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BLANCO Y NEGRO MADRID 26-03-1960 página 80
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BLANCO Y NEGRO MADRID 26-03-1960 página 80

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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IOROS FALTA OFICIO Por Gregorio CORROCHANO liuan Vázquez, en el suelo, ve cómo s u s compa- i flepos alejan ai toro que Je infirió un puntazo. T ODAS las profesiones tienen una técnica, una norma de oficio. La de torero, que tiene una variable que es el toro del que hay que hacer depender el íoreoi, tiene miicho oficio. Es posible que esto suene mal a los que suena bien el arte de los toros vino del cielo pero antes de ser arte celestial fué oficio, que abrió camino al arte. Sin el conocimiento del toro en todos sns estados y tiempos de la lidia, sin saber lidiar que es la base sobre la que se apoya el arte del toreo, sin las reglas fundamentales de, parar, templar y cargar la suerte para mandar, auxiliadas con tener en cuenta los terrenos y las querencias, no hay arte del toreo, aunque haya posturitas coreográficas. Sin lidia n o hay toreo. El que no sabe el oficio no sabe torear. Recuerdo que una vez, en u n tentadero, le dijeron a Joselito el Gallo: José, da la muleta a ese muchacho; verás qué bien torea. José le dio la muleta; la vaca estaba hecha para el muchacho; el muchacho toreó muy bien. Salió otra vaca que era distinta de la anterior, que había que saber to; rear, que no estaba hecha para principiantes toreros de salón prefabricados, y. el muchacho, cada ven que se ponía delante de la vaca, la vaca le atropeHaba ahora no toreaba bien. José le dijo: Cambíala de terreno y dóblate cuatro o cinco veces con la vaca; verás cómo la tofeas. El muchacho replicó: Eso se dice muy bien desde ei burJadero. Joselito salió del burladero co- mo una centella, le quitó la muleta al muchacho, cambió a la vaca de terreno, se dobló cuatro o cinco veces con ella, y después toreó con facilidad, con arte, como quiso; tal como se lo había dicho al muchacho. Ctlando terminó, se acercó al muchacho, le devolvió la muleta y le dijo: Toreas muy bien, pero no 8 a es torear. En el toreo, lo difícil no es torear, sino saber torear, conocer el oficio de torero. Hay muchos que torean bien y no saben torear, como el muchacho del tentadero. De Joselito y del muchacho del tentadero me acordaba el domingo en la plaza de Madrid viendo la novillada. Toreaban Curro Puya, Carra y Juan Vásiquez con sus correspondientes cuadrillas. Sumaban nn buen pniíado de toreros. Alguno, en algún momento, toreó muy bien; ninguno sabía torear. A los novillos de dOn Germán de AndúJar, había que saberlos torear. Tenían casta; para poderlos torear bien, había que empezar con ellos como Joselito le dijo al muchacho. De los tres novilleros, uno dé ellos. Carra, hubiera podido lograrlo, porque torea muy bien por bajo cargándoles mucho la suerte, pero apenas lo inicia se va a lo que ellos llaman torear, con más precipitación que temple. Muchacho, ¿por qué. después de ese pase cargando la suerte, que ya ve usted adonde va mandado el toro, da esos otros atropelladamente, sin temple y sin mando, quedándose a m e r c e d del novillo? ¿Quiere usted que le diga por qué? Porque le falta oficio; por lo mismo que no sabe usted descabellar; por lo mismo que los peones que no saben correr los toros con una mano, torean a dos manos, lo que tampoco saben; por lo mismo que el puntillero levantó los toros; porque no saben ustedes su oficio. Curro Puya cae de lleno en el ejemplo del muchacho del tentadero. Toreó muy bien, pero al toro que le cogió, que embestía siempre queriéndose ir, había que saberle torear, y por preocuparse solamente de torear muy bien, sufrió u n lamentable percance. Juan Vázquez, torero más de pies que de brazos, no era el torero más a propósito para esta novillada y también resultó herido. No se me oculta que se trata de novilleros, y que nada tiene de particular que no sepan su oficio, pero hay que decírselo para que lo aprendan; callar lo que está mal, por benevolencia, es contribuir al mal, y lo que es peor, a los percances. Precisamente, uno de mis propósitos al escribir la tauromaquia de Domingo Ortega, no es tanto, recoger para su fama posterior sus lecciones borradas de los ruedos, como para que sirvan de enseñanza a los muchachos que quieran ser toreros; a los que como dijo Joselito: Muchacho, toreas muy bien, pero no sabes torear. Si advierto a la presidencia, qne hay que observar el estado de los toros para no mandarlos a banderillas con falta de puyazos, creo ayudarla a su cometido, que tiene también mucho de oficio que realza su autoridad.

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