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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-07-1935 página 132
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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-07-1935 página 132

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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casa en hospital- -esta casa que acaba de ser derruida- y de establecer en ella asistencia para los necesitados, mientras ella, a pesar de hallarse encinta, tornaba a batirse en las calles, a pronunciar arengas- en los campamentos, a recoger heridos y, ya en un bravo desafío a la muerte, consolaba a los atacados por la peste, que se multiplicaban cada día, sin temor al riesgo de contagio, porque íi nada temía María Consolación, como no fuera a triunfo de la tropa, invasora. Vinieron unos días muy amargos y unas noches infinitamente largas, en ruinas la ciudad, muriendo- de hambre y de frío los patriotas en los restos de las barricadas, ya inútiles. Y la Condesa seguía alentando a los valientes, en vela durante aquellas noches desoladas, de vivac en vivac, prendiendo consuelos y socorriendo necesidades, mientras sonaban ya muy cerca, los clarines franceses. La condesa de Bureta vio, llorando, cómo el ejército enemigo entraba en Zaragoza. Un día el mariscal francés fué a este palacio, que ahora han echado abajo. El mariscal L- annés, con su uniforme, rutilante, su bigote engomado y su aureola bizarra y audaz, se presentó ante la condesa para elogiar su heroísmo y conocer su belleza. Consolación lo recibió agriamente, le reprochó el des tismo de las huestes francesas y denunció ante él un incumplimiento de los tratados internacionales. Lannés reaccionó violentamente. El bigote engomado temblaba de rabia y de indignación. Condesa- le dijo- s- i yo cumpliera con mi deber, iría usted prisionera a Francia. María Consolación, en un nuevo gesto valeroso y sublime, le repuso: Podéis acuchillarme, si os place; mil veces prefiero la muerte a contemplar esclavizada a mi patria; matadme, pero no nie obliguéis a pisar aquel país de maldición. El mariscal hizo una ceremonia, tras la sorpresa de esta decidida actitud de María Consolación, y salió. Pocos días después otorgaba a la condesa y a Valdeolivos autorización para marchar a Cádiz, donde flameaba la bandera de la independencia española. Fiesta en el palacio. Volvió María Consolación a su palacio zaragozano cuando el último soldado francés había salido de España. Tornaba al trono Fernando VII, tras el fugaz reinado de José Bonaparte, y quiso el monarca, a su paso por la capital aragonesa, conocer a la heroína, de la que le hablaban entusiásticamente las autoridades locales. Hubo aquella noche gran fiesta en el palacio de Bureta. El Rey condecoró a María Consolación con las máximas distinciones otorgadas a los patriotas. Y en el transcurso de la velada, trenzado de anécdotas y de episodios, de relatos guerreros y de exaltaciones heroicas, alguien contó la original ejecución que un día se hizo en el balconaje del palacio de Bureta: fué decapitado un pelele grotesco que representaba a Napoleón. Lo muerte de la Condesa. Y vinieron unos años de paz. Y fué sosegada, y dulce, y buena, y prodiga en caridades la vida en el viejo palacio nobiliario. Muy pocos años éstos de ventura en la casa de los Bureta. El 23 de diciembre de 1814 fallecía María Consolación Azlor y Villavicencio. Tenia poco más de treinta y nueve años. A la Iglesia de. San Felipe y Santiago fué llevado su cadáver, que reposa bajo una lápida recordatoria. La otra lápida, la que en el palacio de la calle de Torrenueva rendía tributo de admiración a la condesa de Bureta, ¿a dónde irá a parar? Temando Castán Palomar. I A CONDESA DE BÜKETA. EN TKAJE DE CORTE

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