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BLANCO Y NEGRO MADRID 06-10-1935 página 45
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BLANCO Y NEGRO MADRID 06-10-1935 página 45

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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más torpes sabían que entre el toro bermejo da de esto sabían los pobres y bravos cuay el toro negro algo fatal y trágico interpo- treños al encajonarlos. Burlados por los níase; pero todos también sabían que se mismos bueyes, sin poder revolverse, como respetaban mutuamente. ratones, caían en la celada que les tendiera hábilmente los hombres de la dehesa con la ayuda de los cabestros. De pronto, todo ae ¿Qué era aquello? ¿A dónde los lleva- oscurecía en torno de ellos. Ni cielo azi ban? Una tarde vinieron los cabestros y al ni alfombra verdosa ni pilones de agua claTrianero, al Macareno y a cinco cuatreños ra, ni recipientes colmados de habas y yemás, arropándolos, ios separaron de la ca- ro. Un rectángulo de madera, donde no rnada y condujéronlos como inofensivos podían moverse. Un ag ujerillo por el que corderiílos, al presidio grande. ¿Qué aguar- entraba un hilito débil de luz. Y luego codaban allí? 4 Por qué eñ los redondos reci- mo si lo arrastraran o los cambiaran de lupientes de piedra le ponían habas machaca- gar. ¿Cómo zafarse de aquel cepo? ¿Cómo das en abundancia y yero además de la hier- encontrar la salida de aquella mazmorra? ba, mielga, grama y trébol, que el terreno también les ofrecía en abundancia? Tan contentos estaban de la novedad en el menú cotidiano que el Trianero y el Macareno no ...arropándolos los separa ron de la carnada y conditcomo inofensivos corderinos al presidio grande se miraban ya recelosos y aigunos días hasta se pusieron a comer uno. al lado del otro. ¿Con aquel cam w g bio de vida había cesado la r i v a l i d a d? Hasta los vaquerizos estaban asombrados. ¿El Trianero y el Macareno juntos, atiborrándose de habas y soportándose mutuamente? En verdad que el caso era digno de estudio. ¡Si uno y otro hubieran sabido lo que les esp. rabal Porque aquello no era un cambio alegre de vida y de bienestar más que por unos días. E 3 Trianero y el Macareno con los cinco compañeros que habían separado también de la carnada, estaban allí como presuntos ajusticiados. Etel presidio grande, donde les engordaban durante quince o veinte días, hasta que la piel tomaba un matiz brillante, pasaban al presidio pequeño, un cerrado todavía de menores dimensiones que el otro. Allí serían encajonados para conducirlos a la plaza, donde habrían de lidiarse. El jiresidio peaueño, por lo tanto, les servía de capilla, de antesala de la muerte, porque de Inútiles todos los esfuerzos para libertarse. ¿Arremeter contra aquelías cuatro paredes? ¡Si no había sitio ni para iniciar el primer derrote! Ni levantar la cabeza podían. El cancerbero, previsor, reíase de su furia impotente. Los cuernos, al menor movimiento, rozaban con un techo bajo y macizo. ¿Cómo encampanarse, cómo acometer si no había espacio? Y durante el viajo, a veces por ferrocarril, a veces por mar, la furia del toro enjaulado aumentaba. Y cuando después de unos días llegaban a la plaza donde iban a lidiarlo, la furia acumulada convertíase en locura hasta en los cuatreños más tranquilos. El Trianero yi el Macareno, desde sus tierras dulces y soleadas del Sur y cada uno en su correspondiente jaula, habían llegado a su destino. ¿Un día y una noche de viaje? Lo ignoraban. Sombras por todas partes y un ansia febril de escaparse de aquel encierro. Cuándo, ya en los corrales de la plaza, levantaron la trampilla de las dos celditas portátiles para dar suelta al Trianero y al Macareno, uno y otro por unos momentos, entumecidos sin duda por e! la plaza no era posiBle salir vivo. Pero na- largo viaje, no se movían; pero a poco, la

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