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BLANCO Y NEGRO MADRID 14-07-1935 página 161
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BLANCO Y NEGRO MADRID 14-07-1935 página 161

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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IGUALDAD 23 le traicionaba viviendo. Contra semejante traición involuntaria opuso durante diez años todos los obstáculos, todas las armas on que un a t o a belicosa puede ludiar contra la ausencia. En el preciso instante en que se iba en busca dé su ataúd, para trasladar sus cenizas desde la cripta provisional de Bargfemont a su lugar definitivo, que ella habría de compartir, en el momento en que se prometía tener habitación común y cama de matrimonio eterna, apareció inopinadamente el hombre que había de pretender arrebatarla a las frías delicias de aquellos desposorios del ultrutumba. Pero en aquella lucha extraña no fué vencido Francisco todavía. Lo advirtió la señora de Lámbese en el moínento en que se vio, en sueños, buscando en Sari Germán un refugio para el revolucionario acosado y acogido por ella, si no en su casa, por lo menos en su corazón. Como la lady Atia de la tragedia del irey Ricardo III, iba a dar oídos a frases de amor, en tanto que el ataúd la esperaba. Los que lo transportan, cansados de tener al muerto en el aire, acabarán por dejarlo en el suelo. i Deteneos los que lleváis d cuerpo! ¡Dejadle! ¿Qué mago egro evoca ese demonio? -i Monseñor, retiraos un poco, para que pase el ataúd! CAPITULO XH líA ANTICUARÍA í En su gran ciudad y en su provincia, donde Pedro acabó por conquistar en secreto hasta el corazón de sus adversarios, hay una mujer que le odia por amor: la Anticuaría. Desconocida en X... veinte años antes, se instaló en la calle principal e hizo fortuna con su profesión. Levantisca, charlatana, con una fealdad que eti concepto de propaganda valía más que el mejor anuncio luminoso, se enamoró de Pedro desde los comienzos de su carrera política. Desgracia es ésta a la que se exponen los oradores cuya voz conmueve de cierta manera los oídos femeninos. En la trastienda, dónde recibía los viernes, desde el cierre de la tienda hasta muy avanzada la noche, sólo se hablaba de Pedro. A la tertulia concurría Mangebois. El café que allí se bebe produce los posos que revelan el porvenir. Los naipes de cartomancia cubren la mesa, y la señorita Eudoxia preside, vestida de tarasca. Toda la ciudad y hasta toda la provincia saben de sus suspiros, que llegan a París, donde tiene ella gran influencia con senadores y diputados. Mi brazo alcanza mucho suele decir, agitando una nianga de farol, a cuyo extremo aparece una mano pulida, de repugnante agilidad, y en la cual ostenta una sortija de escudo, heredada, según ella, de su madre. Afirma la nobleza de su cuna, y habla de su madre a los que no la han visto, como si se tratara de una emperatriz misteriosa y desterrada; pero a los asiduos a la trastienda les presenta el monstruo, encaramado constantemente en una silla de esas que tienen una abertura circular en el asiento, pues padece de incontinencia. El parecido de la madre y la hija da miedo; la una explica a la otra; tienen la misma carne de tortuga, las mismas cejas, semejantes a sanguijuelas, que se unen en el nacimiento de una nariz porcina; las mismas bocas aplastadas, en donde brilla la saliva de la gente charlatana y aduladora de los que están eii buena -posición. No hay entre ellas otra diferencia que la de que la madre no habla ningún idioma inteligible para los franceses, y la hija se expresa con una locuacidad sorprendente hasta para los nacidos en el Mediodía, pero sin poder librarse de un acento tan áspero, que no se dulcifica ni con la deliciosa pronunciación proveiizal. La, trompeta nasal de Eudoxia sólo tiene un tono; a veces lo eleva, pero, como sí se tratara de un precio, no lo baja nunca. Como la madre aparenta una edad prehistórica, es difícil averiguar la edad de su hija; debe de ser la de los amores, puesto que se entrega a toda clase de extravagancias, como una colegiala petulante, para dar a conocer al diputado Caniot la pasión que la abrasa. Después de cada discurso del alcalde, llega la correspondiente carta, en la cual hay diez adjetivos por cada sustantivo. En la alcaldía se reciben frecuentemente regalos, que Pedro devuelve sin miramientos. Mangebois es quien se queda con las pipas de maderas raras, los yesqueros, los ceniceros y los relojes antiguos. -ijLibradme de esa loca abominable! -dijo Catiiot, aJ salir de un mitin en el circo romano, donde pronunció un discurso ante 20.000 obreros. AI decir esto, se guarda en el bolsillo una mano cubierta de besos babosos que le dio ella, por sorpresa, aprovechando la aglomeración de gente. Eudoxia compra y vende; tiene clientela entre las personas acomodadas y las que no lo están; tiene dos caras mofletudas, que soplan frío y calor; compra aquí un mobiliario y lo vende allá; conoce a un demócrata que no puede vivir sino entre muebles antiguos, que ella le vende, ¡Cuántos ha comprado por un pedazo de pan según BUS propias palabras; cuántos, de aquellos muebles delicados, hechos para mujercitas con cuerpo de ave, y se los ba vendido a hombres gruesos, descosos de

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