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BLANCO Y NEGRO MADRID 04-08-1935 página 72
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BLANCO Y NEGRO MADRID 04-08-1935 página 72

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Hablaba revolviendo unas notas, y dijo de del flechador- Me cantó un verso de Rupronto: bén en el recuerdo. Es Sagitario, que ha- ¿Ve usted? Los cometas que yo le he robado una estrella Mi amigo el asanunciado. No tenemos noticias de más. Ha trónomo seguía señalando. -Mire usted la hecho usted un viaje a la China, amigo mío, Cruz del Cisne- Pensé en una composi- -Sólo por el gusto de que me llame usted ción del malogrado Gabriel Alomar, a quien amigo vale la pena de haber venido hasta amo lírico y no püWtico Inmensa Creii- del aquí- -exclamé. Cisne, que eternatiKnt fulgures... Tenía- -Gracias. Le enseñaré a usted algo de el alma llena de poesía, y en los nervios, un esta casa. ansia incontenible de volar. Llegábamos al Subimos a un recinto donde, bajo una cú- otro pabellón. Subí tras mi mentor una espula, abierta por una hendidura, está el gran calera angosta, larga y pina, y entramos anteoio horario. bajo otra cúpula con su hendidura abierta- -Esta hendidura- me explicaba mi ami- al cielo. El gran anteojo ecuatorial giró go- -coincide exactamente con la línea de dócil a la mano del astrónomo, que movía nuestro meridiano; desde aquí, con la len- un volante de automóvil infantil, en torno te, captamos las estrellas, y como se; sa- á sus dos ejes, con sus dos tubos inmenbe exactamente la hora en que pasan por sos uno para la visión y otro para la foel meridiano, comparamos dicha hora, que tografía... Un segmento de luna amarilla es la norma segura, con la que marcan los colgaba como un cuerno de oro en el azul. relojes. Aquí hay unos veinte cronómetros, -Si espera usted que sea un poco más que, máquinas al fin, no son le una exac- tarde, mirará usted la luna... titud perfecta, ni van absolutamente iguaRenuncié. No quise ser su escopetero. les: esta hendidura abierta al cielo, es Ta- -No; no me gusta verle las arrugas a única que nos dice su verdad indudable. Diana. Soy su enamorado. Nosotros corregimos los relojes y les deciDescendimos. mos la hora oficial a las doscientas perso- -No necesita usted veranear- -dije a mi nas, más o menos, que nos la preguntan nuevo amigo. a diario por teléfono... ¿Ve usted esta an- -N o aquí estoy en el Paraíso; es decir, tena? Se llatna la antena de Cadre. Capta por lo menos en el ciclo. todas las ondas electromagnéticas del munEchamos a andar hacia Madrid, por entre do... una doble hilera de aligusties, que eran Reparé en ella, que era como up gran como avanzadas de los pinos. telar, de forma octagonal, puesto de canto. ¿Y de los cometas, qué? -infcrroi ó de Parecía con sus alambres recubiertos de nuevo la angustia que la inmensidad de la seda o algodón, una arpa colosal y extraña. bóveda celeste había renovada en mi ánimo. ¿Y el telescopio? -pregunté. De los nuevos cometas, nada. No sé... Etimológicamente, todos son telesco- ¿Es que tiene usted miedo a morirse? -dijo pios- -me explicó el sabio- pero nosotros de pronto don José Tinoco. sólo llamamos así a los que tienen espejo. -Sí. Y no me gustaría morir con muAhora verá usted el más grande: el anteojo chos, en una muerte colectiva e inesperaecuatorial. Pero hemos de ir a otro edifi- da. Quiero una muerte presentida que dé cio. lugar a mi arrepentimiento, y poder despeSalimos a un pinar iranenso que exten- dirme, y una muerte mía, para mí solo, día sus verdes terciopelos con un regalo de que sea tan mía como vida. ¡Si vinieran frescura en la noche estival. Entre el enca- esos ocho cometas! je de la fronda, allá lejos, como un desga- -Con uno solo tendríamos bastante. I cro rrón de cielo estrellado que hubiera caído no desespere. Aparecerán otros cometas cji sobre la tierra, brillaban las luces del Ma- el cíelo del mundo; pero serán aeroplanos drid del mediodía. Entre la sombra que nos guerreros, con gases asfixiantes, con bomrodeaba, el edificio que acabamos de dejar bas... Moriremos un día, ¡al fin! erguía su orden de columnas, como la faiSonó una detonación de pronto. Di un chada de un templo griego, y en la parte salto. superior, otro templete circular. Pensé en- Je, je. Son cohetes de la verbena- -dijo el jardín de Academos, y que el sabio y yo el sabio. éramos como dos sofistas peripatéticos. Habíamos salido de la hilera de aligus- -jCómo se llama usted? -le pregunté tres. Estábamos en las inmediaciones del Bode pronto. tánico. I os libros de la venta ambulante- José Tinoco, para servirle. ¿Pero qué cerraban detrás de unos tablones su sabile importa a usted mi nombre? Pregúnte- duría. Aún había fronda. Seguimos discume usted mejor cómo se llama esa conste- rriendo como unos peripatéticos. Pero ya lación- y señaló al polvo de estrellas que no íbamos solos Había otros peripatéticos, cantaba palpitante en el aire su silenciosa en el ardor húmedo de tierra regada, dé música pitasfórÍGa- Esa es Sagitario. Mire la noche estival, bajo el cuerno irónico de usted, mire usted qué bien le cuadra el Diana, casta y cazadora... nombre. Mire usted, esa línea luminosa es la flecha; mire usted, ese recodo que forTeUpe Sassone. man las estrellas de más abajo es el brazo

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