BLANCO Y NEGRO MADRID 19-03-1960 página 107
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página107
- Fecha de publicación19/03/1960
- ID0005259259
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i- Sjív La mujer miró hacia el mostrador para comprobar que el camarero no podía escuchar la conversación. (Fotos V. Muro y García- Pelayo. timo viaje que yo realizaba, pues en un reconocimiento médico me habían dia; gnosticado una enfermedad nerviosa, que me impediría volar dur a n t e los próximos dos años. Estaba desesperada. No recibía noticias de mi hermano, que trabajaba en Australia, y la pérdida de aquel empleo se me antojaba una verdadera catástrofe. Fué entonces cuando Emil me propuso el matrimonio, y, aunque sólo le había visto una vez y no habíamos tenido tiempo de conocernos a fondo, cometí la enorm. e tontería de casarme con él. La muchacha hizo una pausa y miró a Marita fijamente, con un ruego en la mirada. He aguantado todo lo que usted pueda imaginar desde entonces. Mi marido es un hombre egoísta y reconcentrado. No me da nunca dinero, y, a veces, sin avisar- siquiera, permanece fuera de casa semanas enteras. No hemos tenido hijos y el hogar ha llegado a convertirse para mí en una, verdadera cárcel. Hasta que hoy, a las diez de la noche, decidí marcharme. Hice la maleta, descerrajé un cajón del despacho dónde yo sabia que mi marido guardaba habitualmente una cierta cantidad de dinero y cogí u n taxi dispuesta a trasladarme en avión a cualquier ciudad del mundo donde nadie me conociera. Cuando estaba a punto de llegar al aeropuerto, me pareció que h a bía actuado con demasiada precipitación. Deirepente, me pregunté qué podía hacer yo sola en un país desconocido, y entonces decidí visitar a mi mejor amiga, Marina Nersa, para exponerle claramente la situación. Indiqué al taxista la dirección, pero me bajé del coche a unos quinientos metros del chalé, pues quería serenarme y me pareció conveniente dar un paseo respirando el aire frío de la noche mientras pensaba cómo iba a enfocar el asunto. No sé cuanto tiempo estuve a n dando entre la niebla. Probablemente, media hora. Por fin, me dirigí hacia de casa de Marina dispuesta a contarle toda la verdad. Atravesé el jardín, subí las escaleras de la entrada y llamé al timbre. Nadie me contestó. Entonces vi que la puerta estaba entreabierta, la empujé y entré en el hall Cuando buscaba el conmutador de la luz, pues la habitación estaba a oscuras, tropecé y caí sobre aígo blando. La muchacha encendió otro cigarrillo- Era el cuerpo de un hombre. Me aparté y mi mano rozó la suya, que aún estaba caliente. Tuve suficiente sangre fría ipara tomarle el pulso. Estaba. muerto. Entonces salí de allí corriendo y después de vagar por calles desconocidas vine a parar a este bar. No sabía qué hacer y entonces me acordé de usted. ¿Llevaba guantes cuando entró en el chalé? -Sí. Pero para tomarle el pulso me quité el de la mano derecha. ¿Y tocó usted algún objeto antes de salir? -Creo que no. Es decir, entorné la puerta principal para dejarla como estaba. ¿No sabe usted quién era la víctima? -No. Marita observó de nuevo a la mujer. -Lo mejor será que vayamos