Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
BLANCO Y NEGRO MADRID 02-01-1960 página 67
BLANCO Y NEGRO MADRID 02-01-1960 página 67
Ir a detalle de periódico

BLANCO Y NEGRO MADRID 02-01-1960 página 67

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página67
Más información

Descripción

i en y en 1 A! ruadrafit... ¡San Loreni ifio Mi) valga! Bajó ni abuelo corriendo. Én 1 huerta m oían la voce de loí eHnos. La i aMipana tocaba a rebato, opritoíéitdonoH el pe ho t- omo uiin iiiano itie upretaíte hasta ahogartio A medio vestir, Ettiteiiia no Uey 6 para la galería. Desde allí veíamo cómo la llamaü ha dan trincar las aiadera viejas, caldean do la tejan coaio si fuesen papelen. El (uet! o, como un iinon truo, había co lido y ei tejado de los cohertiüos. Se Veía de veü ett cuando correr a la gen te de un lado a otro cottto figoraii aBti tada (tente cae! deüituda, dando vocefi que no era posible coordinar. La rolduna del poiío Chirriaba contittuaraente, y e oía el ruido dé loti calderos sobre la piedra. Iban lleftando ¡m i vecinOí en (trupos íjue e confundían en a tuella danüa incomprensible. Y las llaffiia con ese prertigio olemne de lo dioHe bárbaros, iban conviniendo en ce niisati la lefia de roble, la paja eca, la vifíá y los aperos de la labranza, apartándoite, á vece como i estuviesen corteando el contacto del ttaa para aparecer luefto con niá furia, hasta que, poco a poco, iftié perdiendo potencia. Aflianecldo ya, sólo quedaban en píe ks paredeii ennegrecidas enseñando los tíiuñonet) de carbón de las viga y, del Sütontón de e icombrotí, un humo detisn y negro ascendía con lentitud lo ittls too jtie ana nube sinieatra de toraienia. Cuando todo había acabado, bajatttoü a la huerta Eugenia y nosotros. Poco vecinoü quedaban laütentando la desagracia. Al lado del posso aún estaban los calderas ron agua. La yegua había muerto. Estaba tiesa, con las patas delanteras coHio preparadas para el trote, y con In cabeza erguida, briosa, lo mismo tjue cuando la rondaba el mucho. Los ojos eran grandes, vidriosos. Lw cero aún conservaba la vida, pero estaba malherido. Le cayera un tronco en brasa sobre la cabestu y lo había cegado. Tenia los ojos quemados. Uno de ellos, eí iüquierdo, arrancado de cuajo. Acurrucado, cuando lo acariciamos no tuvo ánimos para mover el rabo como lo hacia siempre ruando sentía nuestras manos sobre su lomo. Mi abuelo subió a casa partí bajar seguidamente con la escopeta. Mandó que nos apartásemos. Se fué acercando poco a poco, lo lmi tante para no fallar y paffl que Luem- o no reconociese los pasos del amo, descargándole los dos tiros. Mi abuelo sabia 4 ue tin animal riego aún es más triste que una persona. Mientras saca ba los cartuchos yo vi que estaba llorando, Y pobre hue r aquel lebrel liel que tío quiso aullar nuntta por ao ser de mal agüero, murió feliü, sin sabeí jamás que había sido el amo quien lo mató. Cuando estuvimos solos, volvimos a casa. Íbamos los cuatro sin decirnos hada. Pero Elena, con esa voa; de hipo quo deja el llanto, preguntó si el fuego no prendería porque un troüo dé la estrella cayó sobre la paja seca. Y mi abuelo, sabiendo que los caminos del mundo están abiertos siempre ipara los hombres, le dijo: ¡No, mi ipequeSa lenal Las estrellas que se deshace en Ja noche de San Silvestre no son malas. AlH donde caen nacen los frutos y las alegrías. Y, con sus manos obre nuestras caberas, seguimos subiendo los escalones. M. L.

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.