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BLANCO Y NEGRO MADRID 11-08-1935 página 70
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BLANCO Y NEGRO MADRID 11-08-1935 página 70

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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aliados del momento, presuntos rivales mañana. Y un día los cita en su campamento de Sinigaglia. Allí están presentes, Vitellozo Vitelli, dos de los Orsini, Pag- alo, el duque de Gravina y Liverotto da Termo, arrogantes condotieros ligados con César por pactos recientes. Son sus aliados y sus amigos, i Para qué los ha convocado? Muy sencillo; para precipitarlos en la muerte. Ha sido una fría emboscada organizada con entera impunidad. Es, como diría Maquiavelo, despejar el camino de obstáculos. ¿Qué le falta a Gísar para sentir la plenitud de la satisfacción? Haber capturado vivo a Guidobaldo de Urbino. Pero, la Prov dencia pone a veces un fin inesperado a las empresas de la maldad humana. D e pronto sobreviene un acontecimiento que va a cambiar la faz y el fondo de las cosas; la muerte de Alejandro VI, que será para César la definitiva catástrofe. Su poder ha concluido. I fiera, suelta todavía, no podrá usar más de sus garras... ...Hubo pocos días después, en el Vaticano, una escena que mngún pintor ha reproducido. Prisionero del nuevo Pontífice, César solicita una entrevista con Guidobaldo de Urbino, que reside allí mismo por ser sobrino de Julio n y que naturalmente no va a tardar en reponerle en su duca- do. El noble príncipe siente una invencible repugnancia por volver a ver a un hombre que le ha traicionado y que ha pretendido despojarle de todos sus bienes, de su honor, y de su mujer. ¿Por qué contemplar un reptil? Pero, el duque de Valentinois y de Romana, prírKÍpe de Adria y de Piombino, insiste en el ruego, con tan vivas instancias, que el de Urbino se resigna a recibirle. Apenas ha franqueado éste el um bral de la estancia en que van a verse, Borgia se arrodilla y toma la palabra. ¿Qué va a dec r para exculparse? Con qué argumentos o razones defenderá su tempestuoso y terrible pasado? Lo primero que hace el piadoso señor de Urbino es levantarlo con sus propias manos, gesto de generosidad que implica un principio de perdón, Borgia, con la voz velada y los ojos arrasados en lágrimas, depone sus culpas, pero, acompañadas de tales atenuantes que el duque se inclina ante aquel ¡monstruo de simulación. Convencido? No. ¿Desarmado? Tal vez, porque no olvidemos que Guidobaldo de Urbino y su noble esposa vivieron y murieron en cristianos, empresa doblemente meritoria en unos tiempos en que las virtudes parecían colocar al hombre en condiciones de inferioridad para ia conquista de las cosas. Manuel Bueno

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