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BLANCO Y NEGRO MADRID 23-07-1960 página 87
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BLANCO Y NEGRO MADRID 23-07-1960 página 87

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página87
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El señor Vernein se acomodó junto e la puerta que daba al exterior y que quedaba a su izquierda. Junto a él se situó su secretario, Jean Padou. y cerca de ellos, ante Ja misma mesa, dos señoritas inglesas llamadas íngledy y Mlss Warc... cidos a la sate. de espera número 5, cuyas ventanas se (hallaban herméticamente cerradas, ipues aquella ha- bltación se utilizaba únicamente en casos como éi referido y su aislamiento se debía a una simple precaución aduanera. 4. El señor Vernein se acomodó junto a ila- puerta que daba al exterior, y que quedaba a su izquierda, 5. Jim. tó. ai financiero se situó s ¡u secretario, Jean Padou, y cerca de ellos, ante la misma mesa, dos señoritas inglesas llamadas miss íngledy y miss Ware, ambas intérpretes de una Sociedad Cultural londinense. 6. Kstos tres isasajeros, al isrual que la víctima, realizaban aquel viaje con muoha frecuencia debido a sus respectivas profesiones. 7. A las tres cuarenta y oclio entró en la sala de espera uno de los pilotos y comunicó que el aparato se hallaba dispuesto para despegar. Todos los pasajeros se apresuraron a recoger sus bolsos y carteras de viaje, y en aquel preciso instante el señor Vernein cayó hacia adelante muerto de un tiro en el corazón. 8. Nadie oyó el ruido del disparo, débitío al zumbido de los motores del a ión, aiparcado no lejos de la sala, e encontró una. pistola con silenciador sobre la hierba a pocos metros de distancia de la sala de espera. 9 fi) Los pasajeros, creyendo que el señor Vernein se hallaba solamente aquejado de una repentina enfermedad, subieron al avión, con excepción del secretario que descubrió, al incorporar cueipo de su jefe, la 1 causa, de aquella súbita caída. 10. El médico del aeropuerto confirmó inmediatamente la defunción del financiero y pocos minutos después Delar, que se hallaba en la torre de mandos realizando una investigación ajena a aquel caso, subió al aparato, no sin haber dado la orden con anterioridad de que el señor Padou fuese acompañado por dos agentes a la Jefatura de Policía para, ser interrogado. La joven volvió la cara hacia el policía y le miró con sus ojos claros brillantes de excitación. ¿Usted es el inspector Delar? preguntó. -Si, soy yo. ¿Entonces es cierto que el pasajero de la sala de espera ha muerto asesinado? -Es posible. ¿Por lo tanto todos somos sospechosos del crimen? No. usted no. ¿Por qué yo no? El policía suspiró. -íNo me parece posible que una niña como usted pueda realizar un acto tan deplorable. Pero dígame,

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