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BLANCO Y NEGRO MADRID 01-12-1935 página 77
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BLANCO Y NEGRO MADRID 01-12-1935 página 77

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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brazos, inclinan la cabeza y permanecen abstraídos largo rato. Y también todos poseen armas modernas, saben manejarlas y aguardan ocasión de ratificar o acreditar su valor salvaje que no teme a la muerte. Si se íes pregunta cuántos son, contestan afablemente que muy pocos, a lo sumo ciento veinte mil. El Servicio de Inteligencia de Inglaterra sabe bien que esa cifra es bajísima al lado de la realidad, porque los senusíes tienen además hermanos y auxiliares en el Sur de Marruecos, en el Sudán, Persia, Imperio de las Indias y hasta en las lejanías de Joló. El Emir y Gran Senusí, llohamed Idris, viste túnica de seda roja y oro, se toca con un fez envuelto en el turbante y se arrebuja en blanco albornoz. Inteligentísimo, reservadísimo y pacientisimo, sabe escuchar y mostrarse impasible aun en trances difíciles no se le contrae un músculo del bron ceado rostro, no se le altera la serenidad de la mirada escudriñadora, no hay estridencias en s. us palabras, ni aun refiriéndose a sus peores enemigos. Estoicamente cuenta el proceder de los italianos hacia los senusíes: desde hace nueve años tienen encarcelado, en Bengasi, a su hermano Said; desde tiempo inmemorial tratan a los nmsulnianes como a bandoleros y ahorcaron al insigne caudillo El Moktar, cuando era casi septuagenario. Afirma que no quiere luchas, que él y MOHAMED IDRIS, EMIR Y JEFE RELIGIOSO DE LA COFRADÍ. DE LOS SEXUSÍES sus subditos desean! a paz; pero no oculta que el máy 3 r de. seo de cada senusí es no morir sin haber dado muerte a un italiano, por lo menos. No les interesa la suerte de los abisinios, porque no son islamitas: pero les interesa que dañen 3 destruyan a sus adversarios. De ningún modo promoverán una revolución; están resueltos a respetar al país que les ha concedido hospitalidad, y jamás crearán conflictos a la Gran Bretaña, pues no quieren ser aplastados si incurriesen en la locura de enfrentarse con sus actuales amigos y protectores británicos. Los jeques, menos reservados o menos hábiles que el Emir, no aciertan a disfrazar con palabras su pensamiento. Niegan que se estén preparando para entrar en campaña y atribuyen la difusión de rumores acerca de su actitud belicosa a mala intención de agentes que pretenden, con sus provocaciones, facilitar el logro de los planes imperialistas de Italia. Sin embargo, aun cuando no lo dicen claramente, los senusíes confían en la protección de Inglaterra. Y sin convertirse en delatores, ni revelar satisfacción por ello, sugieren o insinúan al excursionista la conveniencia de que preste atención a los detalles del paisaje y a las huellas que encuentre en el desierto líbico. Y, efectivamente, el viajero nota- -aun sin ser muy observador- -señales numerosas y recientes de tránsito rodado desde Haman a Siwa, pasando por Mersamatru. Cualquier indígena se encarga de decir que por allí acaba de desfilar un convoy de vehículos militares ingleses: automóviles blindados, camiones y camionetas remolcadoras de artillería especial contra los tanques. El Gobierno británico ha organizado rápida y fuertemente la defensa de esta frontera, que estaba abandonada y que era una puerta por la cual los italianos pudieron invadir Egipto. Pudieron: ya la puerta está cerrada y bien protegida. No imposible, pero sí muy difícil es arribar hasta Sivi a. Las insinuaciones de los jeques tenían explicación clara; los detalles del paisaje eran incesantes convoyes militares, destacamentos y patrullas, nidos de auto- cañones, ambulancias sanitarias, estaciones radiotelegráficas y secciones de exploración dotadas de autos ligerísimos, con enormes neumáticos que les permiten recorrer el desierto sin hundirse en la arena. Los oficiales que mandan estas fuerzas son enemigos de curiosos y de preguntones, y se limitan a advertir a los excursionistas: que es peligroso aventurarse por aquellos territorios; que los informes de los indígenas son siempre mentirosos y que está prohibido viajar aproximándose a la frontera, so pena de comparecer ante un Consejo de guerra, por delito de espionaje en zonas militares. Los camelleros beduinos, mediante una

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