Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
BLANCO Y NEGRO MADRID 18-08-1935 página 208
BLANCO Y NEGRO MADRID 18-08-1935 página 208
Ir a detalle de periódico

BLANCO Y NEGRO MADRID 18-08-1935 página 208

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página208
Más información

Descripción

ELEMENTOS DE COMBATE L O S G A S E S M O R T I F E R OS Por el GENERAL BERMUDEZ DE CASTRO N 1921, me detenía yo en la isla de la Trinidad, paraíso donde los tesoros de la naturaleza americana brotan plenamente ai impulso de un ciima siempre igual y de una lluvia diaria de dos horas, que limpa la atmósiíera, dejándola cristalina y pura; apenas alejadas las nubes, una larga hilera de camillas con ruedas, salí, a del hotel- sanatorio y se estacionaba en la amplia esp ana la frente a las montañas que las brisas del mar barrían trayendo a los enfermos, el aire embalsamado por sus plantas aromáti cas; las camillas, por cientos, permanecían allí hasta el amanecer: sus ocupantes eran militares ingleses, víctimas de los gases empleados por los alemanes en la gran guerra; jóvenes que parecían viejos, por las arrugas de! rostro, por el temblor senil de las manos, por la tos que silbaban sus pulmones. Los médicos liabían encontrado que el aire de aquella isla (que fué española en tiempos) lavado por el diluvio que sobre ella caía invariab! emente de una a tres de la tarde, era el más eficaz cicatrizante de los desgarros pulmonares de aquellos infelices. Un impulso de compasión me atrajo hacia los inválidoS; algunos de loe cuales, por haber servido en Gibraltar, conocía el idioiTia español, extinguido en la isla por prohibición expresa del Gobierno británico. Los alemanes- -me decía el enfermo- -ño inventaron nada al utilizar contra los aliados los gases de cloro, primeros que usaron en Yprés; ftié aprovechamiento de una experiencia a costa suya; uno de sus batallones refugiado en un túnel ferroviario durante un intenso bombardeo de preparación de los franceses, pereció entero a causa de las emanaciones de laj granadas de artillería cargadas de altos expíosi vos; los gases que se. desprenden de estos proyectiles, penetraron en el túnel empujados por el viento, y como no pudieran salir por hallarse cerrada la otra boca por un parapeto, aquél improvisado refugio se convirtió en tumba del batallón. Entonces idearon nuestros adversarios producir, en volúmenes comprimidos, grandes cantidades de aquellos gases y enviarnoslos a favor del aire; el resultado fué un éxito parecido al de: la aparición de nuestros tanques en el campo de batalla; pero realizando impresión inversa, porque si los carros infundieron a su sola vista el pánico en las filas enemigas, el gas no nos inspiró a nosotros la menor desconfianza; no sabíamos lo que era aquella nube gris amari- E lienta, que avanzaba hacia nuestra línea; la creímos polvo de tierra levantado por alguna masa de caballería lejana y traido por el vierttoi, que preci) sa. m ¡ent nos llegaba de cara; sólo cuando nos envolvio, y nuestros hombres caían unos sobre otros, retorciéndose en los espasmos de la asfixia, comprendimos que un nuevo y terribk elemento de muerte surgía entre los que manejábamos; pero este, ilícito, fuera de las leyes de la guerra, porque si envenenar las aguas y los alimentos son accienes prohibidas por el derecho internacional, ¿cómo no ha de ser punible envenenar los alimentos, las aguas y el aire? porque todo cuanto toca el gas de guerra vestiduras, viviendas, queda contaminado. Y añadía el pobre muchacho interrumpiéndose a cada frase con una tosecilTa seca: N o esto no volverá a suceder; las cancillerías excluirán de la guerra ese raedio cobarde y cruel. No se equivocaba el oficial británico; las naciones, impresionadas, tardaron poco en ponerse de acuerdo y firmaron, unánimes, sendos tratados, comprometiéndose a no fabricar gases de guerra: pero se equivocó en cuanto a que las naciones cumplieran su compromiso. Cómo iba a súponer un ca! al! éro que las cancillerías, ios Gobiernos y los pueblos procediesen a modo de rufianes? Ni un sólo país cumplió lealmente lo pactado; todos sostienen tabricas y laboratorios, donde sus eminencias químicas se desvelan en hallar fórinulas aún más crueles, más dañinas que los casi inocentes gases estrenados en la guerra anterior; hoy, una gota, una sola gota de Jiíperita, transparente como la del rocío de la mañana, hace mortal la atmósfera de una habitación. Este elemento de la guerra futura, tiene ya una l eligerancia, de hecho, no de dcrecho; se la han dado los reglamentos que practican todos los ejércitos y las príncipales poblaciones civiles; bien que en los prólogos de esos textos (vilipendio de la sociedad actual) se consigne la salvedad de la defensa obligada. La Sociedad de iNaciones, que ha perdido el tiempo persiguiendo la utopia de la paz universal perpetua, pudo haber aprovechado sus enormes posibilidades reglamentando la guerra, de modo que suavizase el carácter espantoso que la dan los altos explosivos, los proyectiles incendiarios y los gases mortíferos. Y no se diga que ello era imposi- ble; los Convenios de La Haya crearon la institución de la Cruz Roja y elimina-

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.