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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-07-1960 página 76
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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-07-1960 página 76

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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TOROS ESCUELA DE TAUROMAQUIA EN ALICANTE Por Gregorio CORROCHANO D E escuela de tauromaquia itin bulante calificábaimos a Luis Miguel Douiinguín en el número anterior, p o r lo que su incorporación a l a teMiporada, aunque tardía, la considerábamos i n teresante. Nosotros, que no comulgamos con la rueda de molino de hoy se torea m e jor que nunca porque hemos visto t o rear a los que que no han visto los del atrevido slogan diferenciamo el torear bien del saber torear, porque en lo primero- -torear bien- -concurren- circunstancias favorables que requieren un mínimo de normas necesarias del toreo que son suficientes, y en lo segundo- -saber torear- -se requiere el miximo de normas necesarias para evitar la insuficiencia del método. En los dos casos hacemos intervenir el toro y de él depende el simjple concepto plástico que necesita normas himples o las normas clásicas, tradicionales, incorregibles, o r i gen y posibíUda d del toreo. A medida que crece la dilicultad del toro, aumenta la necesidad de saber torear. En este infinitivo sa ber (saber del toro, saber cómo es el toro, saber del estado del toro en cada momento de la lidia, saber lo que hay que hacer con el toro, saiber torear, saber) se encierra todo el arte y las posibilidades del toreo, sin encomendarse al azar. Torear es hacer que vaya el toro por donde quiere el torero que vaya, aunque no sea por donde el toro quisiera ir. Cuando oigo que se le dice a u n t o- r e r o que haya suerte me dan ganas de preguntarle al de los buenos deseos: ¿suerte para qué? No admito más suerte que para el riesgo; que no le coja y si le coje que no le hiera y si le hiere que sea leve. Para las circünstaneias ide la lidia no admito suerte, admito saber o no saber. En el no saber. puede intervenir la suerte aparente de que parezca lo que no es, p u e de ocurrir que parezca que abe torear, pero ésta es una suerte tan pasajera y casual que no es nada para la Vida de un torero y menos para el toreo. Cada vez qiie veo a un matador de toros no colocar al toro en el terreno qiie d e colocarse, no ponerse a la distancia que debe ponerse, no hacer por matar, irse antes de llegar a hacer la reunión con el toro, lo que todo reunido es hacer mal la suerte de matar, y luego oigo o leo que no tuvo suerte con el estoque me parece que estamos jugando a la lotería, menos todavía que esto, porque jugando a la lotería está uno dentro de la suerte; no cumpliendo ninguna reigla, no jugando a la suerte de matar se está fuera de la suerte de matar, y a o cabe suerte con el estoque, cabe la puñalada que mata de una vez o mata con ensañamiento; es lo mismo, la suerte de matar no se ha intentado. Todas estas reflexiones- nos hacíamos en Alicante viendo torear a Luis Miguel Doiminguin, porque en este torero se da la circunstancia de que sabe orear. La suerte, esa suerte del sorteo de lotes, de que toquen los toros más bravos o menos bravos, de mejor cons- trucción o de peor conslrticcíón, más fáciles o más difíciles o más peligrosos (que es la única suerte o azar que a d mitimos en el toreo) la resuelven en el ruedo los toreros que sahen torear, toreando a cada toro según su condición. Una de las cosas que debe hacer el torero, aunque parezca desorbitada la sugerencia, es enseñar al toro a embestir, que es la facultad o capacidad para llevar al toro por donde quiere el torero que no suele ser por donde el toro quiere ir. Este es el punto culminante del toreo de Luis Miguel. lEn Alicante le tocaron dos toros de condición distinta. (Casi siempre los t o ros son de condición distinta, aunque aparentemente sean ignales, por eso es tan difícil estar igualmente bien en do toros. El primero era un toro áspero, que se habia quitado el palo en vara un poco bronco, dé arrancadas poco tranquilizadoras ail que había que t o rea: r cuidadosamente ex, poniendo. El segundo (cuarto de la tarde) que se había salido suelto y blandón de los caballos, una vez metido en faena eni todo suavidad. Luis Miguel le había puesto al primero dos pares de frente y uno al quiebro, andándole mucho en los pares de frente, dejándose ver del toro, sin carrerones desromipuestos y cuadrando en la cabeza (estos pares son mis preferidos) En la muleta estaba el toro desagradábale, de arrancadas desiguales, le cambió d e terreno llevándole, no con pases de tirón que aunque suelen emplearse mucho son pases que desengañan y descomponen

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