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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-11-1935 página 170
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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-11-1935 página 170

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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manía, y mientras tenemos tiempo por delante de poner a raya los peligros que sé perfilan en el horizonte? Esta es la pregunta que preocupa a muchos espíritus y que merece ser examinada. En resumidas cuentas, ¿qué quiere Alemania? se preguntan. Espacio, ambiciona espacio, porque se ahoga entre sus reducidos límites. No tiene tierras ni materias primas suficientes para alimentar a su desproporcionada población. Aspira a un Drang fiach Osten libertador... Pues bien, ¡sea! ¡Que lo consiga... ¿O es que vamos a sacrificar nosotros nuestra- paz por la cara bonita de los bolcheviques? Desde el momento en que estamos seguros en nuestra casa, ¿qué nos importan las rivalidades nazi- soviéticas? Si Alemania tiene ganas de apalear el edredón ruso, buen provecho le haga. No vamos nosotros a arriesgar el pellejo de un solo soldado francés por una cuestión que tiene, además, la ventaja de orierífar a Alemania en sentido opuesto a nuestra frontera. Esto es lo que piensan hoy muchas personas que quisieran inclinar poco a poco nuestra acción exterior en un sentido parecido. Francia haga tm Iwlance de ventajas e in- convenientes para escoger, por lo menos durante algún tiempo, esta especie d e repliegue hacia sí misma. Había entonces uri, noventa por ciento de probabilidades de que ese retiro apacible se convierta, al cabo de algún tiempo, cuando la nación vuelva en sí, en el más rudo de los choques. Habiendo extendido su influencia preponderante en los mares del Norte a los del Sur, Alemania se volvería entonces hacia nosotros para exigirnos, cuando menos, el reparto de nuesírp Imperio colonial... Ahí está la Historia para demostrarlo. Cada vez que sé permitió la extensión de Prusia hiacia el Este, Europa Occidental, Europa Central, pagaron las consecuencias... El resultado más claro del I I I Reícfa es que no existe más que una Prusia tentacular del otro lado del Rhin... Y asi la inhibición francesa en los proBleinas del Este europeo, tarde o temprano, hundiría a. Francia en una serie de dificultades trágicas a las que tendría que hacer frente en las peores condiciones de aislamiento... ¿Tiene nuestra generación realmente derecho a exr clamar: Después de nosotros, el diluvio. Desde luego, es una política. Pero una Esto es lo que hace falta saber. política cuyas consecuencias es preciso meSin embargo, ¿hay o nó hay upa c; lla aledir. Y si se ha tachado de excesivamente pe- mana hirviendo a la lumbre? Si apoyamos rezosa la política de Briand, ¿qué diremos las manos sobre la tapadera, ¿no corremos de esta otra? Porque es preciso ver las rea- peligro de que la olla estalle? Así y todo, lidades tal como son. El primer efecto de i podernos encuadrar impunemente la influenuna orientación semejante sería la pérdida cia álemíina en Eurppa? ¿Podemos, acaso, inmediata de nuestra influencia secular en cerrar los, ojos ante sus dificultades demotodos los países en donde el prestigio, la gráficas y económicas sin cometer tina incultura y la tradición francesas han. quedado justicia? ¿Podemos, sin que la irazón noé grabados. El repliegue francés seria inter- falte, sacrificar estos problemas en favbr d pretado como un abandono. Por dé pronto, la I I I Internacional? Francia pasaría a la fila de potencias de seDespués de staa interros ciones graves, gundo orden, con todas las consecuencias inquietantes, se impone irremisiblemente la que esto lleva en sí, ien todos los aspectos. obligación de examinarlas de cerca y sin paCerraríase un ciclo de la Historia nacioral sión. -Wladimir d Ormesson. ¡y qué ciclo! Admitamos, sin embargo, que por razones que tienen im, valor indis (GopyrigM Agence lAtteraire IntemaUonale. cutible no se niega la conveniencia de que Servicio exclusivo para BI ANCO T KBGIUX) í

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