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BLANCO Y NEGRO MADRID 18-06-1960 página 62
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BLANCO Y NEGRO MADRID 18-06-1960 página 62

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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CH O P I N do. La literatura y la mudRü alcanzaban inusitado esplendor. En 1830, Stendhal publica Rojo y negro; Lamartine, Armonías poéticas; Víctor Hugo, Nuestra Señora de París; Alejandro Dumas, Carlos Vil; Alfredo de Musset, Cuentos de España y de haliti; flonorato de Balzac, Fisiología del matrimonio; Teófilo Gautjer, Poesías. Pintan Eugenio Délacroix, Horacio Vernet, Paul Delaroche, Ary Scheffer. Componen, por fin, Cherubini, Meyerbeer, Roesini, Auber, Berlioz, Litz. Y gobierna Luis Felipe, que acaba de estrenar la llamada Motuirquia de Julio. 1 ambiente intelectual de la ciudad del Sena es captado inmediatamente por el artista polaco y Chopin comienza a adquirir popularidad, a relacionarse; actos que desembocan en el concierto en la sala Pleyel el 26 de febrero de 1832, cuando sn nombre salta, favorable acogida de crítica y público, al Olimpo del arte. A Chopin se le podría apodar el bien amado. Su figura frágil, indolente, gusta a las damas parisinas y asimiladas. Delfina Potocka figura entre las admiradoras más fervientes, pero Federico planta sus ojos en otro amor imposible: María Wodzinsfca, hija del conde Wodzinsky. Los amores del músico y la condesa tienen toda la traza, el corte, de una novela romántica. Nieck dijo que Chopin necesitaba de alguien con quien suspirar: por y con Maria suspiró lo suyo. Una tarde, el músico ensimismado dejaba correr las horas; María entró, le separó las manos del rostro y se le quedó mirando. La muchacha se asustó al contemplar el gesto melancólico, desesperado, de Federico. ¿Qué tienes? le preguntó. El músico le contestó inmediatamente: Llenas mi alma. Cada cual se expresa a su manera. María Wodzinska y Federico Chopin se amaron tiernamente; fueron novios, hasta estuvieron comprometidos. Pero el sino de tm buen romántico, y Chopin lo era perfecto, es la desdicha, y entre los amantes se alzó la barrera de los prejuicios sociales. María Wodzinska era una aristócrata polaca, Federico Chopin un polaco burgués. Era un músico prometedor, admirado por Litz, por por Mendelsonn, pero sólo un músico, muy poca cosa para los Wodzinsky. Dulcemente, sin violencias, el amor fué cortado por las conveniencias y la llama se apagó, y una herida más vino a minar el espíritu del maestro. María se casó con el hijo del conde de Sharbek, precisamente con aquel a quien Nicolás Chopin había servido de preceptor. declaraba- emoción que, libre de toda clase de prejuicios se centra en el amor. Armandina Aurora Dupin, baronesa de Dudevant, nació en París en 1804, siendo, por tanto, seis años mayor que Chopin. De rancia familia aristocrática, descendía de Augusto II, elector de Sajonia y Rey de Polonia, fue siempre de ideas avanzadas, que puso en práctica humana y literariamente. Es prolija la relación de amantes que se le achacan, algunos de ellos de verdadera talla intelectual. Casada muy joven con el barón Dudevant, nn terrateniente yecino de Ñohant, donde los Dupin poseían una propiedad rural, pronto se separaron y Aurora se trasladó a París para dar cauce a su vocación literaria. De su matrimonio con Dudevant tuvo dos hijos: Mauricio y Solinge. El primer contacto con las letras francesas lo tuvo Aurora a través de un periodista, Julio Sandeau, que le dio buenos consejos y el seudónimo que luego popularizó. Al apellido Sandeau quitó las vocales últimas y quedó Sand; en cuanto al nombre dicen sus biógrafos que el de Jorge era mu; co- mún en la región que la vio nacer. Puesta literariamente Jorge Sand en el mundillo parisino, ganó pronto reputación y de la mano de sus amantes poc propios merecimientos alcanzó una estimable posición. Amó a Próspero Merimee, a Franz Litz, a Alfredo de Musset, y aún habría que añadir otros nombres de segunda fila- Miguel Everard, el abogado que tramitó su divorcio; Pietro Pagiello, médico de Musset; Pelletan y Mallefllle, preceptores de sus hijos- -que emparedan sus relaciones con Federico Chopin. Es curioso observar cómo el amor de estos dos seres tan diametralmente opuestos y que- duró ocho años comenzara con una decepción. Las primeras noticias que Cbopin arroja sobre Jorge datan de una carta a sus padres en 1837: He conocido a una escritora célebre, madame Dudeuant, que usa el seudónimo de Jorge Sand. No me gustó. Hay en ella algo que me repele. Es indiscutible que la repulsa fué breve, pues aunque en un comentario a su amigo Hiller redunda en la opinión: ¡Qué antipática es esta Sand! No parece una mujer. Dudo que lo sea, la amistad crece entre ellos y pasa al grado amoroso con que la conoce la Historia. En 1838, Chopin y Sand son amantes. Es nn año dichoso para Federico, que entonces compone cuatro mazurcas, tres val- ses brillantes y cuatro estudios; hasta la dichosa salud parece ofrecer un porvenir optimista, que el doctor Goubert dice que no tiene nada de partvcular, que sólo necesita un poco de descanso. ¡Otra vez el amor, el verdadera amor! exclama Chopin, y el amor tiene por marco el espléndido de la residencia de Jorgit Sand en Nohant. Pero la tuberculosis es implacable. Federico recae y aprovecha la coyuntura del viaje de Jorg y sus hijos a Mallorca, también el pequeño Mauricio está delicado, para unirse a la expedición. De la marcha y sus resultados informa la propia Sattd: Ya era bastante aventurado marchar al extranjero sola, con dos niños, uno de ellos enfermo, para añadir la terrible responsabilidad nle llevar otro enfermo más grave de lo que suponía... Pedí a Chopin que midiese bien su fuerza moral, porque siempre le había aterrado Ut idea de abandonar París, sus amistades, su médico, su casa y su piano. En fin, él se decidió y partimos juntos. V. SEGUNDO INTERMEZZO. MALLORCA La experiencia msillorquina fué, en verdad, desgraciada para Federico Chopin y Jorge Sand. En 1838, el 8 de noviembre desembarcaron en Palma. Mallorca y España toda, vivían en pleno clima de incertidumbre. Dos años antes, Mendizábal había desamortizado los bienes eclesiásticos, lo que llevó al exilio a los frailes cartujos de Valldemosa: la guerra civil, en su versión carlista, azotaba la Península IV. LA MADUREZ Y JORGE SAND Lo que humanamente pierde Chopin lo gana la música. La plenitud del genio sé expresa en melódicas composicio- nes y su fama crece por medio de la creación, acompañada de su arte de concertista, aunque esta faceta fué más tratada por necesidad que por vocación. Federico Chopin prefería crear a interpretar y sólo las presiones de sus editores o necesidades perentorias lo subieron al estrado. Compositor, concertista y profesor de piano, los años transcurren en París para Federico Chopin, que se ha situado totalmente. A Federico le gusta vivir bien, vestir con elegancia, rodearse de comodidades. Lo reclama su espíritu sensible y lo exige, lo de vivir con comodidades, su cuerpo débil, la naturaleza enferma. Los cenáctilos intelectuales de París conocen y admiran al joven músico de mirada trágica y rostro anguloso que captó el pincel de Delacoix, y en uno de ellos, posiblemente en el salón del marqués de Custine, conoce a una mujer de personalidad extraordinaria, de complejo proceder y confusas reacciones: madame Jorge Sand. La literatura tiene en esta mujer un prototipo. Su vida es una carrera en pos de la emoción- -según ella misma

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