BLANCO Y NEGRO MADRID 25-08-1935 página 25

RA todo cielo y mar. Una ola de tina y honda melancolía acariciaba mi espíritu, que se encontraba saturado de tierras altas de la vieja madre Castilla. A lo lejos se divisaban unos montes, desnudos, fríos de luces, y se entreveía la isla blanca. Acababa de ponerse el sol, y, en este atardecer, el crepúsculo Se asemejaba a un crisol de oro. Allá se navegaba, y he a ¡quí que una músi a dulcísima, despertó d o r m i d a s emociones de travesía. Y allá acudían a cubierta las mismas mucli achí tas españolas, de t i e r r a s del Sur de Francia, y rubias de Inglaterra, ahora ya sin sus máquinas f o t o g r á f i c a s Intrigaba el r u m o r cadencioso de la musiquilla, suave y adormecedora, cuando íe pronto se mostró ante nosotros la visión más p o é t i c a Ibiza. Parecía un b e l é n En su cüimbre, el nido augusto de la Religión. Un puñado de casitas blancas, blancas; o t r a s a b a j o y más abajo otras, y entrelazadas con las casas, guirnaldas de re- flejos mil. Acrecía la música, y en esto, en el barco comenzó a sonar la sirena... Era domingo, y las luces i b i c e n c a s dle suaves giros, tímidas y bellas, allá iban con su andar de palomas, ataviadas con sus indumentos p a y e s e s mantenidas en culto vivo la virginidad de su c o s t u m b r e y uso. T ACUDEN l íVS DUIXJEa IBICBNCAS D E PAUSADOS GIROS, A USENAB. SUS ÁNFORAS EN lA FUENTE DE t A D R O SANETA E Allá marchaban, recatadas, camino de la fiesta, en tanto sus ojos se detenían curiosos, en avidez de instante, en el barco que se encontraba encendido en luz y en ansia de ruta. Quizá en la mañana brotó Els Xeremiers, que anunciaba con sus gaitas las alboradas