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BLANCO Y NEGRO MADRID 02-01-1960 página 14
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BLANCO Y NEGRO MADRID 02-01-1960 página 14

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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TEHERÁN muy graciosos, pero cuya tonalidad era demasiado asiática para mis oídos, a pegar de que... jPero a lo que iba I Tembló unos minatos la jaca metálica, e encabritó con bastante gracia, giró de costado para dar ima ojeada a las montañas del Blburt y yo me concedí media hora de descanso. La verdad es qtie lo había hecho todo muy bien. Lo que faltaba era cosa de la Pakistán International Airlines Descansé media hora. El Superconstellation volaba sobre el desierto iraquio. A la señora estupenda le daba el sol en los hombros cubiertos por una gasa verde. El niñito se había callado un poco, seguramente por dificultades respiratorias. Coloqué mi caviar en el frigidaire y encendí un cigarrillo. Miré 1 reloj. La una. A las doce de la noche en Homa. jOnce horas para escribir una crónica! Saqué las cuartillas y me puse a escribir. Estaba releyendo la primera cuartilla que acababa de escribir cuando me distrajo un ruido extraño. Pla- pla- pla- ra- pla- pla Creí que era el niño, pero el niño tenía la boca llena de dulce y, evidenteíinente, no podía ser. Glu- glu- glu pla- pla- pla- ra- pla. pla- glu- glu ¡Era el s e g u n d o motor de la izquierda I Miré a mis compañeros de viaje, impávidos. La señora guapa me sonrió y todo. Damasco estaba a la vista. Bajamos. Llovía a cantaros, pero para e ¿o había llevado el sombrero. Dejé mis cuartillas en el avión como un tonto. El aeropuerto había mejorado mucho. Tomé un café y estuve contemplando el avión desde la terraza. Media docena dé especialistas toqueteaban por todas partes el motora ito del susto. Lo dejaron al fin, con aire satisfecho, j los altavoces nos llamaron inmediatamente. Be Damasco a Beiruth hay la misma distancia que de Barajas a El Escorial. Despegamos y quise mirar, na vez inás, los montes del Líbano, alineados en una doble cadena azulada. Glu- glu- glu- plara- pla- pum- pum El piloto nos dejó caer con bastante dulzura sobre la pista de Beiruth. Esta etapa inesperada comenzó a alarmarme. Por si acaso, recogí mis cuartillas y decidí rematar la crónica en la mí de espera. Eran las ocho y media de la tarde en mi reloj. Lo retrasé hora y media. Miré a la señora estupenda, que me pareció vm poco menos estupenda, y a los ciudadanos de marrón, que me parecierom algo más feos que por la mañana. Debía mt la luz de neón, que no favorece nada. Escribí una hora. El delegado de la PÍA, en un inglés indescriptible, me propuso, sonriente, cenar en Beiruth. Me acordé del almuerzo y dije que bueno. De todas maneras, yo no tenía que enlazar en Roma hasti las ocho de la mañana del día siguiente. Cené como un caballero y decidí liquidar la crónica. Las once de la noche. Cinco horas de retraso. Tp é pop U esoal Pina del Sup p (tonstttllatlon y eguí dóollmente a una azafata mopona, vestida del folkiops pakistano, ffie dejé oaep w el asisnto y pespirá hondo.

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