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BLANCO Y NEGRO MADRID 27-02-1960 página 56
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BLANCO Y NEGRO MADRID 27-02-1960 página 56

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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RIÍÍ Á nuestros días, aunque bien sazonado por u mejor antigüedad, literaria. Leopoldo PAXFRO nos invita, y hasta nos empuja a la esperanza, y eso tenemos que agradecerle, además de su iprosa, rica en hallazgos y sorjirf aí, qiie hahla cl l e n g u a j e de Li f R A 5 E ARTISTA L EN SU VIDA Roland Penrose: Picasso Ediciones Cid Madrid. UCHOS son ya los libros que Si han escrito sobre Picasso. Unos atienden principalmente a su obra, y entre éstos se cuentan algunos excelentes testimonios ds ezpañoles, Camón Aznar, Cirici Psllicer, Gómez de la Serna y otros más. De los que se refieren más a la biografía del pintor, sin dejar de lado alguna crítica circunstancial, tieqen mayor importancia los de autores extranjeros. Entre ellos, este de Boland Penrose, amigo por largos años de Picasso, ai aue presenta justamente con ese particular conocimiento debido en parte a la propia experiencia del escritor y en parte a los recuerdos y datos suministrados en su intimidad por el graii malagueño. No hay inotivo para resumir aquí esa historia, que es sobrado conocida; tampoco sería oportuno entresacar algún detalle curioso, alguna pintoresca anécdota, que separada del conjunto perdería mucho de su valor. Se t r a t a de u n libro escrito con admiración y amistad, pero no por ello menos independiente. Lo apologético aparece muy poco en estas pá. ginas. Más bien se advierte cierta frialdad adrede, no malograda, en la que el protagonista va pasando vitalmente ante los lectores con toda la riqueza y variedad de su vida, profunda y radicalmente enlazada con su obra. La historia de Picasso tiene una continuidad impresionante. P o c a s veces se da u n a fijeza tal de camino, un cumplimiento t a n decidido de los propósitos iniciales, una determinación t a n constante. Dssde la infancia, el genio rebelde se manifiesta, pero sin salirse demasiado de su tiemipo. Expliquémonos: en la vida de Picasso- -ivida de pintor, absolutamente- -no surgen al principio estridencias descaminadas. Es uña vida que rompe muchos moldes, que se distingue desde el comienzo por su capacidad equiparada de destruoción y construcción; pero no vemos en ella ningún gesto ridículo de anticipación, ninguna íscapatoria por la tangente. Picasso sé sale da cauce, pero con sabiduría. De los resultados de tal desbordamiento h a n de tratar los entendidos del futuro quizá con N J ERAS PICASSO M ve tewiMliM más justicia que los de aiiora, apasionados en diversos sentidos y sentimientos. Lo que sí se deja ver es que el trabajo, la constancia, el aprendizaje y la independencia no aparecen reñidos en la adolescencia de Picasso, como tampoco van a contraponerse a lo largo de su ya avanzada vida. Puesto que se trata de una biografía, y no de una monografía critica, a su carácter hemos de atenernos, sin extralimitaciones que no vendrían al caso. No sin dejar expresada l a robusta confusión que emana de t a n extraordinaria personalidad, y cuánta posibilidad de idiscusión se establece de inmediato en torno de una figura t a n infrecuente. Del bien 0 61 mal que pueda surgir de esta obra, no acabada por cierto, sería conveniente tratar en otra parte, y me parees haberlo hecho en al. gunas páginas de u n reciente. libro mío. Lo que no se puede negar a Picasso es su grandeza, sea ésta un síntoma definidor de nuestro tiempo n lo favorable o desfaverable que hayan de heredar de él los que- difícilmente, vive Dios- -han de seguirle en el arte; sea uiia obra definitiva entre las mayores de la pintura universal, fueta de la época en que se ha producido. Porque las grandes obras de arte han sido hechas en cierto -modo fuera de la h i s t o r i a y el sometimiento a la tem; poralidad no suele contribuir a la permanencia. Los días infantiles de Picasso están evocados por Penrose con una vivaz precisión, que no evita algún error local y onomástico de escasa importancia. La niñez y la juventud del artista tienen para mí una particular importancia emotiva. Sin haber coincidido- -por imposibilidad temporal- -con él en su Málaga natal- que también lo es mía- -tengo en la memoria numerosos detalles que veo aparecer e n los primeros capítulos de esta obra. Algunos de los cuadros aquí citados, y reproducidos en la parte gráfica- -con excesiva pequenez de grabado- fueron vistos por mí, en mis primeros años, cuando ya Picasso, joven, estaba en París. Cuadros que estaban en la casa de mi tía iVtaria Ruiz, prima hermana de Pablo, casada con un hermano de mi madre. Recuerdo la iscalera a cuyo fondo colgaba el inmenso cuadro Ciencia y caridad que me impresionaba por su anécdota y su tamaño. Recuerdo el Monaguillo y el Marinero que estaban en el salón, h erencia de don Salvador Ruiz Blasco, tío del pintor, que le ayudó mucho en sus estudies primordiales. Recuerdo tamhién algunas conversaciones sobre la última visita de Picasso a Málaga, accjñpatiado por Casasgemas, tipo que, para las señoras de mi familia, representaba lo raro, lo estrambótico y lo descomunal; y recuerdo, en fin, los comentarios sobre Pablito envueltos en susto y admiración, de otra de sus primas, quizás la mujer, más santa que he conocido, quien un día me regaló una tablilla arrumbada en el desván, p i n t a d a por Pablo cuando él tenía quince años. Cuando recibí el regalo, contaba yo menos de q u i n c e No le di importancia. Tendrían que correr cinco años más para que me diese cuenta de lo que había perdido. (Porque me dejé olvidada la tabla en algún sitio que nunca pude recordar. De este tiempo, a la vida bohemia en Barcelona, que integra una de las partes más sabrosas y nostglgi- cas del libro. Luego, París, y más tarde el mundo entero. Variedad, constancia, talento, inquietud, y el paso de los años- hasta llegar a este ancianc juvenil y poderoso, voluble en lo permanente, lleno de liumanidad atractiva a ratos, hostil en otros, ejemplar por su trabajo más que por su biografía, pero a última hora uno de los personajes- si no el más- -trascendentales de nuestro siglo. El libro de Penrose se, lee con u n interés sin descenso ni descanso. Al terminarlo, parece que hemos leído una historia general del arte contemporáneo, ceñida a su figm- a más decisiva. José María SOUVIRON

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