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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-04-1960 página 83
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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-04-1960 página 83

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página83
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una tarjeta y echarla con la montera. Si el torero resulta cogido y no puede matar al toro, tengo mis dadas acerca del deber en aquel instante. ¿No es a mí a quien corresponde matar al toro? Ya sp que puedo hacerme e distraído, lamentando el percance con el de al lado, y ocultando la montera como cuerpo del delito. Pero sto ¿es correcto? Tengo la seguridad de qjie otro torero cogerá el estoque y la muleta antes de que yo me decida, lo cual se puede interpretar asi: ya que usted no se atreve, mataré yo al loro que ha herido a su amigo Lo mejor es que no le brinden a usted un toro, que esto no trae nada más que compromisos, se lo digo yo. Solamente se puede usted dejar brindar un toro de Domingo Ortega. Porque cuando Domingo Ortega torea, es dar u n repaso -que nadie se piq e- -a la Tauromaquia. Aquellas reglas que se recopilaron avaladas por Pepe- Illo y más tarde por Paquiro las practica Domingo Ortega con una maestría saturada. ¿Cómo es hoy Domingo Ortega? Su toreo, serenado con la práctica y madurado con la edad, no tiene una violencia, ni una duda, ni una temeridad (entendemos por temeridad en el toreo, olvidarse de las reglas, cuando no desconocerlas, y emplear el valor con la casualidad) El toreo de Ortega es perfecto; está más cerca del toro que estuvo nunca, pero con tanta naturalidad, que se advierte, cuando al disponerse a matar, separa las banderillas que asoman por el testuz, cogiéndolas por la mitad y sin encorvarse. Sería de desear que estas lecciones de toreo que escribe Ortega en el ruedo, quedasen allí grabadas para enseñanza de toreros y de públicos, pero la arena es movediza, como ios pies de los toreros que rayan con sus palotes h lección de Ortega, que nadie aprovecha. (Por ésta y no por otra razón, ando yo ahora en este quehacer ae sacar Inz las lecciones que dio Domingo Ortega, y de las que tomé, como estudioso, muy buenos apuntes. Cuando después de esta maravillosa lección ñe toreo, que para que no se pierda la escribo, vino a hacerme la reverencia cortés del brindador, cu vez de devolverle la montera le eché njuivocadamen. te mi sombrero, que si no estaba sudado con sudores de muerte como la montera, es porque los periodistas no escribimos con el sombrero puesto. in

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