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BLANCO Y NEGRO MADRID 06-10-1935 página 91
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BLANCO Y NEGRO MADRID 06-10-1935 página 91

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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tiene pánico al mosquito. Sólo así se explica que vencedor del parto y de! i b e r o triunfante en las empresas más difíciles, novse atreva nunca a desecar y c o l o n i z a r su propio país. Digo que se explica, no que se justifique, porque el miedo profundo es de índole irracional, instintivo y no puede razonarse nunca. Ahora voy a decirte una cosa que sospecho, ahora que no me oyen los eruditos. Tú sabes que el divino Cesar de la qens Julia se c o m p r o m e tió púb icamente a desecar el Pontino. En un momento de jactancia baladronó la empresa. Y a veces se me ocurre pensar que César no murió asesinado, sino que s suicidó, al ver que tenía que cumplir su palabra y le faltaba coraje para eso. Se pasa bien el Rubicón, pero no se pasa el pantano. Para ser franco, o si prefieres cínico, diré que quizá Julio César se murió dé miedo o quizá le mataron sus soldados, que se atrevían a luchar con el númida, pero no se atrevían a luchar con la mosca, i Y en el fondo, cuántas revoluciones no se hicieron para irse de procónsules a la Narbonense o a Lusitania, o sea por huir del paludismo! Porque la CA. SCADAS I B T I V O H EL ílNTIGUO TlBUIl DE 1 W) S ROMANOS. urbe está constantemente sitiada por los ejércitos amarillos de sus iberos los AJpes. Y vence en Tesino, la fiebre que, en llegando el estío, orga- Trevia, Traximeno y Cannas. Ahora, ante nizan su cerco anual y no levantan el cam- sus ojos de beréber, habituados a los espo hasta que llegan las nieves de noviembre, pejisnios de la arena, tiembla la urbe. Pero coigcndo antes, en el tórrido de agosto, antes de que lkg ¡üe, le envenena el aire la tantas y tantas vidas en rehenes. insidia del pantano. Hombre de tierra seca, El juego de paradojas y contrarios hace que a veces la dolencia cure y la enfermedad sane. Este principio homeopático- -íimüia similibus- se aplica aquí, porque la fiebre que depaupera a Roma también la salva cuando el cartaginés la tiene empavorccKla, al pie de sus ejércitos triunfantes. En una de las más bellas marchas niilitare. V que. haya habido, cruza Aníbal con con el cuerpo hecho a resoles y dunas, agoniza entre- los húmedos vahos lacustres, que ni en Cartago ni en Cartagena desértica ha conocido. Con las le. giones se atreve el cartaginés, pero a la fiebre romana le huye y se va a Capua, la deliciosa, la ajardinada, donde el agua salta y corren las fuentes. Mucho después, el bárbaro irrumpe estre-

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