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BLANCO Y NEGRO MADRID 18-06-1960 página 8
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BLANCO Y NEGRO MADRID 18-06-1960 página 8

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ EL SECUESTRO DE EICHMANN O LA JUSTICIA POR LA PROPIA M A N O Por Manuel AZNAR OMO mis lectores saben, un alemán, Adolfo B Eichmann, que fué coronel de las fuerzas J policíacas en la Alemania de Hitler y parti cipo muy gravemente- -según parece- -en la persecución y martirio de los judíos, fué secuestrado hace tres semanas en territorio argentino. Los secuestradores fueron unos voluntarios judíos; en realidad, un comando de asalto reolutado, dirigido y amparado en Israel o desde Israel. Adolfo Eitíhman, que anda por la cincuentena, perteneció a los equipos ejecutores de Himmler. Ocupaba una posición subalterna. Sobre él ardía la feroz implacabilidad rde un Müller, de un Kalterbrunner, de un Heydrich. Pero, muertes Martín Bormann, Alfred Rosenberg, Himmler y esos otros chacales que acabo de citar, pasaban a primer plano, y condensaban las cóleras más violentas de los israelitas, hombres como Eichmann, con cuyo nombre están gimiendo las prensas de todo el mundo. Se le acusa de haber matado a seis millones de judíos. Se entiende que no los fué asesinando uno por uno, a punta del propio cuchillo o de su personal pistola, sino que asumió la resipcnsabilidad de enviarlos a las cámaras de gas o a los hornos crematorios; y asi ha de otorgarse que sobre él recae una terrible acusación. Eichmann, por supuesto, dirá que se limitó a cumplir órdenes y que, segundón como era, o tercerón, no se le Ofrecía otro camino que el de! a obediencia. Muertos y enterrados sus jefes, ¿quién le desmentirá? ¿Ni qué importa, después de todo, que le desmientan o no? Si algo más necesitábamos saber a propósito de aquel espectáculo de horror y de criminal sadismo con que Himmler y sus lugartenientes violaron todas las leyes divinas y humanas, ahí está el libro reciente de Wal ter Schellenbei- g, que deja bien aventadas las últimas dudas posibles. Ante lo que vamos conociendo de todo aquello, es imiposible sustraerse a una profunda sensación de espanto y de repugnancia. El crimen de genocidio cometido contra los judíos- -y contra muchos inocentes no judíos- -abruma el espíritu poi su violencia y por su injusticia; y suscita un irreprimible a o en nuestra sensibilidad. Partiendo de que Adolfo Eichmann perteneció, con personalidad notona, al gran equipo exterminador, no puede exi. stir incertidumbre sobre su condición de monstruosa alimaña. Hasta aquí es completo nxzestro acuerdo- mi acuerdo, al menos- con el Gobierno y con los voluntarios de Israel. Pero... A DOLPO Eichmann, el responsable supei viviente de -seis millones de asesinatos, vivía en la Argentina. En el inmenso revoltijo de personas y de cosins que fué la Alemania destrozada de 1945, este coi- onel de las S. S. buscado, husmeado, perseguido día y noche, escondido con la muerte en ios talones, consiguió salvar la frontera alemana. ¿Saltó a Suiza? ¿A una pequeña ciudad austríaca? ¿Al Tirol italiano, descolgándose desde los aguilenos montes bávaros? El caso es que aquel capítulo de su terrible odisea física y espiritual- más esipantosa, quizá, esta ultima- -terminó en Buenos Aires. Cuando se abra el público juicio sabremos en qué sollado de barco trasatlántico y con qué papeles atravesó Eichmann el Atlántico. Buenos Aires, multitentacular, refugio de millares de alemanes, era la promesa, acaso la seguridad de sobrevivir. Desde la Dársena Norte o desde el barrio de la Boca hasta los primeros campos que se abren hacia Ro. sario. hacia Córdoba o hacia Mar dei Plata, ia vida de

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