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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-02-1960 página 52
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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-02-1960 página 52

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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la manera Ae. meterle el capote al foro sexto, para f ae bajara la cabera y se le pudiera i escffbellar; en la manera de mover el capote así, extendido cuando el toro quiso arrancarse, para sujetarlo allí, donde se le descabelló. Pues a í. ste toro cuarto le hizo Ortega tan lí. iagistral faena, tan cerca, tan confiada, an sin distancia entre el loro y él, que a pesar de estar el toro d o minado a merced de lo que quisiera, el torerij, al rematar un molinete, le cogió líl toro por la parte alta del muslo izquierdo y se lo echó arriba con todos (os movimientos de la cornada. Se levantó Ortega entre la emoción y el eninsiasmo y siguió en el mismo terremj, haciendo las mismas cosas y sin dar un paso atrás. Asi dio In estocada conina de una faena y de una conducta, Do orido de! golpe no i udo acabar de da la vuelta al ruego, ni arrojar Jas 01 ¿jas del toro ail tendido y entró en la enfermería a la fuerza, de donde salió Til na vez curado del fuerte varetazo. Brindó los tres toros: el primero, al gran aficionado (demente Tasara; el segundo, al eminente doctor Jiméneü Díaz, y el tercero, ul ptíblico. Este pase de pecho da Idea de! a profundidad de) tofeo de Ortega. La ipiernSi dereoba avanzada, oomo em ¡pujando al t o r o Ique está a punto de deshacerle tí. lato d e! la zapatilla. i. a iplerna izquierda, dispuesta a dar (in ipaso ipara el pai. e siguiente. La colooaclón es perfecta, Stn oalooarse no es posible torear blett! tJBTie su raloí tiropio, cambiamos le calor. Ahora empieza el del entuíia. -mo ijuB no cesó ni pusada la corrida. Hay corridas nav se acaban -on eil úitimo ioi o- -algunas ames- ésta sigae y seguirá en el comentario. D P la tarde triunfal de Ortega yo quiero destocar una cuestión de ética. Se dló cuenta de U respontiabilidad. No había toreado eti todo el año en Madrid. Había p ú blico de Madrid, Toreaha en Castilla, La corrida era él, Ha bía que superarse. Se superó. Todo lo detuás que sueedió tenía que suceder. Lo principal es darse cuenta de ia situación y no reg. itearla e a nada, darse cuenta de la responsabilidad y afrontarla sin regateos; i para ello hace falta que un toro rompa u n vestido, sin laber hasta dónde va a llegar, ahí está voto, como puede verse el vestido de lÜomingo Ortega. Salió a r r o llador. Desde su primera intervención, no disittittló n lo que iba a Toledo. P o cas vwes le vi torear tan perfectamente de capa romo a sti iprimer toro, Y n partir de ahí pisó un terreno y acortó de tal iitianern la distancia a los toros (jue acabó suspendido en el toro cuarto. Don Antonio Pérez, de San Fernan (do, tnandó una bueiia corrida de toros, jiiny igual, muy pareja, y aunque algún toro decreció en la lidia, puede calificarse de bueno, l eiro una buetta corrida de loros que había que meterse con ello pisarles ii terreno, llevarles t o reados. No era, ni niudho míenos, el loro fjne se torea eolo, ese toro que esperan algunos toreros, y sí no sabío no tienen nada que hacer. Este fué o ro de los motivos de entusiasmo de la corrida. Teníamos un empacho de e sa m o dalidad acentuada como nunca á j esperar al toro, a que salga el toro- lae todo c casi todo se lo hace él. Es cálmente aburrido e perar a que salga ese toro que casi nunca se torea. En eíta corrida se toreó a todos los toros, i f; gún la característica de los toros, perf, no se esperó sino a ique fueran stf. iiendo. Esta fué la norma de la corridr. de Toledo; este fué el éxito rebosante de Ortega, Ortega cortó las oreja de sus tres toro salió a estocada p i r toro, y para mí el éxito no fué el éxVto, sino el áníMo que preparó el éxit, Éste torero ya sabe el terreno ijue piísa en las plazas. En esta corrida acortó las distancias liasta lo inconcebible. H y que ver el esfuerzo jue hacen alíganos toreros para tocar la punta del c i e r n o Hay que ver k facilidad, In mfínera natural y sin esfuerzo, con que Ortega les cogía los cuernos p o r la ima orra y cómo andaba así con ellos y có no les metía la cabe a en la muleta. El nejor toro suyo fué el del cuarto lugar, ¡Qué bien se lidió el toro! íQué t e r f i o de banderillas con Hafaelillo y Míigritus! ¡Qué sabor t o rero el de esíc Rafael! En cualquier detalle. En r, más insignificante, Eti Ortega toreó cotí mejor estilo que nunca. Cuidó los toros y la lidia con gran perfección. No tuvo un descuido, pues aunque le cogió un toro no fué por descuido, sino por exceso de celo, porque estuvo más valiente que lo t o ros. Cómo los llevaba, cómo los Tñria, cómo los obligaba y sujetaba a alguno que quiso huir. ¡Qué amiplitud de tor e o! Eso es torear. En íin, una tarde completa del toreo; se toreó; ni un momento hubo on toro que mandase en el ruedo. En Toledo mandaban los toreros, porque ios había. El toreo es oso: que la inteligencia y el valor d o mine al instinto y a la acometividad. Dio la norma Domingo Ortega, y, como una consigna, la siguieron todos. Por eso pasó en triunfo por la Puerta de Visagra. El ptíblico, satisfechísimo con el calor del entusiasmo soportaba el calor de un día de siega y de era. Cuando se desparramó por todos lo caminos de Toledo, para llevar por los campos el comentario de la corrida, se dormía en las eras y en el tajo de los segadores. Había u n fuerte olor a Castilla. Y es que fué una tarde mviy castellana a la Puerta de Visagra. Era julio y fué en Toledo. Toreaba Ortega toros de don Antonio, de Salamanca. Yo vi esa corrida. Aún me parece que la estoy viendo. Así irá hilvanando sus recuerdos, dentro de muchos años, algún viejo ide Yuncos o de Olías o de Villamiel, de los que en el entusiasmo de su juventud, hoy se querían saílir de los tendidos de Toledo. G. C.

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