BLANCO Y NEGRO MADRID 29-09-1935 página 80
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página80
- Fecha de publicación29/09/1935
- ID0005477572
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KI, TOBO iíOJO KMl EZO A Í AMERLB I, A H B K I I I I T J Un Último estremecimiento, los ojillos C ue se cierra como agrónicos y el ave blanca que queda inmóvil bajo el hocico y la mirada compasiva de la fiera. Graznaban los cuervos en torno del pájaro blanco ahora sobre un lecho de margaritas adonde lo arrastrara el toro rojo con el hocico. ¿Quién había herido al pájaro blanco? Algún cazador de patos? ¿El tirador de un chmica de malas intenciones que no respeta ¡l a ni a los espulgabueyes ni a las golondrinas? Lo cierto era que el pájaro i) an 0 tenía una perdigonada por la que poco a poco se le iba la sangre y la vida. El toro roio empezó a lamerle la lieridita, mientras de vez en cuando con el testuz aleiaba la bandada de cuervos hamljrientos. Y lamió los Ixirdes de la herida con tanta solicitud, con cuidado tan exquisito, que al día siguiente, al amanecer, cuando en los lucios y en las albinas ridaron las luces del alba, el pájaro blanco se erguía sobre sus patitas V pudo levantar el vuelo, mientras el toro, cubierto ya de sol, la miraba, mugiendo alegremente, como si dijese en s- u lenguaje obscuro: ¡He salvado a mi amigo! osé Más.