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BLANCO Y NEGRO MADRID 23-06-1935 página 229
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BLANCO Y NEGRO MADRID 23-06-1935 página 229

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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VENGA USIED A CASA EN PRIMAVERA 29 sueño, las figuras de Ana María y de Any venían a turbar mi reposo. Sentía aún en mis labias los de Amy, pero la caricia suave y húmeda de la mano de Ana María apoyada en mi boca tenía un encanto más dulce... Después, íbamos por una senda estrecha que coronaba una cima; bajo nuestros píes, se abría un precipicio de profundidades sombrías y no podíamos caminar los tres juntos. Ana María se apoyaba en mi brazo y Any sé nos había adelantado. De pronto, oímos un grito de Any y vimos que retrocedía espantada ante un animal fantástico con hocico de zorro y garras de grifo, parado en medio del sendero. Ana María se adelantó hacia el animal, mientras nos decía -No es nada, es una zorra que yo conozco; cuando yo le hable nos dejará libre e- I camino. Mientras conversaba la niña con aquel monstruo, Any me ofreció sus labios, pero, súbitamente, se desprendió de mis brazos y miró hacia el lugar en donde debía estar su prima. -Ya no están... se han marchado los dos- -me dijo- Sin duda nos ha visto besarnos y quiere darle a usted celos con el zorro... Soñé mucho más, escenas sin ilación, en lugares arbitrarios, pero al despertarme sólo conservé la memoria clara de esto que acabo de contar. Nadie puede librarse en absoluto de un asomo de superstición, y aquel abismo abierto a nuestros pies, y aquel animal fabuloso de mis sueños, y ía desaparición de Ana María, me preocuparon durante toda la mañana siguiente. Me hubiera aeradado poder consultar estas visioines con alguna persona de las que se dicen entendidas en tales materias; pero, por otra parte, me avergonzaba de mis nensamientüs. ¿Cree usted en los sueñu. s? le pregunté a Otto, mientras paseábamos bajo una alameda, a lo largo del río. ¿En qué sentido? ¿En que son revelaciones del futuro? Sí, naturalmente. -No, no creo en ellos. Quién nos iba a enviar esas revelaciones? En el cerebro humano hay muchos resortes ignorados aún por la ciencia. Es evidente qué se producen fenómenos de sugestión, y hasta de visión lúcida, derivados del magnetismo; pero aunque desconocemos el proceso material de esas funciones del cerebro, que por ser así, desconocidas, aun llamamos fenónienos, sabemos de dónde narte la 5 ftf? Mertcia, en dónde se produce la reacción; eso es todo. Un día se descubrirán estas ondas como se han descubierto las hercianas, y entonces habremos de mentir con el pensamiento, como mentimos ahora con la palabra... O. nos veremos obligados a no ocultar la verdad con ningún motivo, por saber que es inútil, y será mejor... Se feabrá dado nn gran pa- so hacia la perfección de! hombre y de la sociedad... No, los sueños- -agregó, después de una larga pausa- -no los envía nadie; generalmente, el único culpable es un estómago perezoso, y eT estómago no sabe lo que ha de digerir mañana. Si no sabe esto ¿que es lo que puede interesarle más, del resto de las cosas l. ay que suponer que está en la más absoluta ignorancia. El deseo supersticioso más extendido en todos los tiempos, y aun en los nuestros, es el de jpreteiider averiguar lo que ha de suceder en lo futuro. Este deseo que, de conseguirse, haría la vida odiosa, aburrida e ingrata, es hijo de la pereza natural del hombre. El fatalismo es eso: odio al trabajo. Si yo sé c ¡ue fatalmente he de ser rico, ¿para qué esforzarme en conseguirlo? Si yo sé que no lo lograré nunca, ¿para qué gastar sudores y energías inútilmente? Cuando estas supersticiones se han olvidado un poco, la humanidad ha dado un salto gigante. Se ha conseguido más en un sigío de trabajo, que en cincuenta siglos de pereza... Nadie puede ver k futuro, sencillamente, porque el futuro no existe; no e 5; isten nada más que éi pasado y el presente; lo que llamamos futuro existirá cuando sea presente, minuto a minuto, o cuando sea pasado, siglo a siglo. -Napoleón, de ouien usted habló ayer tan duramente, era fatalista y, sin- embargo, no puede usted afirmar que fuera perezoso. Es la forma opuesta del fatalismo, y la más peligrosa: la de aquellos que se crean llatnados a cumplir una misión. Pasan a través de todos los obstáculos; no les importa lágrimas, dolores, sangre... Pefo no creo que Napoleón fué fatalista: no creo siquiera que se tomara por una criatura providencial; era solamente un ambicioso, con el aspecto externo de ese fatalismo... No se figure que sientpre he hablado igual de este hombre: yo, en mis tiempos de estudiante, con la exaltación de la primera mocedad, fui un gran admirador del Ogro de Córcega. Había leído á Michelet y a Thiers y esas lecturas se me han indigestado. Me sucedió lo que sin duda le ha sucedido a usted: -un alimento mal digerido y luego una pesadilla; yo tuve mi pesadilla de gloria y de sangre, pero después me he purgado... ííoy pienso de él que fué un grano que le salió a la humanidad y había que extirparlo. Los hombres de su tiempo debieron de estarle agradecidos a Lord Wellington, que hizo la operación, y a Sir Lowe, que procuró, por todos los medios, que no se reprodujera. Un auto que avanzaba por el camino, en dirección contraria a nosotros, cortó él discurso del joven y original filósofo. El coche se detuvo a nuestro lado, y el hombre oue lo guiaba, un individuo enjuto de carnes y de barba mal cuidada, nos preguntó: -r- ¿Saben si don Antonio está en casa? Y ante nuestra respuesta afirmativa el a ío siguió su camino. En el interior pude

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