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BLANCO Y NEGRO MADRID 12-03-1960 página 70
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BLANCO Y NEGRO MADRID 12-03-1960 página 70

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página70
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pletamente. Es una noche oscura, sin luna. E l doctor, ya en la calle, su be a un automóvil. El chófer, medio aáormilado, se hace repetir la dirección. Poco tiempo después el doctor se apea. Ahora no Hueve. El doctor mira a un lado y a otro. La calle es estrecha, oscura, silenciosa. La casa del conde de N es un viejo edificio de piedra. Tiene un color grisáceo. A un lado de la puerta hay un Jescudo, también de piedra. Representa á un águila devorando a un león. La puerta, grande, p e sada, de vieja madera ennegrecida por Jos años y la humedad, tiene un gran llamador de bronce. El doctor lo alza y. da dos golpes. Lus ecos se pierden por la callé estrecha en medio de la noche. El viejo portón se abre en silencio y el doctor pasa al vestíbulo. Un criado, alto, seco, ceremonioso, recoge 1 abrigo, el sombrero y el paraguas. Luego, sin abandonar su flema, se. dirige al doctor. ¿Tiene la bondad de pasar a la b i fclioteea? El señor conde l e está esperando. La biblioteca es un gran salón, rectangular. Está decorada con pesadas corlinas rojas que tapan las tres amplias ventanas. En el fondo, entre dos de las ventanas, hay una chimenea francesa. Los leños chisporrotean, sembrando ia estancia de soniíbras imjirecisas. Cerca e la chimenea hay dos o tres sillones. En uno de ellos está sentado, el conde de N Cuando se abre la puerta y aparece el doctor, el conde se levanta y va a su encuentro. ¡Mil felicidades, señor conde! ¡Muchas gracias, mi querido doctor! ¡Cuánto tiempo sin verle! -Sí; es cierto. Usted nunca está enfermo, y yo tengo tanto trabajo... El doctor y el conde ríen. Luego se sientan en los sillones, al lado del fuego, El conde de ÍN... tiene veinticinco años. Son los que cumple hoy. Es a l to, delgado, un poco cargado de hombros. Su cara está pálida. Su cabello es rubio y tiene Jos ojos azules. Mientras el conde habla, el doctor contempla la habitación, En la pared, frente a ellos, haiy un cuadro m Uy grande. Es eíl retrato de una joven que se parece mucho al conde. Los cabellos de la dama son negros; los ojos, azules. El doctor contempla el cuadro durante unos instantes. Luego su mirada se extiende por la habitación. En el rincón más lejano una armadura habla de uno antepasados ilustres. Al cabo dé un rato el doctor dice en voz baja, como si hablara consigo mismo: -Todo sigue igiial. ¿Y para qué cambiar, doctor? -responde el conde- Dejemos lo pasado; sólo el futuro merece que le concedamos importancia. -Sí; quizá tenga usted razón. La puerta de la biblioteca se abre y aparece un criado. -Señor conde, los restantes invitados han llegado. ¡Gracias, Jorge! A h o r a mismo vamos. El criado desaparece. El conde se vuelve hacia el doctor: ¿Quiere que se los presente? -Será un honor para mí, señojr conde. Los dos hombres se ponen en pie y salen de la habitación. En el vestíbulo hay tres damas y os caballeros. El conde se los va presentando al doctor, -Mi prometida; Luz Santaclara, condesa de B El viejo doctor se inclina. ¿Para qué el nombre? Sólo con la de sus ojos es suficiente. La condesa de B ríe alegremente. Su risa es serena, dulce. Es muy bonita la joven condesa. Tiene los ojos grandes, profundos, soñadores... La conversación se hace general. Instantes después un criado anuncia que la mesa está preparada. Los invitados van pasando al comedor... La comida ha sido magnífica. La conversación, amena. El conde de N... ha derrochado ingenio. A los postres, el barón de H í e levanta. Sostiene ana copa en su maño. ¡Brindemos- -exclama- -por la felicidad de los futuros esposos!

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