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BLANCO Y NEGRO MADRID 02-04-1960 página 58
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BLANCO Y NEGRO MADRID 02-04-1960 página 58

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LA L CUCAÑA Cuento por J. CURTO GÜZMAN problemas. Como 3 U paciones. Como su mimísculo periódico hablado cuya tirada empieza de madrugada y termina al anochecer, voceado en las calles, cuchicheado en las esquinas y comentado en casa. Todos se encargan de inventar las noticias, de aumentarlas o corregirlas, según convenga. Todos son redactores y lectores al mismo tiempo de su periódico En dónde y por qué tucen algunas? Quizá se las envíe el cielo... Como les envía el sol y el agua. En esos cuatro días no escucha la campana. Come, bebe y duerme sin sujetarse a un horario. Todos los años Arboleda hace su programa de fiestas. Son muchos los festejos anunciados y muy pocos los realizados. La razón principal es levantar un salpullido de envidia a sus vecinos y rivales los del pueblo de Peña Chica. Todos los años en sos fiestas respectivas cada uno añad una nueva hoja con festejos nunca oídos y menos vistos. Y lo que anitiguamente empezó por un programa reducido va camino de convertirse en un diccionario... En esto ha consistido su rivalidad más g r a n d e hasta ahora. Pero en el horizonte de sus vidais, sin mucha ilusionas, han aparecido unos nubarrones que anuncian tormentas... Cada pueblo stá formando su equipo de fútbol... A víspera de las fieskas del pequeño pueblo de Arboleda lodas las alies, a las diez de la noche en punto, se Iluminan con hogueras, alrededor de las que bailan y saltan mayores y pequeños, dislrazados todos, como si hiciesen sacrificios al dios Momo... El fuego de las bognefás los purifica a todos y parece como si las llamas al subir hiciese el lavado de su alma y coraíones, dejándolos puros y limpios de sus pequeños rencores y envidias. Todo lo olvidan en ese momento y sólo hay un pensamiento colectivo: divertirse. Cuatro dia duran las fiestas y el pueblo gasta euanto puede o finge poder, robando al sueño muchas horas para divertirse, y al dfa y al trabajo algunas para dormir. En esos días Arboleda vive quemándose en la fiebre de la diversión. Tiene el pulso más fuerte y por sus venas circula la sangre más de prisa. Pasados esos cuatro dias vuelve a caer en el trabajo monótono y amodorrado de trescientos sesenta y un días, sin descanso y en silencio. El día primero, al asistir a misa mayor, stílen a la calle los vestidos y zapatos de estreno. Hasta ese día y hora las jóvenes tienen gran cuidado en que no se entere nadie para que la sorpresa sea mayor y evitar que haya copias de modelos. La entrada en misa es un destile de modelos También es costtinibre en esos días hacerse los nuevos novios, y muchos que ya lo ion aprovechan las fiestas para acelerar el expediente matrimonial, dándose el caso, repetido todos los años, de que a los nueve meses, sobrepase el número de nacidos al de matrimonios ekbrados. En esos días, Arboleda no guarda el reglamento por eü que rige su vida, siemprv a taque de cáttipana. Arboleda se levanta, come y dUerme cuando la campana de la iglesia toca los AveMarfa del alba, del mediodía y del oscurecer. Gn trescientos sesenta y un dias poco sucede en Arboleda que tenga impoirtattcia y que salga fuera de su término municipal, pequeño para su mal. Todo queda dentro. Todo es peqnefio. Como sus iliieiones. Como sus Para la tarde del segundo día de fiesta había anunciado un festejo que, aunque pequeño y sin importancia, había despertado ilusión y pasión. iLa gente se iba acercando a la plaza, prodigando a diestro y siniestro pisotones, codazos y empujones sin que nadie se diese por ofendido. Se oía un zutttbido sordo, como de colmena, ahogado por las conversaciones a distancia, canciones a coro, llantos de niños, sin motivo en unos y a causa de azotainas en otros, sonar de pitos, mercancía voceada, olor a fritangas... Todo confuso y no sin cierta armonía. La mayoría de los hombres iban en camisa, y algunos llevaban sobre ésta el chaleco desabrochado. Las mujeres, hasta los treinta años, con vestidos claros; de esa edad para arriba vestidas DE SERNY ILUSTRACIONES VALEDERO PARA EL CONCURSO DE CUENTOS de oscuro. Y toda sofocadas y deci doras. De pronto comenzó a oirse un murmullo que subía por la calle principal hasta llegar a la plaza en donde crecía y se hacia más denso e inteligible: ¡La cucañat ¡La ciicaña! -repetía sin cesar el rumor. La gente abrió callé, apretándose a ambos lados, para dejar paso libre a unos hombres que llevaban a hombros un palo ensebado, de nnos orho metros de largo. Delante iban gritando y cantando muchos chiquillos que pusieron en peligro algunas mésa de dulces y baratijas, cuyos dueños, echando sapos y culebras por la boca, daban guantazos o los más próximos pdrfl impedir que aquéllas fuesen derribada Con gran dificultad pudieron llegar los del palo al centro de la plaza en donde había un hoyo de unos cincuenta centímetros de profundidad. Descarigaron la cucaña y la Guardia Municipal, escasa y on poca autoridad, trató con

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