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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-11-1935 página 68
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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-11-1935 página 68

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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yuntura que los aproximase espiritualraeiite. A partir de aquel momento, Richelieu se precipita en una vida de desórdenes que, aún reconocida la licencia de las costumbres, le señala como un caso peligroso. Inteligente, frío, más culto qué la mayoría de sus congéneres, y dé una fortuna en amor que envidiaría el propio Don Juan, el duque se entrega sin freno a sus gustos, simultaneando, como era de rigor entonces, las emociones de la guerra con los galanteos. ¿Cómo es posible que se sostenga una sociedad sin virtudes? Cuando sólo se piensa en la satisfacción del instinto, como esa aspiración se resuelve siempre con daño de alg uien, él mal que siembra el egoísmo retoña y proHfera a costa de quien lo produjo. Una ley de origen divino lo ha dispuesto así. Es evidente que Luis X I V fué un gran Monarca, puesto que ensanchó las fronteras de su Patria e hizo que la gloria de sus armas irradiase fulgurante por toda Europa; pero, de la sociedad que él creó, armadura de abusos y de placeres, debía salir la revolución que interrumpió el curso del progreso moral de todos los pueblos, más o menos contaminados de aquel odio. Richelieu, pese a su ingenio, su apostura y su elegancia, personifica el tipo del gran señor de aquella época, limpio de escrúpulos, escéptico y de una voluntad desmandada como la tromba. Su EL DUQUE DE KICHELIEU PRISIONERO EN BASTILLA lA duelo con el principe de Lixin, a quien da muerte de una estocada, no sólo no le priva del sueño, sino que le sugiere los comentarios más cínicos. -La princesa debe agradecerme que la haya desembarazado de un marido a quien aborrecía- -dice con la mayor tranquilidad. Es, como se ve, una exclamación digna de Don Juan... Y, sin embargó, aquel hombre, que dividió su tiempo entre los riesgos militares y las conquistas amorosas, no carecía de dotes para la diplomacia. Su embajada en Viena aseguró la paz entre su país y el reino austríaco, y años más- tarde, al ser recibido por la Academia, que había fundado su ilustre antepasado, el cardenal, salió del paso con bastante gracia, entreverando sus propias ideas con los comentarios que le habían sugerido los pensadores más ilustres de la época, lo que demuestra que sabía elegir sus colaboradores. Su fin fué él de todo gran señor que no. quiere abandonar la tradición la cruz que extiende sus brazos misericordiosos sobre todas las flaquezas humanas. Sólo muere impenitente el hombre que da a sus vicios un sentido de soberanía y de infalibilidad; esto es, el or- guUoso que se considera fuera de la jurisdicción de Dios. l IÍLIPE DE 0 R 1. KANS, REGENTE DE FRANCIA Manuel Bueno.

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