BLANCO Y NEGRO MADRID 17-11-1935 página 88

¡Ay, madre mía 1 endita! ¡T a no veré más mi c a s a! A C A de Resurrección! SU Cantaba la campanita de la capilla, co- Y en el grupo de los hombres. Batiste, él mo niña en vacaciones; cantaban pá- abanderado, chó la cabeza atrás, puso d jaros y regatos; cantaba con su voz íntima, ojo que le que ba en el firmamento, y cantó, c (Hno si rezara: profunda, el verde mar de Íos pinares... Y por un caminito sembrado de rosas veAunque llevamos la cruz nía cantando un grupo de hombres; y por la llevamos con consuelo otro caminito florido, avanzaba a su encuende ver que ésta no es la Vida, tro, cantando, un gfrupo de mujeres. pues la vida está, en el clelo, Despertóse d Sol, y descorriendo sus cortinas de oro, miiró curiosamente. II Vio una extraña banda formada con ¡ns tnunentos enemigos: un acordeón y un vioBatiste, d Bordet, era un mozallón de lín y tmas sonajas y dos guitarros y un cla- veintiséis años, alto cmno un pino. ¡Un rinete... Todo, amparado por una bandera, pino seco! como por unas alas de ángel. La órüga de la l r a lo royó, pudriéndole La bandera, remataba en cruz, y el que medio cuerpo. la erguía, petulante y bizarro, caminaba c m L l ó al sanatorio en un carrucho, un cagrotesca marcialidad, porque una de sus pier- jón especie de ataúd, del cual tiraba Picio: nas era de palo; y el golpe de este palo de un perrazo muy feo y muy sucio y muy no. su pierna coja, acompañaba, con un ritmo ble. El perro era toda su familia. sordo, el paso de la banda y d doble cán- El pobre, nunca tuvo familia: como esos tico. gatitos, que echan recién nacidos, fué haCuando la charanga rompió a tocar, vola- flado en un basurero, símbolo de su vida ron lejos los gorriones, y todas las florecitas, miserable, por un pastor. Aquel buen homaun medio dormidas, sintieron un poco de bre, lo crió con ledie de cabras, y a los susto. seis años d Bordet, era zagaL Cuando muEl S d tuvo una sonrisa de luz para ios rió el viejo, d quedó de i astor; pero muy pronto i e tomó d mal horrible, matutinos cantores. Al descubrirle los dd pueblo aquella gan- ¡Ah, los leprosos! -dijo. Porque aquellos hombres y mujeres y gi na, fué mirado con peores Ojos que si aqudla banda con su bandera, que iban can- fuese. un asesino: dios le tenían- miedo, y él tando y sonriendo entre flores en aquel. ama- se lo tenía a dios... necer radiante, como si fuesen a esperar la Un su amo, subió a la erra donde Batiste toiía su chozo; síp apearse dd caprimavera, eran pobrecitos leprosos... Los pobrecitós, con sus píes roídos, coa ballo, 4 esde lejos, lé arrojó la soldada, añasus ojos muertos, ccm sus manos secas, mar- diéndole un par de duros, ¡pwque eraliomdhaban cantando tras la cruz de su enseña, bre de bt nos sentimientos! camino de la Luz: no de aqudla que eS sol- itás enfenno, Bordet, y iKcesitas a n naciente difundía, sino de la que en d Sa- darte. Deja el traíÁjo. Dejó d ganado y se marchó, arrastrángrario luce constante, con d suave resplandor de la gracia, para todos los corazones dose. Se fué, sin bajar al itud o, sin decirlisiados. ¡Única luz que llega a lo profundo le adiós a aqudla moza, que una vez por San Juan bailó con él; siempre que iba pordel dolor y alumbra su obscura cárcd! Del grux o femenino se alzó, suspirando, su e, cantaba Batiste, que tema nniy maja voz, y día asomaba a sa v itana, enesta copla, am tm temblor de alas: tre dos albahacas, la cara risueña. Ya so Entre pinares me encuentro quería ver ios dientes blancos, que mostracercadlta de montaHaJS. ba su risa sana! P