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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-10-1935 página 116
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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-10-1935 página 116

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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La herencia real que le tj- uarda el destiim es la más noble herencia que un principe pudiera soñar: reinar sobre el pueblo más culto de Europa y ser el paternal señor de una inmensa reg ión exótka africana; esc Con o que colonizó su bisabuelo Leopoldo, donde millones de nejaros reciben los beneficios de una suave protección civilizadora y abren sus almas ing- t- nuas a ¡as verdades del catolicismo, aprendiendo a reverenciar ante el maravilloso espectáculo de la flora tropical la grandeza del Creador. En e! c a s í ü l o d u c a i de Luxemburgo hay un principito que no es de opereta. Aunque los compositores de la antesriterra tomaron para lug ar de acción de sus operetas el diminuto y patriarcal Gran Ducado que extiende su territorio entre Francia, Bélgica y Alemania, no es precisamente un país de opereta, porque puede presentar rancios blasones, de casi novecientos años de existencia. Por- su enclave entre poderosas nacione. í í ue siempre se temieron una a otra, puede, sin duda, mantener e! milagro de longevidad histórica de su dinastía, que allá por los años I! 50 fundara Ulrico de Idstein y boy re. genta Carlota de Nassau, Gran Duciuesa y madre de! heredero Juan, espigado muchaclitielo de catorce años de edad. La infancia de este iiiíio aún, Gran Duque luxemburgués, es quizá la infancia real que ha transcurrido en más plácido ensueño. Nació después de apagar. se el incendio guei rert! ¡ue rodeando sin tocarla su pequeña patria, destruyó media Europa. E! palacio ducal, de caperuzas góticas, era la jaula dorada, pero libre, donde éí, pajarillo de bello plumaje, ha ido creciendo con el cuidado de ayas y azafatas, en. galana y ternísima címipetencia de va. sal! aje. Como! a otra Nassau de Holanda, su madre no reina sólo, impera en el corazón de sus 110 muy numerosos subditos, y ante IMS ventanas ducales nunca han. llegado ni la protesta airada ni el motín. Todo e! Ejército es guardia real, pues por su i) equeñez no tiene más empleij que rendir los honores y prestigiar con la fanfarria de sus desfdes el relevo diario, ese cuadro deliciosamente decorativo de toda Monarquía tradicional. Para el príncipe, esta ceremonia, que contenipla muchos días con la ingenua maravilla de nmchacho ¡ue sabe son para él aquellos clamores de trompetería, debe ser como el eco de las glorias de sus antepasados, que llegara de antañ j ca) 3 algando a lomos de un épico poema recitado por su profesor de Historia. Pero aquellos tiempos pasaron. Desde las torres góticas de la Ducal morada puede el principito abarcar con la mirada casi todo el territorio de su futura mando: la ciudaíí hermosa donde los i alacios emergen entre jardines, sobre los que M I G C K I J Í- V 1 AXIA. KJ. K I S O QUK PUS KBY,

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