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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-06-1935 página 95
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EL TENDERHAO SE ALrVIA DE S ü CARGA POR UNOS INSTANTES, APROVECHANDO El. TRISTE BANCO QVB 1. E SAI. B AL PASO. y pesadotes bancos públicos, a l a r í a que conservan incluso en los más tristes días invernales, azotados por el viento o por fet lluvia, si bien entonces no pueden por menos de mostrarse un tanto melancólicos y Kostálgicos al no sentir la liviana carga de los viejos y los niños. Los ban os de las plazoletas saben de antenas tertulias en k ¿mañanas d d espléndido mayo, en las consoladoras noches del estío, en las nibictmdas tardes otoñales, al mediar del día en los días claros del invierno... Las vecinas de los alrededores pueblan entonces los bancos; stis chiq jilíos juguetean en tomo. Las charlas triviales empujan las horas, horas que pasan ni muy de prisa ni muy despacio; horas pícidas, apacibles, horas que en vanó buscaréis fuera del marco castizo de una plazoleta madrileña. El Amor íamibién enga: lana ésos teneos con ingetnios idilios: E aristo, el chico de la tienda de lá esquina, y Mariquilla, la aprendiza de la modista de la vuelta; Raimundo, soldado de Infantería, de la cuarta del primero, y la Paca, criada para todo, su paisana adpmás de stt amor... Pero los bancos de las cdUes y de los paseos por dónde nadie pasea son tmos pobres bancos tristes, necesarianjente tristes, permanentemente tristes... Esos bancos alineados a lo largo de las calles largas, con intervalos iguales entre ellos, ya, se ve que fueron puestos para los cansados, para los rendidos, para los des alentados. Son los bancos que- acogen al que anduvo toda la mañana de tajo en tajo, solicitando en vano la limosna que no sonroja nunca y es cada día más difícil de log r a r trabajo; son los bancos que elige la clandestinidad para sus citas y el vago profesional para descansar de sus ocios, que también la holganza fatiga; en esos bancos se deja caer, más que se sienta, la anciana cuyas piernas no responden ya a la

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