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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-08-1935 página 210
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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-08-1935 página 210

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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L A C A S C A J A R O J A 4 ayuda de cámara, tenía mía anchura de es- sopor del anochecer de aquel día, salió de su paldas correspondiente a su profesión de casa Alicia para ir a la x) tica en busca de luchador. En el bolsillo derecho de cada uno, las medicinas que recetó por la mañana el se adivinaba la colocación de una pistola médico, pues la señora de Massiat no con ¡irowin? Eran asesinos subalternos llama- seguía mejorar. Alicia evitaba ir a las casas de sus prodos a acabar sus días en presidio o en cadalso, pero que a una señal- del jefe me veedores, porque ios comadreos del pueblo dispararán una docena dt- balazos eii el no la dejaban en paz, la habían visto paseando con aquel bandido, mirándose uno vientrei si yo k s dejo siquiera disparar. Transcurrió el día sin facilitar a Juan a otro a los ojos y hablando... ¡Claro es que ella no estaba de acuerdo otros informes, porque Panorme y su supuesta enfermera almorzaron en sus ca- con semejante criminal... Se hablaban y nada más. Pero la verdad era qiie ella pudo imarotcs. A las cinco, entre el concierto y la sesión elegir mejor. Se educó en París, y ya se de cinema, unos lacayos repartieron la lis- sabe que eso no enseña demasiada discreta definitiva de pasajeros; comparándolo y ción a las muchachas; además, pues estaneliminando los nombres que no podían ser do en la misma casa confundió a aquel los de sus enemigos, llegó, de deducción individuo con un muchacho honrado. Varios jóvenes de San Benito de las Olas en deducción, a convercerse de que Panorme viajaba con el nombre de Rieutemps y como Teodoro Dublin, hijo del de la tienda de novedades; Julio Yguf, el segundo pa. su enfermera con el de Violeta Bmyere. Los dos criaidos se llamaban Antonio sante del notario; Ivo Danic, el hijo del acaudalado molinero, y otros manifestaron Cossetar y el otro Próspero Mur. Al ponerse el sol se calmó el mar. El a Alicia en otro tiempo que les gustaba paqiicbot recupeió su inmovilidad y se con- muchísimo, pero ella sólo contestó con pavirtió durante toda la noche en un inmenso labras breves y miradas serias. Todos ellos se reían. palace luminoso, semejante a los más cé ¡Anda! aquella remilgada a quien lio lebres hoteles de París o de Londres, pero había manera de decir dos paabras sin que mucho mayor. Panorme, cuva extraordinaria vitalidad adoptase actitudes de princesa... ¡Aquello no se compadecía con aquel confinamiento, lo explicaba todo! Le gustaba más la comquiso salir. Dio, poco a poco, como co- pañía de los perdidos... Al doblar las esquinas de las mal pavirrespondía a un enfermo, una vuelta a la cubierta de tjaseo. del brazo de la enferme- mentadas calles percibía Alicia ¡a hostilidad ra, que había vuelto a poner cara seria, de los rostros qite se escondían tras los escaparates y los tupidos visillos de las veny seguido por los dos valientes de oficio. Llevaba debajo de! brazo el saquito de tanas. Sus conocidos hacían como si miracuero leonado, que debía de contener las sen a otra parte o la saludaban de un medicinas de ur. srencia oara el caso de que modo raro. La. farmacia de Samvazoire era obscura, e diese alsfún acceso de hemoptisis... El barón de Douzille, de etiqueta, muy pequeña, llenos sus estantes de bocales anelegante, encorvado y apoyado en su bas- tiguos, en una palabra, era una tienda de tón de puño de oro, se cruzó con el en- boticario de otro siglo. Cuando se abría la fermo, a quien cada vez conocía mejor, y puerta sonaba tma campanilla. Las hijas del farmacéutico, que se ocucometió la imprudencia de mirarle demapaban en pegar pruebas de- negativos de Kosiado fijamente. Al llegar a la parte más avanzada de la dak obtenidos en Arranches la semana anproa, se sentó Panorme en el invernadero, terior, se refugiaron en la rebotica, porque y dijo a la fingida enfermera y a los dos al través del escaparate acababan de ver a Alicia. valientes: La señora de Samvazoir, con su pelo- -Ese viejo que acaba de cruzarse con gris bien peinado y unos, anteojos en la nosotros... prominente nariz, ni siquiera levantó! a- Qué? -Que me parece que le he visto antes vista del bordado que estaba haciendo cuande ahora. No cabe duda que he visto sus de entró aquélla; pero el boticario, a quien ojos. A mí no se me olvidan fácilmente interesaba conservar la clientela de la hospedería Marffarila- -ya astiguraba que! a ias miradas. ¿Ese macaco? Pues si no nos ha de señora de Massiat padecía una enfermedad que había de durar mucho tiemoo- atendió molestar nadie más que él... No se sabe nada... Oye, Violeta, pro- a Alicia con la mayor amabilidad poísible. Sí, señorita- -dijo con su voz aguda y cura hablar con él. Hazte confidente suya; entérate bien y hazme un informe detallado. un poco llorona- -todo está listo. Hoy teTengo la impresión de que ese tipo ridículo níamos muchas recetas para preparar pero es muy peligroso para nosotros... ¡Esos be puesto delante de todas las de su mamá de usted. Aquí está la poción, los sellos, ojos! la inhalación y los sinapismos. Todo ello importa treinta y siete francos con cinEn San Benito de las Olas, en medio del cuenta céntimos. Gracias, señorita. Hasta

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