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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-07-1935 página 198
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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-07-1935 página 198

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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56 IGUALDAD que hablaba Briand pensó Pedro. Con di- mi! trescientos seis enemigos del pueblo ficultad pudo abrirse paso su coche, que pa- cuyos restos descansaba en las dos forecía un submarino. Se apeó de él antes de sas comunes abiertas eri el jardín de Pielleg- ar a la itrada, que era una puerta de pus Allí donde él creyó leer nombres carros, como las av hay en las granjas an- de aristócratas nada más, los había plebetiguas, pintada de- -de. cuidadosamente ce- yos, muchísimos. ¿Quiénes eran aquellos Adet (Carlos) tarrada y cuya media hoja se bría con parsimonia, nara cerrarse del mismo modo en bernero, de treinta y un años, muerto el 9 cuanto pasaban los concurrentes. Pedro era de Messidor, junto a Enriqueta Ana Luisa uno de ellos. Venía dd Elíseo, donde duró de Agneseau, duquesa de Aya? Y aquel el Consejo de ministros más que de costum- Miguel Allain, maestro, de veintiocho años, bre aquella mañana. Pasada la ouerta, vio y el otro Allain Quan Bautista) fundidor la iglesia, en frente, al fondo de un patio. de plomo, de veintiséis años, y el siguiente. Su modesto pórtico estaba enlutado. Eln la Allain (Pedro) labrador, de cuarenta y un compuerta de un pabelloncito que se veía a años, y el mancebo de peluquería Martín la izquierda, había una monja, en funcio- Alleaume. de diecisiete años, al lado de Alnes de hermana tornera, parecida a la que sace de Boussu de Chima ex príncipe, ex en otro tiempo, en los comienzos de su pa- noble, ex mariscal de campo? La cuchilla sión, le acompañaba cuando iba a visitar a degolló a un mosquetero, a un cocinero a la señora de Lámbese. Le miró la monja con un soldado, a un corredor de diecinueve sospechosa insistencia, y acercándose a él, años; a un Baudevin, cajista, de treinta y le preguntó si estaba invitado. Esta pregun- cuatro años; a un Beaudot, cirujano, de ta le intranquilizó acerca de su atavio y de veintiuno, antes de matar a Alejandro Beausí mismo. Mo; no estaba invitado. Pero se harnais, ex constituyente, ex general, de repuso, y en un arranque de orgullo, dijo treinta y cuatro años... ¿Y aquel Félix Beprecipitadamente quién era: ex ministro del guinet, agente nacional de Etain, de treinInterior y de la Guerra, ministro del Aire, ta y seis años? ¿Qué hizo para merecer su desgracia? Lo mismo que el posadero Berdiputado... y le faltó poco para añadir: ¡Déjeme usted pasar! ¡Soy el amo 1 trand y qué el labrador del mismo apellido. La religiosa estaba perpleja, al parecer; ¡Cuántos Brognard, Broquet y Brou, para no se atrevía a retenerle ni a impedirle el un solo Bfoglie, ex príncipe, ex constituyente! i Y aquel Caillaux, criado v el Chapaso, pero él pasó audazmente, paron, carretero, y la costurera María Cha- ¿Dónde estoy? Densaba- ¿Qué perpelain, y el poeta Andrés Qienier, de treinsonaje represento? En lugar de la pompa excesiva que se ta un años, muerto al lado del salchichero figuró encontrar, vio una nave obscura, com- Pedro Cocheux, de veintiún años, y el venpletamente llena de fieles; pocos cirios, nin- dedor de estampas Luis Colas, y el gendarguna corona y mucho recogimiento. Como me Francisco Simón? Para un Créqui de no se atrevía a avanzar, pues la densidad Montmorency, cuántos Cucü, Curton (cria- de la concurrencia lo dificultaba, y como do, de dieciocho años) Droniu, ropavejero; toda aquella gente estaba rezando, él, sin Doyen, leñador, y Genot, albañi! Aceiteros, saber dónde podría meterse ni a cuál jerar- sastres, prenderos y carpinteros... Por cada quía tendría que obedecer, permaneció en el canónigo, por cada sacerdote refractario, por crucero, a la izquierda, no lejos dé la puerta. cada duquesa, por cada conde, diez carreteHabía renunciado a ver antes de aue termi- ros, diez bordadoras, diez profesores de manaran- los oficios a la señora de Lámbese, temáticas, y hasta un ermitaño, teíedor de que debía de estar por allí cerca. Sus ojos se oficio. Parecía que hubiera presidido la elecacostumbraron, poco a poco, a la obscuri- ción y formulado la lista algún ingenio de dad, y no sabiendo qué hacer, puesto que temible causticidad. no rezaba, se ocupó, para distraerse, en desInterrumpió Pedro la lectura. Los movicifrar una inscripción que había en la pared mientos de la concurrencia anunciaban la del crucero, y que, iluminada por ún rayo terminación del oficio de difuntos. Sería él de sol, brillaba. Allí estaban los mil trescien- de los últimos aue manejaran el hisopo, petos seis nombres de los sentenciados el año ro no dejaría por eso de hacerlo. Había ido ÍI, que el tribunal revolucionario de la Com- para rociar con su parte de agua bendita el mune mandó guillotinar en la plaza de la ataúd. Pensó que él pudo er uno de aqueBarrera del Trono. 5I0 S muchos infelices a quienes se llevó al Recordó con exactitud asombrosa el re- cadalso con los aristócratas, entre el 22 de i lato que le hizo Al s, y se puso a repasar la Prairial y el O de Termidor del año IL lista en busca de los nombres de los tres Pedro Caniot, labrador, o Caniot, obrero parientes de quienes le habló ella. Su vista tipógrafo. Pensó en aquellos enemigos del se permitió recorrer en detalle las columnas pueblo que formaban parte del pueblo mismo, de nombres, colocados por orden alfabético, y que iban a abrir las filas para que pasase y mientras los oficios; a los cuales no aten- el duque de Elboeuf y fuese enterrado en el día, formulaban promesas divinas- más po- santo suelo de la necrópolis de las víctimas derosas que las amenaza. s y los ¡amentos- de ta Revolución, con todos aquellos plebefué enterándose de la personalidad áf los yos, amoldables y sujetos a vasallaje. ¡Hu

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