BLANCO Y NEGRO MADRID 07-07-1935 página 113
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página113
- Fecha de publicación07/07/1935
- ID0005179272
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if EN LA CAPILLA, M 0 DE 3 TITA Y RELUCIENTE, LIMPIA Y CLARA, COMO SOLO SABEN SER LAS CAPILLAS DE LAS MONJAS... acoge. Y ei él, la toca blanca y la sonrisa clara de sor Alicia, secretairia general de la Orden. -Nuestro agradecimiento a BILANCO Y NEGKO, a su director y a sus eolaboradores es enorme- -nos dice con dulzura- Desde que ha aparecido ed artículo del Sr. Ortega Lissón sólo cosas buenas nos suceden... Cosas a las que no estábamos acostumbradas... Donativos... íacilidades de todas clases. Visitas de personas influyentes... Nosotras y Jiufestras niñas sólo tenemos para todos na única frase: ¡Que Dios se lo pague! En la huerta insipeccionandb las coles, nos sorprende una alta figura varonil. -Es D. Juan de Ddos- -sonríe sor Alicia. -Es oin santo- nos aclara con mirada radiante una pequeña asilada que se ha acercado a la madre. -Sí, lo deben haber mandado del Cielo- -corrobora otra chiquilla- Es tan bueno! Hace unos días nos llevó a todas en un auto muy grande al Cerro de los Angeles. ¡Fué tan bonito aquello! Por las ipT pilas aaiiles cruza una luz de ensueño. Con simpatía contemiplamos la silueta del hombre qiue no sólo sabe de cultivar rosas en el jardín de las monjas, sino también de hacer florecer alegrías n pequeñas almas tristes. Sor Alicia vuelve a tomar la palabra. Es un I eindito- -dice- En las horas más difíciles nos ha ayudado con todas sus fuerzas. Se pasa la vida de asilo en asilo. De hospital en hospital. Tiene muchos amigos poderosos y acude a ellos en busca de protección ¡pai a sus otros amigos: los pobrecitos desgraciados... El paladín de los qtie sufren se ha acercado a nosotros. ¿Vieiiien a conocer a nuestras niñas? iEstán en la capilla, ¿verdad, madre? Un coro de voces infantiles se encarga de contestarle. Nos encaminamos hacia el edificio. Un espectáculo conmovedor nos aguarda. En la capilla, modestita y reluciente, limpiia y clara, como sólo saben ser las capillas da las monjas, vemos arrodilladas a unas setenta chiquillas. Fuera ha extendido el poniente sti manto de púrpura. Ixis aromas campestres se han hecho penetrantes. Suena el pito de un tren. Un expreso cruza a toda marcha. Es la vida que pasa. Con su loca trepidación. Con su eterna prisa. Con su afán por alcanzar algo que huye siempre... Aquí es la paz. Una paz ¡modestita y callada, como la capilla de las imonijas, que para seguir siendo paz ¡necesita de tan poco! Una paz recogida y luminosa como la vida de estas religiosas hormiguitasi heroicas, que mémdittgo a mendrugo reúnen el pan de sus niñas. Por la vía cruza el expreso de lujo. ¿Hacia dónde? ¿Hacia qué playa rutilante de fausto y placeres?