BLANCO Y NEGRO MADRID 04-06-1960 página 50

GRANADA T J j i l W XSWJ- i 1 1 Por Francisco GARFIAS J J- Lf J. JCJL JLJÍLJ Con oeasicin del segrimdo ainiversario de la muerte de J u a n B a m ó n Jiménez, publicamos ei siguiente trabajo, donde s e habla del gran amor que el poeta sintió siempre por Andalucía, especialmente por Granada, y se reproduce por vez primera una carta de s u m a n o a Isabel García Lorca, escrita al regreso a Madrid después de u n viaje a la ciudad del iDarro e n 1939. Las f o tografías, halladas entre los papeles de J. B J. corresponden a ese viaje y son inéditas. H AY que ir desechando la leyenda- tóípico casi- -de un Juan Ramón Jiménez introvertido, deshumanizado, aislado en sn nui) e lírica, protegido del mundo por cuatro muros de corcho y endiosamiento. El poeta de Moguer, aunque a veces huyera de los hombres- -sobre todo en épocas de agudas crisis nerviosas- -era un ser humano, a veces humanísimo, amador de la luz y de lo seres, de los animales y las flores, de los niños y los, pájaros. En su obra inmensa, publicada o inédita, encontraríamos cientos de páginas que asi lo atestiguan: recuerdos de la infancia; paginas d ternura sorbre sw madre, a la qiie no llegó a olvidar en vida; encantadoras cartas familiares; ver- sos de emocionada religiosidad; canciones campesinas y frutales, directas y vividas, y ese libro inédito de prosas y versos sobre Zenobia que el poeta pensaba publicar alguna vez con el titulo de Monumento de amor Pues bien, en esa linea de acercamiento casi franciscano a los seres y las cosas está su emoción hacia ciertos paisajes españoles, andaluces sobre todo. En una ocasión, escribía a proposito del castellanismo tan en boga en la literatura, de entonces: España no es sólo Castilla. Los meridionales somos fenicios, griegos, romanos, árabes, y lo pardo de la meseta central no nos invade del mismo modo que ios jardines y el mar Sabemos la pasión del poeta sobre Moguer- -su blanca maravilla su luz con el tiempo dentro -no sólo por esa inefable elegía moguereña que es Platero y yo sino, y además, por incontables páginas de recuerdos de infancia y emocionadas sombras. También sabemos su predilección por Sevilla, a donde un día soñó plantar su tienda fabulosa de poeta universal, proclamándola capital lírica de España, y donde hubiese muerto, rodeado de su hermana y sus sobrinos, de haberse realizado su deseado retorno a la Patria. Pero hay una tercera ciudad a la que dedicó admirables páginas de poética exaltación y que fué como un Federico Oarcía Lorca y su familia con Juan Ramón Jiménez en Granada, en 1 S 29. En la fotografía de la página opuesta, J. R. J. con Isabel García Corea, Precissmente en este número publicamos, en la sección de Carías al pireotor una carta firmada por Isabel y Concepción García Lorca. A f I