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BLANCO Y NEGRO MADRID 27-08-1960 página 82
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BLANCO Y NEGRO MADRID 27-08-1960 página 82

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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En su lucha, Fernando Bey está a punto de caeí en el foso en que auilan los pewas que en I filirs se nos lp e entan como fieras hambrientas; en realidad bien alimentados y Instruidos por la Policía Arms. da. compañeros sea Burt Lancaster: no sólo porque es un gran intérprete, sino porque conoce al dedillo el cine en todos sus fases, desde todos los ángulos; está, en fin, al tanto de todos sus secretos. Pero también a d miro grandemente a Klrk Douglas. Cuando le pregunté por el realizador que mejor supo dirigirla, que influyó más en su arte, no hubo vacilación en la respuesta: -Hitohkock, desde luego. El maestro del suspense la dirigió en su primera película, que entre nosotros se llamó Recuerda La conversación hubo de interrumpirse cuando, ante mi gran asombro, trajeron al plato una bañera e n cuyas aguas, templadas- tuve ocasión de comprobarlo- se chapuzó concienzudamente, con traje y todo, Lang Jeffries, y, cuando él le cedió el turno, la propia Kiionda. Tendida en la tina, se mojó ella la rubia coleta y luego, con arte y coquetería, se salpicó la frente y la cabeza, cuidando de no deshacerse demasiado el peinado. Luego, ya la cámara funcionó y todo hubiese, salido perfecto si no hubiera sido por la risilla inoportuna ds una de las extras Naturalmente, es imperdonable el que uno se sonría cuando acaba de escapar de ahogarse como una rata. Hubo, pues, nuevos chapuzones. porque tanto las caras como los brazos y los trajes se habían secado al calor de los focos, y ya en la repetición, Paniagua- operador- Malasomma- realizador- -y Moffa- -productor- -estuvieron de acuerdo en que se había logrado el objetivo propuesto. También desdelo alto de una plataforma, desde la que había presenciado el rodaje mostró con una sonrisa su aprobación George Ornstein delegado en España de United cuya filial de Francfort es una de las coproductoras. La jornada había terminado. Eh el jardín del estudio hormigueaba ima multitud ingente: los extras de El coloso de ¡aodas y los de La rebelión de los esclavos que, ya de paisano esperaban el momento del cobro. Me vino a la memoria la frase muy frecuente en los estudios: El cine es una locura. En el cine estamos todos locos, Alguien a mi lado dijo: -Como para que se escapara ahora otro león como el del otro día. Me lo explicaron. Hace días, Ñero una denlas fieras que actuaron en el film se escapó al ser trasladado a un camión. Dio un zarpazo al callejón- jaula y se escurrió por im resquicio, poniendo en vergonzosa ifüga a los curiosos que presenciaban la operación. Hubo alguno, dicen. que llegó al tejado ílel estudio. Luego el domador, a latigazos, acorraló a la fiera hasta obligarla a refugiarse debajo del camión y ya su captura fué fácil. ¿Cuántos leone; s intervinieron? -Seis, que vinieron de Alemania y que ya están naA egando hacia Sudamérica, donde están ahora contratados. ¿Otras fieras? No exactamente fieras, aunque Jo parecían de verdad por ser magníficos y muy disciplinados actores: ocho perros de la Policía Armada, que actuaron a las órdenes de sus instructores, v 3 Stidos de romanos como si de actores se tratara. Cuando tratamos de salir, la bai- ahúnda crecía. Coches que entraban y salían; peatones que impedían la circulación; atasco en la calle de Arturo Soria. En fin, el caos. Desde otro coche también bloqueado nos saludaron amablemente Rhonda y Lang. Cuando se despejó a medias el camino, Sanz em pezó a decirme: -Como verás esto es... Le atajé rápidamente: La locura. En el cine estáis todos medio locos... G. B.

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