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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-07-1935 página 128
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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-07-1935 página 128

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página128
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torios: revisa cuidadosamente las llaves y el cañón de un rifl e, examina y comprueba l funcionamiento de un revólver, los carga y coloca junto al cuchillo de monte. Y al anochecer sale al huerto- jardín, charla como de costumbre con la familia, aspira trustoso la fragancia de los azahares n el naranjal, inspecciona los riegos, y cena reposadamente. Nadie advierte en él impaciencia ni inquietud. Únicamente su muj r. Doña Teresa, le pregunta cuando se quedan solos: ¿Ocurre algo, Ramón? -Nada; que los lobos están dañando la Cabreriza y que esta noche voy a darles una batida. Doña Teresa se inclina y calla. Sabe que la voluntad de su marido es inflexible y no intenta detenerlo ni disuadirlo. Serenamente se limita a recomendarle: -Toma precauciones; el aperador cuenta que anda huido por estas sierras un mal hombre apodado el Chicuaco- -Quédate con Dios y hasta mañana. Y Don Ramón se encamina a sus habitaciones. El Califato casa y hacienda, duermen. En el silencio de la noche se escuchan las voces de los chorros de agua al caer en la alberca y el imperativo chistar de una lechuza que se acoge a los solemnes cipreses. Sin ruido se abre el portón del caserío y sin ruido sale un jinete: sombra que se pierde en las fauces de la noche. despistada, corre frenéticamente monte arriba, monte arriba... Y en la altura, allí donde se asienta la Cabreriza, retumba un estampido, y luego otro... Miguel, el guarda mayor, se encarama a un peñasco, divisa la explanada cumbreña. se echa la escopeta a la cara y no se atreve a disparar... En la explanada hay dos hombres peleando. Uno de ellos, zanquilargo, astroso, ha disparado un escopetazo sobre su contrario, que vacila, se tambalea, y, a punto de caer, se rehace y arremete guapamente, acero en mano, desdeñando emplear armas de fuego y aceptando la lucha cuerpo a cuerpo, a cuchilladas... Forcejean y oscilan los peleadores, abrazados estrechaimente; se desploman, ruedan por tierra, y uno de ellos aplasta con un guijarro la frente de su enemigo; del cráneo roto fluye humor rojo, muy espeso... El sol esplende, inunda los alcores con ríos de luz. -y llena de oro el cauce del Guadazar. Los mastines se acorrillan junto a un enorme lobo, muerto, pero aun palpitante, y en torno de un cuerpo humano que se desangra... De la estrecha y machucada frente del cadáver fluye denso humor sanguinolento... Los abiertos párpados muestran las pupilas estrábicas, que comienzan a vidriarse y la contraída diestra se agarrota empuñando la faca. ¡El Chicuaco! -claman los guardas. -Acabó como merecía, Esto y más merece quien asesina a unos La noche palidece agonizando y deja ro- desgraciados y aplasta a u n a criaturita inodar una lágrima de luz. cente- -afirma Don Ramón. Del monte lindero con la Cabreriza broY luego, montando a caballo, dispone: ta densa humareda y seguidamente, en un- -Tú, Pedrote, carga con el lobo y cuida abrazo de llamaradas, se crispan, se retuer- de que el veterinario diseque bien la cacen, crepitan y chisporrotean madroñeras, beza. Tú, Colmenero, avisa al médico que lentiscos, espinos, chaparros, jarales y pior- vaya por casa a curarme un agujero que nos; el incendio se propaga y avanza por en el brazo izquierdo me ha abierto la bala la vertiente del Guadazar, prendiendo en de un traicionero madrugón; y tú, Miguel, los romeros y cantuesos y alfombrando de adelántate un poco y prevén a la familia rojo el enriscado monte... para que no se sobresalte... Y, mientras, horrísono estruendo surge La mañana era gloria y bendición de del despeñadero de las Cuevas; es una tor- Dios. De la Almenara descendían las trismenta de atronadores trabucazos, de furio- cadoras cabras; la brisa acarreaba trinos sos ladridos, d e ronco zumbar de caracolas, de jilgueros, arrullo de tórtolas y olea. das de gritos desaforados estimulando a la de perfumes montunos: esencias de pinos jauría: y jaras, efluvios de mejorana y tomillo, ¡Ahí v a! i Ahí v a! ¡Perros ahí! rudos aromas de hinojos, mastranzos y ja- -i Anda, León! ¡Aprieta, Palomo! cintos silvestres. ¡Ahí v a! Cuando Don Ramón descabalga y llega Miguel, Pedrote y Colmenero avanzan a su despacho, encuentra a su mujer sentada ojeando y batiendo los matorrales; saltan ante el escritorio. por los canchos, azuzan a los perros para El ama, Doña Teresa, con firme pulso y que exploren las cuevas de la barranquera... clara letra redondilla, está trazando una Van anhelosos... Un jabalí, rompiendo mon- cartela para la cuarta panoplia. Y la cartela, te, se Janza arrollador hacia el riachuelo; que penderá de otra testa de lobo, tiene la dos raposas huyen a la desesperada... Los siguiente inscripción: guardas ahincan en la batida, presumiendo Chicuaco, t 1935. que los lobos saldrán al raso de la vega y que alh habrá escopeteros en aguardo... M. 7 Blanco- Belmonte. La recova arrecia los ladridos, y, acaso. (DIBUJO DE REGIDOR)

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