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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-01-1960 página 117
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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-01-1960 página 117

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página117
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oender el termómetro a ocho grados bajo cero. El forense ha fijado la muerte de Berta entre las cuatro y media y las nueve y media de aquella tarde. ¿El (funcionario de A d u a n a s niega haberla visto? -Sí; pero no puede demostrarlo; estaba citado con ella en un pequeño chalet que Bertel posee en la Colonia (3 e la Estrella. ¿Recogió el paquete de Correos? Descubrimos en. el bolso, junto a su documento de identidad, u n sobre procedente de Inglaterra c o n unas revistas de modas. -Ya. -LAdemás realizó todas las compras que había previsto en la libre ta. En u ¡n paquetito encontramos un tarro de colonia, una pastilla de jabón y un frasquito de esmalte para las uñas. En aquel momento entró en el b r una mujer exageradamente maquillada, morena, de unos, treinta años, con un abrigo de lana verde, muy grueso y un pañuelo de seda añudado bajo la barbilla. El inspector le hizo una seña y se acercó a la mesa. Esta es Mariana, la compañera de Berta. Marita lá saludó amablemente y al cabo de unos s rundos, durante los cuales la recién llegada se quitó el abrigo y el pañuelo, quedando con u n vestido negro muy escotado, Marita le bizo las siguientes preguntas: ¿N o t ó usted algün cambio en el carácter de Berta durante los últimos días? -Estalba más alegre que d e costumbre. Le gustaba mucho nuestro nuevo departamento. Era m. uy aíicionada al hogar. Ella Se ocupaba de todo. El jueves habíamos invitado a comer a dos amigas y Berta arregló las cortinas, terminó unos visillos y h a s t a pensaba esm. altar de blanco el taburete y el armarito del cuarto de baño, ¡Pobrecilla! ¿A qué hora solía levantarse por la mañana? -A la u n a de la tarde. Por las noches, veníamos: aquí a tomar unas copas. Casi nunca nos acostábamos temprano. -i ¿Era ordeñada? -Sí, y cuidadosa tamíbién. ¿Iban ustedes a la misma peluquería? Sí; todos los martes y los viernes nos arreglaban én Madámie J a c ques él cabello y lios hacían las ma- nos. Todavía no comprendó c ó m o pudieran matarla. ¡Nunca reñía con nadie. ¿Cómo iba vestida cuando salió de aquí? -Con u n a b r i g o- itnpermeable azul oscuro muy gracioso, con botones de cuero negros y una capucha de la misma teda, que la protegía de la nieve. No usaba paraguas. Maíita y el inspector se despidieron de la mujer después de invitarla a u n a cojia de coñac que bebió de un solo tragó y; salieron a la calle barrida por el frío aire de febrero. Las tiendas se cierran a las siete- -murmuró para sí la m u d t a- cha- Hay algo que no concuerda- -agregó en voz alta- es muy probable que el criminal caiga en sus manos esta misma tarde. ¡Me deja usted atónito! -Amigo mío, comprendo perfectamente que. u n hombre no caiga en ese detalle, Claro, qué todo es una simple hipótesis. Pero a mi modo de ver, el asesino se h a p a sado de listo. Además mi teoría es f ácitoenite c 6 mprobá. biIie haciendo una visita a las oficinas de Correos. ¿Quién la mató?

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