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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-11-1959 página 9
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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-11-1959 página 9

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NUEVO PRINCIPE DE LA IGLESIA EL NAVARRO P. ARCADIO DE LARRAONA IMPORTANCIA PARA ESPAÑA DE UN CARDENAL ESPAÑOL DE CURU LA ÉPOCA DE LOS INSTITUTOS SECULARES LA ALEGRÍA DE LOS CURAS Por ei P. Federico SOPEÑA A silueta, el gesto, el traiajo del nnevo carclenal iP. Arcadio de Larraona viene a mi mejor memoria desde los años romanos. Los religiosos como el P. Larraona ocupan un puesto singularísimo en la vida romana; se conoce ese ipuesto en cuanto hay costumbre de moverse sin sorpresa en el ámbito de las grandes recepciones. Las primeras veces gana para la atención el color morado, el color rojo; cardenales, obispos, monseñores y tantos que a los de sólo sotana se nos creaba un complejo de inferioridad o de singularidad, Dios sabe. A la cuarta o quinta vez, cuando el gran color es ya costumbre, nos señalan y conocemos a otras figuras. Llega a la recepción nn religioso de años, de porte sencillo como los hábitos, y cuando llega hay cierto revuelo, los compuestos secretarios de embajada se precipitan al saludo, se crea un cierto silencio: resulta que ese padre ocupa ün puesto tan decisivo como discreto en la curia romana. Así conocí yo al P. Arcadio de Larraona, cordimariano. Tantos años de Soma no le han quitado ese aire navarro, esa palabra recia y alegre, esa característica claretiana e hereda de la misión su facilidad para la apertura, su cortesía sin mengua de franqueza. Me explico el júbilo de Navarra: en el lugar más apartado del mundo, si hay una comunidad de monjas, hay también una snperiora navarra. Lo mismo ocurre con las órdenes masculinas. Angeles especialmente guardianes siembran desde arriba ara que no haya familia navarra sin cura, fraOe o monja. Ahora tienen un cardenal. Un cardenal con mucha costumbre de mando y de humildad, juntura característica del religioso que externamente en nada sé d i ferencia del claretiano que predica por los pueblos. L dad de diócesis española; lo fué antes y plenamente el gran Merry del Val. Ahora el P, Arcadio de Larraona puede ayudarnos mucho, y quítese de la ayuda cualquier matiz de pequeña política. La política eclesiástica, la gran política eclesiástica es algo distinto: no se apaga la voz nacional, no se deja de ser español, navarro; no se calma, sino que se acentúa la preocupación ipor la tierra propia, pero desde una perspectiva tan diferente, tan alta, tan necesariamente universal... LA ALEGRLA. DE LOS CURAS No se descubre ningún secreto si recordamos como una característica de nuestro tiempo la entrada en masa, como avasallando, del clero secular en la vida apostólica: tanto es asi que aquellas polémicas dramáticas y pintorescas, signo de vitalidad de la Iglesia, entre las diversas órdenes religiosas parecían heredarse como polémica entre curas y frailes. Añádase a esto otra no menor avalancha: la de los seglares. Pues bien: el nuevo cardenal, el P. Arcadio de Larraona, desde la Congregación de Religiosos, ha orientado ese colosal mundo nuevo de los Institutos Seculares. Hace cuatro años- -he aquí lo de la alegría de los caras- en el Congreso Español de Perfección y de Apostolado, el P. Larraona fué el gran lazo de unión. Clero secular, Institutos seculares, le deben mm bísimo, le deben su apoyo en esta labor de unidad, de trabajo apostólico común. Es humano imaginar una emoción humanísima en un religioso de más de setenta años: cambiar de vestidura, ver florecer sobre hábito negro, elemental, esa lluvia de rojo, de oro, de joya; verlo todo eso como gloria querida por Dios. No menos humana la alegría de sus compañeros de Orden: el padre Larraona vivía ya desde hace tienüpo en el palacio de las Congregaciones, pero rodeado siempre de los suyos. Me imagino especialmente el júbilo de nu grupo de religiosos jóvenes y juristas, profesores algunos del Lateranó: ellos son los mejores discípulos de nn canonista como el P. Arcadio de Larraona, que ve el derecho como inseparable dé esa tremenda, misteriosa, vitalidad de la Iglesia. Provida Mater Ecclesia se llama tina Encíclica decisiva, y yo me imagino la silueta cardenalicia del P. Larraona como una imagen de esa preocupación providente. Sin que se pierda nunca el acento navarro del paso y de las palabras. U N CARDENAL ESPAÑOL EN ROMA Han pasado ya los tiempos en que se buscaban Dios sabe qué motivos patrióticos al señalar la presencia en Roma Je las diversas nacionalidades; esto no es óbice para alegrarnos extraordinariamente de que haya un cardenal español de curia en Roma. Lo fué, hasta cierto punto, 1 cardenal Segura, pero Roma era para él orfan- Monseñor Arcadio de fLarraona, de los Misioneros Hijos dei Inmaculado Corazón de María, que ha sido nombrado c a r d e n a l por Su Santidad Juan X X I I I Junto con otros siete purpurados más.

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