si Dios quiere, irnos 28 metros de profundidad por 15 de anoho. Y será de tres naves. Lindará con el vecino convento de Santa Inés... LA AYUDA DE SAN JOSÉ Ento- amos en el solar por una puertecilla que lo comunica coa la Casa. Una Hermana parte leña y sonríe apenas nos divisa. Es una novicia, no Hermana. La preocupación económica me invade. Y aun sabiendo el propósito de la Alcaldía de la ciuú ad, que Sevilla entera secundará sin duda, pregunto: ¿Es problema econóruico la edificación del templo? Lajs dos religiosas se miran y ríen abiertamente. -Nosotras no teneraios un céntimo. Pero ciwno nos va a ayudar nuesfero arquitecto y rwiestro contratista, que es la misma persona no nos preocupamos... ¿l e quién se trata? Y me quedo, tnicialmente, de waa. pieza, cuando a coro me contestan- -iPues nuestro bendito Patriarca San José... Las miro creyendo que me hablan en broma. iDe veras, es San José. El tiene que solucionarlo. Y lo solutíonará. Miré sted, lo sacamos en procesión, por el convento, y se lo pedimos. Hasta unas coplas se le han sacado... -Una de ellas- -dice la Humana Secretaria General- -es asi: Al bendito San José arquitecto hemos nombrasío y perito y oontratteta y socio capitalista. Todo tiene que arreglarlo él nuestro bendito San José. Cuando la Secretaria concluye, me río de verdad, sin disimulo. Estas benditas ECennanas de la Cruz son geniales. A nadie Mno a ellas podía habérseles ocurrido semejante cosa. Y lo estupendo de todo es que lo hacen con tal candor y tal seguridad, que San José no las iSesoirá. ¿Y sacan a San José en procesión con mucha frecuencia? (Todos los miércoles y los domtogos; pero dentro del Convento. La scmrisa no se despi nde de mis labios. Atardece y me despido. iMs dos religiosas me acompañan a la puerta. La Madre Oener al tiempo de besar su Crucifijo, me formula un ruego: -Sea usted parco en T. o que dice. Nosotras no queremos salir dé nuestro sileiusio. -Esta vez, Sor Angela bendecirá lo que escriba. Madre. Por la alegría de haber comenzado su beatificación he venido. El mundo debe saber quién fué ella y lo que ustedes hacen... Ya lo saben, hijo. -JPues aún más, que no quede de fepafia, ni á donde lleguen estas líneas que no sepa por qué. la Iglesia há iniciado un, nuevo proceso de beatificación... La Hermana portera abre y traspaso el mínimo umbral. -Aún vuelvo la cabeza para decir adiós, linas últhnas sonrisas y, a mis espaldas, queda esa ascua de cartead viva que es el Ccnvento, la Casa de las Hermamitas de la Cruz. Cuando miro al cielo con nubes fugaces, me parece qué la entrañable figura de Sor Airela debe estar eontemiplando con infinito amor a su obra. En un mundo desquiciado, su figura, que se agranda por instantes, sigue ya el camino de oro de los altares. Que X 3io s nos permita conocer ese día feliz. J. P, N. M.

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