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BLANCO Y NEGRO MADRID 14-07-1935 página 155
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BLANCO Y NEGRO MADRID 14-07-1935 página 155

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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IGUALDAD 17 arrabal de San Germán... ¡Las próximas carretadas, de seguro! Se paseaba, furioso, por el despacho del alcalde, pero estaba más intranquilo que encolerizado. -Ya sé que no se trata- de discreteos inocentes. Hay excepciones en todo... A mí me gusta mucho esa criatura... pero ¡qué más d a! Guando lo sepan los comunistas... Cuando trascienda hasta nuestros directivos... Interrumpió las profecías del anciano maestro un golpe sordo dado en la mesa: He hecho por los obreros lo que no hizo nadie antes que yo. ¡Que vengan! Yo 5 es obligaré a respetar lo que yo mismo respeto. En seguida dio las órdenes necesarias para pintar los letreros, cavar y regar los sitios para plantar árboles, a lo la, rgo de las avenidas... Se fué para asistir a la plantación de magnolios blancos, procedentes de Nlantes, envueltos en arpilleras y con su mantillo. Cuando volvió Pedro a París, para asistir a la reapertura de las Cámaras, estaba todavía la señora de Lámbese en Ázay- leBrulé. No se atrevió a invitarle por temor de disgustar a su abuelo, a quien el anuncio de semejante visita hubiera indignado. Sin sospechar los progresos de su dolencia, tomaba ya partido por el otro. Hubiera experimentado intensamente la contrariedad que no dejaría de sentir Pedro ante aquel anciano de principios irreductibles, que llevaba doble luto: por la monarquía y por su nieto, muerto en los ejércitos de la Repú Nica. La señora de Lámbese, consciente de que pertenecía a una aristocracia viva, se complacía en pensar que si Pedro hubiera nacido en el país donde ella vio la luz, no hubiese dejado el rey de llevarle á sus consejos, y a poco, reconociendo sus aptitudes para el mando, le habría hecho par, aumentando así, con una aportación nueva, la cotización fiduciaria de ese valor eminentemente británico, que es la nobleza. Esta es, en el Reino Unido, una cualidad, v no una especie animal. Se adquiere, se da y se recibe. Pero siendo las circunstancias como son en Francia, la visita de un socialista a a Azay- le- Brulé era algo tan inconcebible como podía serlo la presencia del retrato de una princesa de Lámbese en la mesa de despacho del- diputado alcalde de X... si ese retrato era una fotografía; porque en lo referente a tiempos pasado- (como Niatoire se inspiró en las facciones de la Lámbese para interpretar a la Señora de las Islas Afortunadas cuando recibió a Don Quijote) los había por todas partes v de todas maneras: semi desnuda, desnuda tres cuartas partes, adornada con una corona de perlas, y hasta desnuda del todo en el lecho. Aquella fué la cuñada del cardenal. Ke ¿ibir á su difícil- amigo en Escocia le parecía a la señora de Lámbese el único proyecto agradable y compatible con la dignidad de ambos, que ella cuidaba celosamente; pero también se daba cuenta de la resistencia que oponen los franceses a salir de Francia, como no sea con las armas en la mano. París, que parece ser una ciudad creada para reconciliar a los adversarios, era el único sitio donde su entrevista podía parecer natural. Pedro comprendía que ya no volverían a tener a su disposición aquella cuneta, ni aquella camilla improvisada, ni la celda del convento. Visitar á los enfermos es una obra de caridad, pero los sanos como él son enfermos a quienes no se visita. iDónde la veré? pensaba- ¿Cómo podré salvarla? Se le pasaban por la imaginación ideas de raptarla, ¿No era ella una Mélusina, presa en su torre, y que pedía a gritos a jos transeúntes que la libertaran? El sortilegio que la obligaba a permanecer lejos de él y a él lejos de ella tenía el carácter divino de los prejuicios, leyes no escritas, no formuladas, ititransgresibles, de las cuáles había heredado Pedro tantas o acaso más que Alys. i Te figuras que esa mujer es para ti? le decía Brogniard- ¿Te atreverías a casarte con ella? Puedes hacerlo, porque es libre. Quería hacerle sondear el abismo, y añadió, en tono de mitin: -iíTe atreverías a casarte con esa princesa a la vista del pueblo? A Pedro le sorprendía aquella pregunta, lo mismo que sorprendería a cualquier sacerdote que le preguntaran si quería casarse con la Virgen Mkría. Brogniard, al ver que se callaba, añadió, creyendo que con ello le dominaba: Y sil famila? ¿Has pensado, én su familia? Príncipes, duques, marqueses, generales, milores... no digo! Toda esa gente... CAPITULO VIII ESA GENTE Toda esa gente- -di jo. el señor Eübcewf- -vale menos que la cuerda para ahorcarlos. Caniot como los demás. Quedaba pronunciada la frase definitiva, la que separa a los franceses como con Un cuchillo: Esa gente... La señora de Lámbese sacó la aguja sin contestar, y no se oyó en el salón blanco y dorado más que el leve ruido de una mano que pinchaba y volvía a pinchar la tela del bastidor, siguiendo el dib ujo del modelo. -Ya sé que en tu país, hija mía, no e? PLIEGO II

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