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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-11-1959 página 59
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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-11-1959 página 59

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página59
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pos de convivencia con ella: Salía de casa por las tardes diciendo que iba en busca de trabajo y volvía de madrugada, cuando volvía, y de mal humor siempre. A veces llegaba medio borracha y acompañada por alguno. Entonces a ella le mandaba vestirse de prisa y la sacaba al corredor: -Anda, sal de aquí, que tú ya has dormido bastante... Pero, aun así, había echado de vez en cuando de menos a su tía Flora en aquellos últimos días. Sobre todo, echaba de menos su mano dura y su voz bronca protegiéndola y ahuyentando en la calle a los chicos que le gritaban: ¡Seis dedos! ¡Eulalia seis dedos! Miró con rabia ahora aquel estúpido dedito- colocado allí, como u n esqueje, al costado del pulgar de su mano derecha... Las vecinas empezaron a arremolinarse en contra de Flora y hablaban ya en serio de denunciarla cuando un día, de repente, su tía se marchó con uno. Y ella vuelta otra vez a quedar sola, en una soledad sin esperanza que ya no jpodia soportar. Sin esperanza y sin di ñero. Ni para lo más preciso. Las pesetas que le dejó su tía al largarse con aquél hacía días que se habían acabado ya. Y total- -volvió a mirar desorbitada al patio- -con un buen salto desde aquí, todo concluido... Pero dejaba pasar los momentos sin Resolverse. Hasta que, de pronto, se agarró a la ventana con decisión y trató de dar un fuerte impulso a su cuerpo para elevarlo y lanzarlo al vacío, como quien arroja un fardo inútil. Pero el impulso fué insuficiente y ella quedó de nuevo en pie sobre- el pavimento de la habitación, desconcertada. Pasó otro momento. Un solo momento desnudo y larguísimo. Arei: caría una silla a la ventana... La arrastraba ya cuando u n chillido agudo, que subía desdie el fondo del patio, llegó a sus oídos, imperioso. Miró hacia abajo despabilada y vio a la pequeña Paloma, la mejor de los arrapiezos de Petra, la del guardia, caída de bruces sobre uno de los negros charcos de humedad que decoraban, casi permanentemente, el patio aquel, Paloma- Eulalia no sabía por qué- le sonreía y le tendía sus bracito siempre que la encontraba. Era una niña de dos años desarrollada y bonita que, a pesar de su mirar inteligente, no pronunciaba aún más que algunos monosílabos mal articulados. Como si comprendieran y se necesitaran, era mutda la simpatía entre ellas. Y Eulalia, ahora, sin pensarlo, se lanzó escaleras abajo en su socorro. Levantó a la chiquitina, In besó y le limpió con su pañuelo la cara, las manos y las piernecitas churretosas. ¿Dónde está tu mamá? La niña, que había dejado de llorar y miraba ya a la joven con la gracia de siempre, indicó con un gesto y un gruñido la entrada del patio. Allí aparecía Petra sobrecargada con

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