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BLANCO Y NEGRO MADRID 07-07-1935 página 186
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BLANCO Y NEGRO MADRID 07-07-1935 página 186

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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78 MARIANO TOMAS El señor Pérez; Hlescas, según la contes; tación que le dieron a mi amigo, había salido, ya con salud, a principios de veramo. Entonces- -úpense- don José María le habrá dado posesión de sus bienes, y ellos ya no serán vecinos del señor Pérez del Pulgar. Ahora, al tkjar a don Roque, discurriendo por las calles fangosas, me hundí de nuevo en aquel complicado laberinto de pensamientos: ¿Porqtié callaba Otto? ¿Por qué don Luis no contestaba a mis preguntas sobre Ana María... ¿Acaso los hijos del Zorro han inventado alguna nueva historia sobre mí, con el propósito de que no me lleve tampoco lo que ya no está al alcance de su mano... ¿Se encontrará enferma y don Luis pretende librarme de esta inquietud... i l i a b r á ocurrido una desgraciai. Y yo no sentía la lluvia que azotaba en ráfagas Tní rostro. A mediados de invierno, recibí al fin una carta de diai Luis que confirmaba mis tristes suposiciones; aunque no hasta el ipesiníismo extremó a iue alguna vez, empujacbs por el viento de una tarde fría y triste, llegaban los, pensamientos. He aquí, nri señor don Santiago- -me decía- -q ue a Dios pracias, y ahora sí que podemos decir que El fué el único médico, Ana María está fuera de peligro; y no me refiero a la gravedad extremia por que pasó hace unos meses y que usted ya conoce: aquella que la hubiera conducido a la muerte e n vida de casarse sin cariño... De aquella sanó, y yo no sé cóino, porque las cosas se arreglaron sin que níis servicios intervinieran en ello, ni aun para empeorarlas. Hacia fin de otoño, cayó con unas fiebrecillas que, si al principio no nos intranquizaron, su insistencia trajo la alarma a esta buena familia y a mí, que no sabía cómo atajarías y sufría con el pesar de e l t e y con mi inutilidad. Yo no quería decirle a usted nada, porque esperaba, de un día para otro, que ella se alzara del lecho, y yo pudiera escribirle las mismas palabras con que hoy, al fin, encabeza mi carta... Pero ha sido más largo de lo. í ue todos creíamos y deseábamos. Aun no puedo diagnosticar el mal que tuvo; por acá vino en consulta un colega de Madrid y apellidó las fiebres de maltesas; pero aquí to fas las cabras son de orejas cortas, y aun estoy seguro de que en casa k don Antonio se emplea poco el jugo de sus ubres, porque son más aficionados a la leche de vaca... De todos modos, ella sanó, sin razón alguna para sanar; y, sin permiso de la ciencia, un buen día amaneció limpia de fiebre. Debiéramos haberla castigado como a nmchacha caprichosa y sin juicio, que así se burla de cosa tan respetable como es la Medicina; pero ya sabe usted lo que don Antonio le tolera y lo que la mima, y no estoy muy seguro de que. después de haberse burlado de nuestra ciencia, no se mofara con mayor desenvoltura de nuestras personas... Aun anda débil y mímosilla; pero cuando llegue la primavera, le habrán vuelto aquellos colores alegres y aquel deseo de reír tan sin causa que usted le conoció en la primavera pasada; ahora, parece que su mayor pesar es esta soledad de los campos en invierno... En otros años, los dias tibios de sol, en medio de la. sierra y del verdor perenne de los naranjos y de los olivos, más eran buscados por ella que temidos; y si se avenía a pasar temporadas en la ciudad, lo hacía con el ánimo de que don Antonip pudiera rodearse, en las trasnochadas de invierno, de su tertulia de viejos amigos, y hablar, horas y horas, de su última, campaña d d Maestrazgo; campaña que ya nos sabemos con toda clase de puntos y señales... Pues, ahora, dice Ana Mbria jue esta soledad la entristece, y flue desea reponerse tel todo- para plantar sus reales en la ciudad... A mí me agradece mucho las visitas que le hago una par de veces a la semana, cuando no scm tres, y más en calidad de amigo que de miédico. Hablamos de muchas cosas, pero yo no puedo decirle a usted de lo que se trata en nuestras conversaciones, porque te he jurado no referirle nada, y no quiero tampoco jue usted tenga una idea equivocada de sus propios méritos; he aquí por lo que no le dejo entrever nada, absólutamlente nada, de cuál es el ritornello d. e nuestras pláticas... Los tíos y primos se marcharon poco tien K después que usted. Otto recibió un tel frama rogándole que volviera a la fábrica, donde eran urgentes sus servicios... Me figuro que Any se fué algo contrariadilla y con el ánimo propicio a volver próximamente. No sé... Pero me parece que hay por en medio cierto muchachito que nos acompañó a la salida de Hellín... En fin, esto no será tan descabellado como lo que he oído referir respecto a su hermano. Figúrese usted que... entre paréntesis. Me han contado que estuvieron ustedes durante unos días visitando msnicomios a propósito de un asunto no muy claro de ese don José María. ¿Puede usted pensar que Otto se ha contagiado en esas visitas? No creo que el morbo de la locura pueda adquirirse tan fácil y rápidamente como el del tifus o el de las viruelas, pero la Medicina es aún un arcano, y la manera de obrar de ese pobre muchacho me hace suponer que su cerebro no está en salud completa. Figúrese, le repito, que asegurar formalmente quienes piíeden estar enterados de la verdad de ello, que Otto ha pedido en matrimonio a Mianuda, y que la boda se celebrará por todo el año próximo... Todavía, aunque yo no lo hubiera disculpado, hubiera comprendido, a! mejios, que se dejara llevar por una idea dé interés, cuando todos los bienes, grandes y saneados de la casa, se creían del Zorro; pero ahora se sabe que la mayor parte son de m hermano... Yo no me explico esta actitud de nuestro

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