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BLANCO Y NEGRO MADRID 23-07-1960 página 35
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BLANCO Y NEGRO MADRID 23-07-1960 página 35

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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74; petardos, 58; botellas de líquidos inflamables hnzndns contra personas o cosas, 7; incendios, no comprendidos los de iglesias, K. s o en veintisiete días. Al cabo de hallarse ctiatro meses en vigor el estado de alarma, con toda clase de resortes el Gobierno en su mano para imponer la autoridad, ¿cuál ha sido la eficacia del estado de alarma? ¿No es esto til confesión más paladina y más clara de que el Gobierno ha fracasado total y absolutamente en la aplicación de los resortes extraordinarios de Gobierno, que no ha podido cumplir la palabra que dio solemnemente ante las Corles de que el instrumento excepcional que la Constitución le da y el Parlamento pone en sus manos había de servir paro acabar con el estado de anarquía y subversión en que vive España? Ni el derecho a la vida, ni la libertad de asociación, ni la libertad de sindicación, ni la libertad de trabajo, ni la inviolabilidad del domicilio han tenido la menor garantía con esta ley excepcional en manos del Gobierno, que, por el contrario, se ha convertido en elemento de persecución contra todos aquellos que no tienen las mismas ideas políticas que los elementos componentes del Frente Popular- -La gravedad del hecho es enorme, y yo tengo que examinarla con la luí de los antecedentes del hecho mismo y de las circunstancias en que se ha producido. Yo sé la gravedad de las manifestaciones que voy a hacer. Estoy perfectamente penetrado, incluso de las consecuencias que para mí, personalmente, pueda tener. Til cumplimiento del deber no se puede detener ante ese orden de consideracionea... El señor ministro de Estado, con la vehemencia que le caracteriza- y tengo la seguridad de que con la sinceridad mayor, que es también una de sus características- -ha venido aquí, en términos casi conmovidos, a rechazar imputaciones o acusacioiies que se desprendían del escrito a que ha dado lectura el señor Suárez de Tangil en nombre de las minorías monárquicas, y de las cuales pudiera deducirse una acusación directa al Gobierno en el crimen que se ha cometido... Lejos de mi ánimo el recoger acusaciones en globo, y mucho menos lanzar sobre un Gobierno. sí pruebas, una acusación de esta naturaleza. Nó encontrará su señoría en mi nada que pueda ser una acusación calumniosa de pretender que el Gobierno esté directamente mezclado en un hecho criminal de esta naturaleza. ¡Ah! Pero la responsabilidad del Gobierno no es sólo criminal; la responsabilidad del Gobierno es tremenda en el orden políti o y en el orden moral, y a ella tengo necesariamente que referirme... ¡Ah! En el orden de la respotuabilidad moral, a la máxima categoría de las personas le atribuyo yo la máxima responsabilidad, y, por consiguiente, la máxima responsabilidad en el orden moral tiene que caer sobre el señor presidente del Consejo de Ministros. El señor presidente del Consejo de Ministro. t. que al llegar al más alto puesto de la gobernación del Estado no ha prescindido del carácter demagógico que impregna todas sus actuaciones, dijo un día que frente a las tendencias que podía encarnar el señor Calvo Sotelo u otras personas de significación ideológica parecida, el Gobierno era un beligerante, i El Gobierno un beligerante contra unos ciudadanos! ¡El Gobierno nunca puede ser un beligerante! El Gobierno tiene que ser un instrumetuo equitativo de justicia aplicada por igual a todos, y eso no es ser beligerante, como no lo es el juez que condena a un criminal... Un día el señor Calvo Sotelo pronunció en la Cámara unas palabras contestando al señor presidente del Consejo de Ministros, que sí son su mayor glorificación, constituyen la mayor condenación para vosotros. Yo tengo, señor Casaros Quiroga le dijo, cuando, con imprudencia notoria, el presidente del Consejo arrojó sobre él Una responsabilidad a priori) yo tengo anchas las espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para la palabra de amenaza. Le he oído tres o cuatro discur. sos en mi vida, tos tres o cuatro desde ese banco azul, y en ellos ha habido siempre la nota amenazadora, liien, neñor Casares Quiroga, nie doy por notificado de la amenaza de su señoría; me ha convertido su señoría en sujeto y, por tanto, no sólo activOt sino pasivo, de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien, señor Casares Quiroga, le repilo, mis espaldas son ajichas. Yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades de que puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas si son para bien de mi Patria y para gloria de España, las acepto también, ¡Pues no faltaba más! Yo digo Ío que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis; y es preferible morir con gloria que vivir con vilipendio. Esto dijo el señor Calvo Sotelo; le ha llegado la muerte con gloria. ¡Ah! Pero para vosotros, como Gobierno- -aunque no tengáis la responsabilidad, que yo no la arrojo sobre vosotros, la responsabilidad criminal directa ni indirecta en el crimen- si tenéis la enorme responsabilidad mbral de patrocinar una política de violencia, que arma la mano del asesinó; de haber, desde el banco azul, excitado la violencia; de no haber desautorizado a quienes desde los bancos de la mayoría han pronunciado palabras de anienaza y de violencia contra la persona del señor Calvo Sdtelo. Eso no os lo quitaréis nunca; podéis, con la censura, hacer que mis palabras no lleguen a la opinión; podéis con el ejercicio férreo de facultades que la ley pone ert vuestras manos, hacer imposible qtie esto llegue, en sus detalles, a conocimiento de la opinión pública; podéis it al Parlamento y pedir una votación de confianza. ¡Ah! Pero tened la seguridad de que la sangre del señor Calvó Sotelo está sobre vosotros, y no os la quitaréis nunca iobre vosotros y sobre la mayoría. ¡Triste sino el de este régimen si incurre, frente a un crimen de esta naturaleza, en el error tremendo de pretender paliar los acontecimientos I Si exigís las debidas responsabilidades, si actuáis rápidamente contra los autores del crimen, si ponéis en blaro los móviles, ¡ah! en este caso quizá- -y no lograréis en todo- -quedara circunscrita la responsabilidad a loh autores; pero si vosotros, citáis, con habilidades mayorei o menores, paliando la gravedad de los hechos, entonces la responsabilidad escalonada irá hasta lo más alto y oS cogerá a vosotros como Gobierno, y caerá sobre los partidos que os apoyan como coalición de Frente JPopular, y alcanzará a todo el sistema parlamentario, y manchará de barro, y de miseria, y de sangre al mi. smo régimen. En votiotros está... Después de esto, pocas palabras voy a tener que pronunciar en el día de hoy; quizá muy pocas palabras más hayamos de pronunciar en el Parlamento. Todos los días por parte de los kt- upos de la mayoría, por parte de los periódicos inspirados por vosotros hay la excitación, la amenaza, la conminación a que hay que aplastar al adversario, a que hay que realiiar con él una política de exterminio. A diario la estáis practicando: muertos, heridos, atropellos, coacciones, multas, violencias... Este período vuestro será el período máximo de vergüenza de un régimen, de un sistema y de iaia nación. Nosotros estamos pensando muy seriamente que no podemos volver a las Cortes a discutir una enmienda, un voto particular, un proyecto más o menos avanzado qué presentéis, porque eso, en cierto modo, es decir, ante lu opinión pública, que aquí todo es normal, que aquí la oposición cumple su papel, que éste es el juego corrierite de los sist- emas políticos. No; el Parlamento está ya a cien leguas de la opinión nacional; hay un abismo entre la farsk que representa el Parlamento y la honda y gravísima tragedia nacional. Nosotros no estamos dispuestos a que continúe esa farsa. Vosotros podéis continuar: sé ¡ue vais a hacer una política de per. iecución, de exterminio y de violencia de todo lo que signifique derechas. Os engañáis profundamente: cuanto mayor es la violencia, mayor será la reacción; por cada uno de los muertos surgirá otro combatiente. Tened la seguridad- esto ha sido la ley constante de todas las colectividiides

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