BLANCO Y NEGRO MADRID 24-11-1935 página 179
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página179
- Fecha de publicación24/11/1935
- ID0005177950
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la mesa del speaker Por medio de esa maza, que los representa, el Rey, el Imperio, la Tradición, Inglaterra en una palabra, están presentes y presiden el desfile. Viene ahora la procesión del spéaker Es un hombre alto y grave, tocado con una gran peluca empolvada. Avanza con paso lento, seguido por sus tres ayudantes, que llevan pelucas más cortas. El speaker sube a su asiento y toma la palabra. La sesión queda abierta, en nombre del Rey y por la Patria. En tal momento, la Cámara de los Comunes está llena, a ¡o que parece, como pocas veces lo ha estado, Algúnos diputados, que llegan con retraso, permanecen de, pie; otros se sientan en el suelo. En las tribunas reservadas a los representantes de las potencias extranjeras, algunas embajadas tuvieron que ofrecer hospitalidad a varias legaciones. En la penumbra del palco italiano apenas si se distingue el perfil del signor Grandi. j I! El banco del gobierno. En el banco del gobierno no fa ta nadie, El cráneo de sir John Simón brilla debilmente. Mr. Baldwm, corpulento y fatigado, parece nervioso. Mr. Ramsay MacDonald, bella figura meditativa y apacible, está más quieto que una estatua. Mr. Anthony Edén, delgado, alto, negro, no sabe qué hacer con las piernas y las cruza y descruza continuamente, al mismo tiempo que se mira las uñas con atención particular. En el banco de la oposición rompen la seriedad de los ternos obscuros de la mayoría muchos trajes grises. El mayor Atalia, leader laborista, viste, sin embargo, ae chaquet, pero en cambio, Mr. Arthur Greenwood, que pertenece también al Labour Party, tiene traje de calle. Aquí y allá, en la ordenada masa de los miembros del Parlamento, se ven muchos sombreros de copa, puestos sobre la cabeza, yo no sé si por temor a las corrientes de aire o por convicción. Com ¿no se puede hablar más que de pie, y escuchar sentado, y como las réplicas son rápidas, asistimos a un juego rápido de los oradores que se levantan y se sientan mecánicamente. A veces, parece inclaso que botan sobre sus escaños, tan rápida es la contestación. Mr. Lloyd George, que ha llegado con retraso, se echa más que se sienta en el extremo del banco de la oposición. Durante toda la sesión no cesa de tomar notas sobre un carnet minúsculo, Habla sir Samuel Hoare. He aquí, finalmente, el plato fuerte deí día. Comienza el discurso de sir Samuel Hoare. Como no hay tribuna, sir Samuel Hoare habla desde su asiento, apoyándose despreocupadamente en el venerable pupitre colocado ante la mesa del speaker Tiene ante sí muchas hojas llenas de notas, pero no las consulta para nada. Su palabra es clara y desprovista de efectos oratorios. Sin embargo, entre las frases esenciales, deja lugar al murmullo aprobador de la asamblea, ún yes pronunciado con ritmo éredente, que sube y baja sobre un ritmo invariable. El jefe del Foreign Office i un hombre delgado de silueta, delgado de cara, avaro de gestos. Los taquígrafos toman sus paj g ¿3. velocidad. Yo sé que todas j g imprentas de Londres fijan en el plomo j g palabras del orador y que los hilos telegráficos del universo transportan sus frases. La concurrencia escucha con extraordiñaría atención, que no es fingida; al contrario, se ve en todas las caras un gesto de nerviosismo, todos cambian impresiones entre sí. En esta sala, de dimensiones relativamente reducidas, hace falta realizar wa esfuerzo para recoger la amplitud y la repercusión de lo que se oye. Con la mayor naturalidad del mundo, Mr. Edén coloca los pies sobre el pupitre; su vecino Mr. Brown le imita. Mezcla de familiaridad y de solemnidad, de jerarquía y de igualdad, he aquí un aspecto bien típico de Inglaterra. Después de haber hablado durante más de una hora, Mr. Samuel Hoare se calla, y la sala se vacía en gran parte, En la calle se disputan los transeúntes los periódicos que vocean los vendedores. En las titulares de la primera página apa en letras grandes la palabra Paz. Des e la altura del Big Ben cae la voz grave f campana que anuncia, quiza, el fina! crisis. ea Eparv er. Copyright Agence Lttteraire Internationale.