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BLANCO Y NEGRO MADRID 12-03-1960 página 66
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BLANCO Y NEGRO MADRID 12-03-1960 página 66

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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sacar ninguno más. Las revistas literarias tienen- -está visto- -ana duración efímera. A h o r a asisto también a la Agrupación Alvarez Quintero donde he ingresado en el cuadro de actores, y probablemente ingresaré también en el cuadro de actores del Liceo (no; no estoy loco aunque te lo parezca. Quiero estrenar mi comedia- -un juguete cómico, at m sin titulo- y a ello se debe mi nueva faceta de actor, que, desde Juego, me gusta) Pues sí, me siento triste y debe ser porque noto la falta de una mujer. Después de cuatro cursos en Granada ya está bien de tonterías y necesito una novia de verdad. Cuando estuvimos en Motril, con la Tuna, a principios de enero, nos ofrecieron un baile en el casino l o cal y conocí allí a una muchacha que me impresionó. Se llama María de la Soledad- -Solé- y es preciosa. Yo tampoco le caí mal según me pareció. La be vuelto a ver, aquí en Granada, donde pasa a veces temporadas con unos tíos suyos, y hemos salido juntos muclias tardes. P o r eso, quizás, la de hoy, la encuentro vacía. Pienso también en casa. Mi padre no se ha repuesto de su último arrechucho del corazón y temo cualquier mala noticia siempre. Con el corazón no hay bromas. Además, si el año que viene salen bien las cosas, me encontraré acabando la carrera; y surgen nuevos problemas. No seria el de menos, desde luego, el que se avecina: con Solé, si tuviera qae marcharme. Discúlpame por todo este rollo inmenso que te estoy poniendo, pero necesitaba una válvula de escape y esta carta me está sirviendo de expansión. Este año es posible que pase aquí la Semana Santa; aún es prematuro hablar de ello- pero quisiera conocerla. Ya veremos quién tira más, si Sevilla o si Granada- Sole. No te lo dije? Me dice el camarero que están cayendo chispitas de. nieve. jVo es una nevada formal, pero me voy a ir a la calle; el espectáculo no es frecuente ni siquiera aquí y voy a pasear hasta la Virgen de las Angustias, para irme después al Hogar bajo este sitímlacro d, e nevada. No dejes de pasar por casa y dime cómo encuentras a mi jiadre. Un fuerte abrazo de Santiago, contestarte y un día por unas cosas, otro por otras, el tiempo se ha pasado sin hacerlo. Hoy pienso desquitarme. El curso está concluyendo. Y con el curso- -no quiero engañarme a mi mismo- -mi estancia en Granada. Las últimas noticias que recibí de casa, aunque pretendían tranquilizarme, concluyeron por demostrarme la gravedad del estado de mi padre. Así, pues, si no se produce un cambio en su salud- -y el médico, que es buen amigo, no me ha ocultado la amarga verdad- éste será el último año que permaneceré aquí. Hace una n o che espléndida y pronto los tilos gigantes de esta plaza de Bib- Rambla, desde la que te escribo, la llenarán de un delicioso perfume. Y. entonces, ya yo no estaré en Granada. lEn estos instantes, como en un torbellino, desfilan ante mí tantos y tantos recuerdos que ya nunca podrán apartarse de mi alma. Nunca creí yo mismo que llevara a Granada tan dentro. Ahora que veo la inminencia de abandonarla para siempre, me doy cuenta de que ya es parte de mi vida, de que aquí han transcurrido Ioscinco años más hermosos, más llenos de ilusiones de mi existencia. No sé quién podrá decir que ésta es una ciudad concentrada, triste y que no sabe entregarse. Lo que sucede es que Granada es avara de sus encantos, de sus ensueños, de su duende de ese misterio hondo e inexplicable por el que vive y para el que palpita. Y ese misterio de Granada que se encuentra en sus plazuelas dormidas, en sus jardines perfumados, en sus calles del Albaycín retorcidas como una canción andaluza, es inútil buscarlo porque no se halla jamás; porque llega a invadirle a uno sin saberse cómo, lentamente, en una pausada invasión de dulzura. A veces, cuando en la alta madrugada he oído la campana gigante de la Catedral, desplomándose sobre la h e lada noche como una cascada de misterio, dolorosamente abierto, he sentido que rondaba mi cuarto el geniecillo burlón, de cejas con cristalillos de hielo, que se esconde para cantar sus canciones inteligibles en las fuentes, que retoza en la arboleda de la Alhambra y sisea en los cipreses que bordean, junto al Dai r o el legendario Puente de las Brujas... Yo, Luis, me he levantado en pleno invierno para ver la inmensa luna que llamaba a los cristales de mi alcoba y blanqueaba en la lejanía los picos de la Sierra... Granada, mientras yó viva, irá dentro de mí como algo inefable; como un tiempo vivido en alas de ilusión y fantasía. Las estrellas parpadean en la n e gra comba del cielo y siento una dolorosa punzada en el ánimo: creo que ya nunca volveré a ipisar estas losas frías; 1. í s Granada, 30 de abril de 1950. Querido Luis: ¿Qué dirás de mi después de tanto tiempo sin escribirte? A veces, los h e chos marchan por distinto camino que el deseo. Desde que recibí qoticias tuyas por San José, he estado pen. ando TAC-

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