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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-08-1935 página 191
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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-08-1935 página 191

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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22 JEAX JOSEPH REHAC tranjero) y d individuo q t e ha apuñalado al ptÁre BcHKpiet; 1 tndividno o los índividnos, porque es posiWe que ftKran varios. Tiene ttstad, Alicia, Tocación de no velista más que de polioa. Usted, qne conoce tan blsai la wí ádiía escriiár diamas radiofónicos. ¿Cónm se llamaba d b a n d í n a quien no se pwio capturar? -Panorme. -Es un buen consonante die enorme. ¿Por qne ha de haber elegido este e blo en vez de algún otro de los t r d n t a seis mil de F t a n d a? Además, u n ó j i m o qne roba joyerías, no tiene por qué meterse con un Bonquet que, evidentemente, no nadaba en ora. 3 U n atraco noctnmo en San Benito, para apoderarse de nn p w t á m d a s donde pod haber, todo lo más, ICO francosi... No le aoonseio a usted, señorita, qne hable de eso a los inyectores de Segundad, ñi a los geiritarmes s qniera. porque la citarán a usted cxnno t e s t o y tendrá qu í snfrír nmdias nráestías, Lnrbe recálcala sus frases con sendos tragos de ron añejo. A Alicia n o le gustsdia que la disnúntieran de aquel modo, y Juan tenia esa actitud de bromista alcohólico, que a ochaba. RepHc en tono vivo, casi colérico: Pues sí que haljjaré de eso a la polid a Y haré más, buscaré los periódicos de aqudla época, y si fuara predso, tomaré d tren para i r a París y baUar con d actual jefe de la- joyería. ¿Quién le dice a usted que el tal Páhorme no sea de este pueblo? De éí sólo se sabe, según los periódicos, k qne quisieron d e d r sus. cámplices ante d TribunaL Puede que los periódicos no fueran muy xpüdtos, porque las manifestaciones de esa gente no ofrecía gran interés para d público. Pero también i r é a ver a los abogados, al presidents dé la sala, al fiscaL Haré qne surjan d alles nuevos, y ya veremos, si nú teoría es t! ui inocaite como asegura d señor Lurbe. -No te exdtes, Alicia- -dijo la madre- No vale a pana. Se puede hallar de d i o tranquilamente. Además lo mejor será que sometas tus hÍTiót s- s 5 icio de los inspectores de la brigada móvit Vonnik, que llególa con unas tazas de infusión de hierba buena en una bandeja, dijo n voz quejumbrosa: -Ha skk Conan Kemoor, y nadie más. Se lo aseguro a usted, señora! Poco después, Alicia, qne iba al invernadero, se- encontró con Juan, que la detuvo con un ademán, y en voz baja, pero con tono imperativo, violento casi, le dijo: ¿Por qué ha seguido usted manteniendo sú opinión, si yo le hacia señas para que se callara? Ella se puso muy pálida y le temblaron los labios. -ij? ío est obligada a obedecerle a usted! -Bien pudo usted coroprender qae si le hacía aqudlas señas, p jr algo seria. Usted no se figura las consecuencias que pueden ten ¿r sus palabras. Tenía d rostro crispado, de maldad, y ella los ojos anegados en lágrimas, a pesar de lo cual pudo murmurar: Si d culpable se va muy lejos, e inmediatamente, no hablaré a nadie más de mis sospechas... Se dulríficó la expresión de Juan; y ya iba a coger una mano de Alicia, cnamk) pasó Vcnnik con una bandeja en la mano, y entonces él dijo en voz alta: ¡Buenas n o d i e s! Que duerma usted bien y no tenga pesadillas. í í o hay motivo para dio. Seguía densificando la (oscuridad la niebla marina. HiauJa ya bastante tiempo que no se oían pisadas de zuecos en la calle. Na faalHa luces. Si estada iluminado d halcóa de algún enfermo, la niebla no k dejaba ver. En la hospedería Margarita. adherida al acantilado, d silencio era absoluto. penas se percibía, con el oído atento, la llamada de alguna sirena, que venia de alta mar. Sonaban en medio de la nodíc las horas, las medias y los cuartos con esa vibración especial originada por la nieWa. Era una nodie callada, pero verdad framentc espantosa. Una de esas noches que las imaginadones bretonas pueblan de terror. Más tarde, a esa hora en que próximas las prinieras palideces d d amanecer, es mayor la obscuriilad, se abrió caHadamente la puerta d d cuarto de Juan. Salió éste y recorrió el pasillo. Aunque hubieran estado acsriiándole, nadie le hubiera oído, pues ni d más leve roce revelaba su presencia. Parecía como si formara parte de la ofescurídad. Bajó la escalera sin que crujiese ni un solo peldaño. El gato, que dormía en la planta baja, junto a la estufa, no se despertó. Se oyó la campanada de un cuarto de hora 1 el antiguo campanario; luego una medía; d confuso contomo de Juan apareció en d pasillo que iba a dar i. la codna. Llévala en la mano una maleta pequeña que no tenia cuando liajó. EJitonces, a lo lejos, en las profundidades de la vasta mansión callada, se oyeron apagados, los pasos de cojo que tanto asustaban a tas criadas bretonas. Luego dejó de oirse. Se reanudó la tranquilidad. Alicia- ao había podido conciliar el sueño. Se le represaitalía en ÍM imaginación aquel regreso en compañía fc Juan, de poco antes. Volvía a oír sus conmovidas pa-

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