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BLANCO Y NEGRO MADRID 06-02-1960 página 35
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BLANCO Y NEGRO MADRID 06-02-1960 página 35

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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fil do tor Roberto Spears- que en l foto aparece esposado- -fué detenido por agentes del F. B. I. en un motel de P hoenix (Arizona) donde se habla refugiado, llevando consigo el automóvil de Taylor, el personaje a quien ahora se ree vlotlma del aoeldente ocurrido el 16 de noviembre en el Qolfo de Méjico y en el que en prIn iplo- se supuso que habfc muerto el ahora detenido. J. a esposa del doctor Robert Spears (fotografía de la derecha) supuso primero que su marido había perecido en el accidente. Después supo, por él mismo, que no habla muerto, y conoció los planes que tramaba. Ella recibió una terrible im. preslón y quiso persuadir a Spears de que confesara la verdad; pero finalmente accedió a ios déseos de él. Ahora, mientras el F. B. I. trabaja sobre el supuesto de que Spears es I causante del accidente en el que se l creyó muerto, ella llora ante los periodistas que la visitaron después de ser detenido el esposo. cuya prima, era de las mayores que se habian contratado en América. Los Investigadores buscaron y encontraron ei cuerpo de Frank. No resultó tarea fácil, ya que la onda explosiva lo ha bía encado veinte kilómetros más lejos del lugar del accidente y había caído al mar. Sin embargo, el cuerpo apareció. Estaba acribillado de trozos de metralla, de un material distinto en todo a la estructura del aparató. La bomba había e x p l o t a d o muy cerca de su vientre. Los investigradores construyeron la siguiente teoría. Frank subió al avión con la bomba escondida en un bolso de lona azul, cuyos restos también fueron encontrados. Con seguridad, pensaba hacer estallar el artefacto al sobrevolar el Atlántico, razón que le hizo levantarse úe su asiento y dirigirse hacia los lavabos no bien se dibujó en el horizonte la línea de la costa. La explosión se produjo un instante después, pero por una circtmstanoia inexplicable el avión, en lugar de virar hacia el mar, viró hacia tierra, cayendo sobre los campos de Carolina del Norte, lo que permitió más tarde reconstruir su esqueileto y con él establecer las causas del accidente. No había salido dé su conmoción la opinión pública americana cuando los hombres del F. B. I. -Oficina Federal de Investigación- -relacionaron el accidente del día 6 de émto con otro similar ocurrido dos meées antes- -el 16 de noviembre de 1959- en el Golfo de Méjico, en c u y a s aguas desapareció, con los 42 pasajeros que llevaba a bordo, otro D. C. que volaba de Florida a Tejas Entre la lista de los muertos figuraba el doctor Roberto Spears, de sesenta y dos años, hombre de pasado tormentoso que había cumplido una larga condena en una penitenciaria del Estado. Al igual que el abogado Frank, había suscrito una póliza de seguros a favor de Francés su mujer, y de sus dos hijos pequeños. La póliza se remontaba a cien mil dólares. Seis millones de pesetas. Como el aparato se había hundido en el Golfo, no había sido posible establecer las causas del accidente. Una semana después de esta primera catástrofe se presentó a la Policia una tal señora ÍTaylor, para denunciar la desaparición de su marido. Coincidía ésta con el día del accidente aéreo del Goáfo de Méjico, pero la señora Taylor tenía motivos para suponer que su esposo no se encontraba a bordo del aparato siniestrado. Los policías, sin embargo, no descartaron la posibilidad, y hasta sugirieron que hubiera subido a bordo por un moitivo descono- cido e inesperado, razón que expll- caria la omisión de su nombre en la lista de los desaparecidos. En sus declaraciones la señora Taylor hizo constar dos detalles al parecer sin importancia. Uno, que el d o c t o r Spears- -uno de los pasajeros muertos- -era íntimo amigo de Taylor. Otro, que en el supuesto de que su marido hubiera viajado aTquel día, su PIymouth hubiera quedado guardado en los garajes del aeródromo, como tenia por costumbre. Por pura rutina, la F. B. I. procedió a buscar el automóvil. Después de dos meses, acabó descubriéndolo a la salida de un modesto motel del desierto de Arizona, conducido por un homl re de cierta edad, que viajaba con nombre supuesto, y que resultó ser el doctor Spears. El doctor Spears explicó a su manera los motivos que le habían impulsado a mantener el equívoco de su muerte a bordo del avión siniestrado. En realidad, su a m i g o Taylor había embarcado en su lugar, pero al aparecer el nombre de Spears en la lista de los desaparecidos, concibió una estratagema para

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