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BLANCO Y NEGRO MADRID 12-03-1960 página 85
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BLANCO Y NEGRO MADRID 12-03-1960 página 85

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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interés que no suelen ser frecuenles en las corridas. El gesto se lo dio Ortega. Había circulado, y hasta creo que se había pdblieado, una patraña insidiosa, lanzada la víspera de la corrida, con la intención de causarle un daño y un perjuicio que aquí nadie tasa; por eso se pueden hacer estas cosas con irresponsabilidad. No olvidemos que estamos en el país de los caramelos envenenados. Se le preparaba al torero n mal recibimiento. Una vez más se llevaba a la plaza de toros eso que llaman ahora política; que debe ser un poco de! veneno que sobró de los caramelos. Pero hubo error de organización. Ya hemos dicho otras veces que a las corridas no se va como al mitin, 8 cosa hecha. En las corridas interviene el toro, magnífico animal al que el hombre no ha logrado todavía corromper. Por eso es la tínica profesión, la del torero, la que tiene el desquite al lado del fracaso, la que lleva la reparación de la mano de la injusticia; porque el que resuelve es el toro. Como resolvió esta tarde. Como ha resuelto tantas y resolverá. Como resolvió aquella tarde que se vendían a la puerta de la plaza pitos pa pitar al Guerra y cuando caia el primer toro del Guerra, caían también todos los pitos al roedo. Porque el público de toros, por mucho que quieran envenenarle, responde siempre a un imperativo: el del torero que se arrima al toro. ¿Qué pasó? Que al salir las cuadrillas, los de la consigna recibieron con pitos a Ortega, que ai m no había toreado este año en Madrid. El torero, blanco de traje y de cara, se fué a su sitio a esperar. No hizo un gesto, no era todavia el momento. El gesto lo llevaba dentro, guardado, en el sitio que los hombres guardan los gestos. Le quisieron hacer salir con aplausos reparadores. Ortega no salió, no se movió, estaba en su puesto. Salió su toro. Entonces salió Ortega y salió su gesto. Entonces, cuando el t ro, que es cuando salen los gestos de los toreros. Tenía el gesto enérgico del q i e ha esperado con ansia este momento para contestar. Y cuando se le ovacionó al torear de capa- -comienzo de la contestación- -se quitó la montera y seiludó a toda la plaza. Sólo entonces, cuando se había ganado los aplausos, pero a toda la plaza, a los que le hablan recibido bien y a los que le habían recibido mal; a todos, como diciendo aquí estoy; esto es lo m í o el loro Y ya toda la plaza le aplaudió: los que le habían recibido bien y los que le habían recibido mal. Y mandó que le llevaran el toro hacia el sitio donde creyera más hostilidad, para ofrendar más de cerca, y allí se arrodilló, no artte el público, sino ante el tor 6, símbolo imparcial de la corrida, a quien el hombre no ha logrado todavi corrbmper. Así empezó la faena de mu- leta. Antes había brindado a todos los espectadores, a todos sin distinción, y como prenda de desagravio, quedó la montera en el ruedo, como si hubiera muerto el pájaro negro que silbó. El toro quería irse. Ortega no quería que SB fuera, y así se desarrolló la faena, en la que expuso el torero y logró destellos de su arte. 1 público aplaudía; el pájaro negrp que silbaba estaba muerto en el ruedo. Por eso no le espantaban los sombrero? que él público arrojaba. Media estocada, desigualándose el toro, que acaba rodando. Petición unánime de oreja, que no concede la presidencia. Esto redobla las ovaciones con dos vueltas al ruedo. ¿Creyó la presidencia que no estaba bien muerto el pájaro que silbaba y temió revivirle? Ortega, al recogerle y saludar con él, le enseñaba como diciendo: está muerto. Entonces debió verlo el presidente porque apenas cayó el otro toro de Ortega, de la estocada que siguió a la faena de castigo y absoluto dominio, aguantando con emoción las arrancadas del poco picado animal, la presidencia sacó su pañuelo, tan pronto, que más parecía pedir la oreja qué concederla. Domingo Ortega salió de la plaza llevando en la mano al pájaro negro oue silbaba. Le había matado el gesto del torero. Guerrita salió la tarde de marra con un montón de pitos en el esportón de los capotes. El público es así, cuando los toreros son así. IB f J o DE ANTONIO CASKBO V r di Ya)

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